En medio de un campo poco poblado y árido, vivía una adorable muchacha llamada Dorothy, con sus tíos y un perrito muy inteligente llamado Totó. Un día cualquiera, cuando nadie se lo esperaba, un enorme tornado apareció en el horizonte y con gran rapidez fue absorbiendo todo a su paso, incluyendo la casa de Dorothy, con ella y su perrito dentro.
Durante algunos días estuvieron dando vueltas en el aire, sin creer lo que estaba pasando…hasta que un día, cuando todos despertaron, descubrieron que la casa había caído en un hermoso lugar, con pasto sano y verde vegetación, muy diferente de su hogar. Entonces Dorothy, que era muy curiosa, salió a mirar a los alrededores.
No había rastro alguno de ninguna persona conocida, y aquello desconcertó mucho a Dorothy, que no sabía cómo lograrían volver a casa. Así, con ganas de respuestas, se dispuso a caminar por el bosque con Totó, esperando encontrarse con alguien que pudiera darle indicaciones.
No pasó mucho tiempo antes de que la chica encontrara en el suelo un camino trazado con baldosas amarillas, casi doradas, que parecían guiar hacia algún lugar. Con mucha emoción comenzó a seguir el camino cantando y saltando, mientras Totó olisqueaba todo a su paso. Después, y tras un largo rato, Dorothy se encontró con un espantapájaros:
—¡Hola, jovencita! —Dijo el espantapájaros, asustando a la chica y al perrito—. ¿Tú también vas a ver al Mago de Oz?
—¿Quién es el mago de Oz? —Se preguntó Dorothy confundida, sin creer que un espantapájaros estuviera hablando.
—Pues es el ser más poderoso, lo conoce todo en el mundo y es capaz de cumplir cualquier deseo —explicó el hombre de trapo y paja con emoción—. Yo le pediré rellenar mi cabeza, llena de paja seca, con un cerebro de verdad.
Dorothy pensó que si aquel Mago de Oz era tan poderoso y sabio, quizás pudiera guiarla de vuelta hasta su casa, y así fue como decidió acompañar al espantapájaros, siguiendo el hermoso camino amarillo. No pasó mucho tiempo hasta que se encontraron con un personaje muy curioso, un hombre de hojalata que estaba sentado sobre una piedra y su cara tenía una mueca rara.
—¿Te sientes mal? —Preguntó Dorothy mientras Totó ladraba preguntándole lo mismo.
—No lo sé —, se quejó el hombre de hojalata haciendo muecas raras— dentro de este cuerpo de hojalata no hay corazón, y sin latidos no puedo saber cuándo estoy triste o alegre. Necesito un corazón de verdad.
Y así fue como Dorothy, Totó y el espantapájaros le propusieron al hombre de hojalata ir a ver al gran Mago de Oz, y cuando él aceptó se pusieron todos juntos en marcha siguiendo el camino amarillo. Vaya sorpresa se llevaron cuando más adelante apareció un enorme león. ¡Todos se echaron a temblar! Sin embargo, el león estaba más asustado que ellos, porque pegado a él estaba su sombra siguiéndolo a todas partes.
—Soy un león, es cierto, pero no soy tan feroz como me gustaría —confesó el león mirando nervioso a su alrededor—, soy un poquito cobarde y todo hace que las patas me tiemblen. Me gustaría no sentir miedo jamás.
Entonces el grupo contó al león que iban de camino a ver al gran Mago de Oz, y así todos juntos se fueron caminando siguiendo la ruta de las baldosas amarillas. Pero, a medida que avanzaban el bosque se hacía más raro, los árboles más pequeños y las flores más grandes…, y cuando menos lo esperaron surgió el castillo más grande jamás visto. Una vez dentro, encontraron allí al Mago de Oz y cada uno de ellos le contó su historia. Entonces el Mago, viendo que todos eran buenos, decidió cumplir cada uno de los deseos que verdaderamente querían y no solo el que ellos creían que era el mejor.
El espantapájaros quería un cerebro para rellenar su cabeza, pero sobre todo quería ser listo y entender las cosas. El hombre de hojalata, por su parte, quería tener un corazón que latiera en su pecho, pero sobre todo quería sentir, así que el Mago de Oz le obsequió con la capacidad de sentir emociones. El león quería dejar de sentir miedo para no huir nunca más, pero sobre todo quería poder enfrentarse a las cosas que le daban miedo, así que el Mago de Oz le obsequió con valor.
Totó deseaba un hueso para morder que nunca se desgastara y al Mago de Oz le pareció buena idea. Dorothy, en cambio, deseó volver a casa junto a sus tíos… y el Mago prometió que así sería. Y así fue como todos, felices y agradecidos, celebraron mucho la visita al Mago de Oz, y tras ello Dorothy se durmió con Totó bajo la sombra de un árbol algo más tranquila y feliz de que todos sus nuevos amigos hubieran cumplidos sus deseos.
Cuando Dorothy despertó de aquella siesta estaba en su cama, escuchando a sus tíos hacer el desayuno como cada día, y sin perder tiempo corrió a abrazarlos, contenta de estar al fin en casa…