Érase una vez un pobre leñador que vivía en Persia, cuyo nombre era Alí Babá, que se encontraba trabajando un día en el bosque. De repente, Alí escuchó los cascos de muchos caballos que se acercaban y corrió para esconderse entre los arbustos. Al escuchar hablar a los jinetes, Alí se dio cuenta de que se trataba de una banda de ladrones y, una vez que se alejaron, el humilde leñador intentó huir. ¡Fue entonces cuando vio algo magnífico!
Los ladrones se acercaron a una cueva, cuya entrada estaba sellada por una enorme roca. Uno de los ladrones, que parecía ser el líder, dijo: «¡Ábrete, sésamo!» y la puerta de la cueva se abrió por completo. Así los ladrones entraron a dejar el botín que habían obtenido robando. Tras dejar el botín, el líder de los ladrones dijo: «¡Ciérrate, sésamo!» y la entrada de la cueva se cerró. Al ver aquello Alí se quedó completamente maravillado, y cuando los ladrones se fueron no pudo evitar intentar abrir él mismo la puerta: “¡Ábrete, sésamo!”, dijo Alí Babá, y la roca que cubría la cueva se movió dando paso a un enorme tesoro.
Alí, que era muy pobre, cogió una bolsa de oro y luego, con las palabra mágicas «ciérrate, sésamo», cerró la puerta de la cueva de nuevo. Al volver a casa Alí tomó la decisión de no volver a trabajar de leñador, porque pensó que podría vivir tranquilamente sacando cada cierto tiempo una pequeña bolsa de oro del tesoro que había descubierto. Estaba convencido de que los ladrones no se darían cuenta de tanto que había allí. Sin embargo, el hermano de Alí, llamado Kassim, sí que se dio cuenta de que ya no vivía como antes. Él, por su parte, también era rico al haberse casado con la hija de un mercader, y sabía distinguir muy bien esas cosas.
Y tanta curiosidad tenía Kassim, que fue a preguntarle a su hermano Alí por la repentina mejora en su estilo de vida. Así Alí, que tenía buen corazón y quería a su hermano (aunque este no lo hubiera ayudado nunca), le contó todo sobre la cueva de los ladrones…incluso que se abría con una palabra mágica.
Como Kassim era muy ambicioso, un día fue a la cueva de los ladrones y, diciendo las palabras mágicas que le había dicho su hermano, logró que las puertas se abrieran. Tras esto, Kassim no daba crédito a tan gran tesoro, que parecía suficiente como para que vivieran varias generaciones en la opulencia. Pero Kassim, del todo imprudente y ansioso, se olvidó de que ese tesoro era de unos ladrones y de que había que andarse con cuidado, por lo que un día los ladrones encontraron a Kassim allí, nadando entre monedas de oro:
—¿Cómo lograste entrar aquí? —Preguntó furioso el líder de los ladrones.
Y tras aquellas palabras dejaron a Kassim encerrado en la misma cueva como prisionero. Pasados un par de días, Alí se dio cuenta de que su hermano había desaparecido tras contarle el secreto de la cueva, así que (y temiendo que le hubieran descubierto los ladrones) decidió ir a salvar a su hermano. Y como era un hombre muy precavido, fue acompañado de unos guardias reales, en lugar de ir solo. Así, todos fueron hacia la cueva y se escondieron en unos arbustos, donde pasaron el día hasta que cayó la noche. Entonces, tal y como le había dicho Alí a los guardias, aparecieron los 40 ladrones.
El líder, diciendo las palabras mágicas «Ábrete, sésamo», hizo que la puerta se abriera, y una vez que estuvieron dentro, los guardias del rey corrieron para apresar a los ladrones, salvando con ello a Kassim, que se encontraba muy desmejorado tras varios días encerrado sin comer.
Con el arresto de los 40 ladrones el tesoro fue devuelto a todas y cada una de las personas que habían sufrido un robo, y los ladrones tuvieron que cumplir su condena, que fue bastante larga pues muchos habían sido también los robos cometidos. En cuanto a Alí, no pudo seguir viviendo de los tesoros de la cueva, pero su hermano Kassim, agradecido por haber sido salvado, le ayudó a encontrar un mejor trabajo gracias a su suegro el mercader, y para siempre tuvo una mejor vida.
Con respecto a la cueva…pues cayó en el olvido, amiguitos, pues ya nadie volvió a usarla para esconder cosas ni para nada. No obstante se cuenta que, aún hoy en día, dentro de las zonas rurales de Persia, algunos bandidos la han vuelto a utilizar para guardar tesoros. Pero, solo quien conozca las palabras mágicas, podrá acceder algún día a tan magníficos tesoros… ¿Sabes tú cuáles son?