Érase una vez un avaro banquero llamado Ebenezer Scrooge, que tenía el corazón duro como una piedra y frío como el glaciar más grande. Así, un día, en la víspera de Navidad, Scrooge se encontraba trabajando cuando llegó su sobrino Fred a invitarle a pasar la Navidad con él y su familia.
—¡Bah! ¡Paparruchadas! ¡Odio la Navidad! —le respondió Scrooge.
Tras esto, y cuando su sobrino ya se había ido, se acercó a Scrooge un empleado llamado Bob Crachit, para preguntarle si sería posible tomarse libre el día de Navidad:
—Es que tengo hijos, señor, y quisiera pasar el día con ellos.
Scrooge también odiaba las vacaciones, pues pensaba que todos, especialmente los pobres, debían trabajar siempre. Así que le dijo que podía tomarse libre la Navidad, pero que los días siguientes tendría que ir más temprano para recuperar el tiempo perdido. Pero Crachit aceptó el trato y siguió trabajando, con tal de estar con su familia en Navidad.
Llegada la noche, y cuando ya se disponía a dormir, Scrooge encontró en su cama a un hombre que llevaba consigo unas pesadas cadenas. Se trataba de Jacob Marley, quien había muerto tiempo antes y fue, en su tiempo, socio de Scrooge. Marley le contó que, por haberse aprovechado de los pobres, había sido condenado a llevar por siempre una cadena larga y pesada, y a continuación le dijo:
—Serás visitado por tres fantasmas esta noche… —le dijo Marley poco antes de desaparecer.
Y tras aquellas palabras Marley desapareció, pero Scrooge no prestó mucha atención a las mismas. Creyó que aquello era fruto de su cansancio, pues había trabajado mucho y por eso creyó ver a su socio. De todas formas, los fantasmas no existían.
Pero unos minutos más tarde, ya dormido en su cama, llegó el primer fantasma: el fantasma de las Navidades pasadas. Aquel fantasma llevó a Scrooge al pasado, donde pudo ver las tradiciones navideñas que él conoció cuando era niño, y volver a ver a su hermana, a la que había amado mucho, pero que había muerto por una enfermedad. Entonces, al intentar acercarse a ella, el fantasma devolvió a Scrooge a su habitación.
Después de aquello Scrooge no pudo dormir, y solo fue cuestión de tiempo que llegara el siguiente fantasma: el fantasma de la Navidad presente. Aquel nuevo fantasma le llevó a ver a su empleado, Bob Crachit, que era muy pobre porque Scrooge le pagaba muy mal. Así, él y su familia comían muy poco y pasaban frío, pero aún así eran muy felices porque se querían mucho.
Scrooge también pudo ver que el pequeño Tim, uno de los hijos de Crachit, estaba enfermo. Después, el fantasma le llevó hasta la casa de su sobrino Alfred, cuya familia lo estaba pasando muy bien sin echarle nada de menos. Amargado con el pensamiento del pequeño Tim, el fantasma de la Navidad presente al fin le devolvió a su habitación.
El siguiente y tercer fantasma tardó mucho más en llegar, tanto, que Scrooge se había quedado dormido cuando apareció. Era el fantasma de la Navidad futura y llevaba una capa negra con capucha con la que no se le podía ver el rostro. Sin hablar, aquel fantasma llevó a Scrooge hasta una casa de subastas en la que vendían los muebles de alguien que parecía haber muerto recientemente. ¡Aquellos muebles eran muy parecidos a los suyos!
Luego le llevó a casa de Crachit, que lloraba la muerte de su hijo Tim. Por último, hicieron un último viaje hasta el cementerio, señalándole una tumba en la que ponía: «Ebenezer Scrooge, hombre malo al que nadie nunca quiso».
Entendiendo que había sido una terrible persona hasta ese momento, Scrooge lloró y pidió al fantasma una nueva oportunidad, una forma de poder arreglar todo lo que había hecho, pues no quería que su final fuera así de triste y desdichado…Entonces, al abrir los ojos, Scrooge se encontró de nuevo sobre su cama.
Era la mañana de Navidad, y Scrooge, con todo lo que había aprendido aquella extraña noche, decidió hacer algo para cambiar: detuvo al primer hombre que vio y le dio una bolsa de oro, diciéndole que comprara el pavo más grande que encontrara, que lo llevara a casa de Bob Crachit y que se quedara con el cambio.
Luego fue a visitar a su sobrino Alfred para darle el mismo cariño que antaño había senito por su adorada hermana, y recordando que tenía un familiar aún a quien querer. Y, por último, visitó a Crachit, al que llevó muchos regalos para sus hijos, ofreciéndose a pagar los tratamientos de Tim y dándole un aumento a su buen trabajador por todos sus años de servicio.
Del malvado y avaro Scrooge que alguna vez caminó por el mundo, ya no quedaba rastro…Y es que aquel hombre, que se había visto al borde del desastre, se había dado cuenta de sus errores y había logrado enmendarlos, convirtiéndose en alguien muy amable, lleno de alegría, capaz de ayudar a los demás…y de comprender al fin el verdadero significado de la Navidad.
https://youtu.be/uzfo0G_psCI