Queridos amiguitos: la mala educación no solo es asunto de los humanos, y en el mundo de los animales también tienen que sufrir cosas como las que sufrimos las personas, especialmente los niños. Al menos eso nos dice la historia que circula por nuestros bosques de un tierno mapache.
Este animalito tuvo la mala suerte de tener un accidente un día al caerse de un árbol. Aquel accidente transformó su aspecto, de tal forma, que sus amigos de siempre comenzaron a no tomarle en serio y a burlarse de él, pensando que lo que le había pasado al pobre mapache era una cosa de risa. La inocencia de aquellos otros mapaches hizo que no obrasen adecuadamente con aquel fiel amigo que siempre había estado con ellos y que nunca les había fallado. Poco a poco, aquellos amigos dejaron también de llamarle para jugar, ya que no tenía la misma agilidad ni las mismas ganas que los demás. El mapache a raíz de aquello se sintió muy triste, y el dolor que le había producido la actitud de sus amigos de siempre, le dolía mucho más que el golpe de la caída, y eso que le había dolido mucho.
Tras reflexionar sobre su situación, el mapache llegó a pensar que lo mejor para él sería esconderse en el bosque y vivir alejado de los demás para siempre. Pero aquella actitud duró poco tiempo, casi el mismo que sus heridas tardaron en curar y los dolores en retirarse de su peludo cuerpo. Aquel mapache, tras su recuperación, se veía aún más bonito que nunca, y pronto comenzó a despertar envidia entre sus antiguos amigos, que un día, al encontrase con él de nuevo, le invitaron a formar parte del grupo. El mapache, que en aquel tiempo había aprendido a vivir sin problemas solito y que había ganado mucho en sabiduría, les manifestó orgulloso que no los necesitaba en absoluto.
El mapache ahora tenía una nueva vida llena de oportunidades y cosa bonitas que estaban aún por llegar.