Si había un pirata en el mundo capaz de llenar de terror cualquiera de los siete mares, ese era el pirata Ramón. Un hombre que medía más de dos metros, con una gran barba oscura y un parche negro sobre su ojo izquierdo. Escupía más lejos que cualquier otro pirata y gruñía con mucha fuerza, especialmente mientras caminaba. Pero lo que más hacía el pirata Ramón era estar siempre molesto, y nadie sabía la razón, ni siquiera el propio Ramón. Siempre estaba incómodo, como si algo le molestara mucho…, pero no sabía qué era. Y quizá era por eso por lo que todos temían al enorme pirata.
Todos menos Pedro, un niño también pirata y muy valiente, que usaba gafas para ver mejor y que era capaz de encontrar cualquier tesoro oculto en el mundo. Sin embargo, como solo era un niño, nadie se lo tomaba en serio y decían que no era nada feroz, al contrario que el pirata Ramón.
Puedo ser feroz —dijo una vez muy molesto— y asustar al pirata más temible de todos. No podrás vencer al pirata Ramón —Dijo otro de los piratas riéndose. ¡Ya lo veréis! —Dijo Pedro gruñendo y dirigiéndose al salón donde el pirata Ramón comía sopa a solas.
Entró sin llamar y volvió a gruñir antes de acercarse. Entonces, el pirata Ramón le miró molesto y le ordenó que saliera inmediatamente, pero Pedro le contó que no le temía en absoluto y que estaba ahí para demostrar a todos que era un muchacho valiente, capaz de ser un pirata feroz.
¿Y eso qué tiene que ver conmigo? —Dijo el pirata Ramón poniéndose en pie.
Al ver su enorme tamaño, Pedro se intimidó un poco, pero sacando todo su valor se enfrentó al enorme pirata y le retó a un duelo. El pirata Ramón se echó a reír y siguió riendo mucho rato después, pero Pedro no se sintió mal y simplemente esperó con paciencia a que el pirata dejara de reír.
Nunca me ganarás —dijo el pirata Ramón— no seas tonto. Necesito hacer que todos me respeten y solo puedo hacerlo si confiesas que soy muy temible —Explicó Pedro cruzándose de brazos, como enfadado. Lo haré —dijo el pirata Ramón sentándose nuevamente— si me ayudas a descubrir qué es lo que tanto me molesta. ¿No sabes qué está molestándote? —Preguntó Pedro sentándose cerca y con curiosidad. Es una sensación molesta y no sé de donde viene, pero me molesta mucho —explicó el gran pirata Ramón— antes no era tan malo, ¿sabes? Me gustaba mirar el mar en calma y cantar canciones de piratas, pero un día comencé a gruñir mucho… ¡Arrrrgggg! Y así hasta hoy. ¿Qué hiciste antes de sentirte incómodo o raro por primera vez? — Preguntó Pedro. Ponerme la bota derecha, creo recordar —Contestó el pirata Ramón tras pensarlo durante un rato.
Entonces a Pedro se le ocurrió una idea e hizo que el pirata Ramón se quitara la bota. Después, al sacudirla, salió una pequeña piedra. Todo ese tiempo la pequeña piedra había estado molestando al pirata Ramón sin saberlo, y tras sacarla al fin dejó de estar incómodo. El gran y temible pirata se sintió tan agradecido con el niño que salió inmediatamente para contarle a todos la forma tan increíble en la que Pedro le había vencido y aterrorizado.
Desde ese día, nadie nunca volvió a decir a Pedro que no podía ser un pirata feroz, que se había ganado el sobrenombre de “Pequeño feroz”. Y, aún hoy, ese pequeño feroz sigue manteniendo contacto y riendo, de cuando en cuando, con su buen amigo Ramón.