En una extensa pradera vivía un grillo muy preocupado. Llevaba mucho tiempo afónico, a causa de un fuerte resfriado, y todos los remedios ensayados habían terminado en fracaso. La tristeza le embargaba, porque era muy aficionado a cantar y ahora no podía hacerlo, como el resto de sus amigos y vecinos.
¡Qué desgraciado soy! ¡Mira que no poder cantar como todo el mundo!- se lamentaba el grillo un día sí y otro también.
Un primo suyo, enterado del sufrimiento del grillo afónico, vino a visitarle para darle ánimos.
Tu afonía no es un problema grave- le dijo, con gesto tranquilizador. – Mira, yo formo parte de una orquesta en la que todos somos muy amigos. En este momento nos hace falta un trompetista y como ahora no puedes cantar pues he pensado en ti. Sé que tocas de maravilla. ¿Qué decides? ¡Oh, gracias!- le contestó el grillo- ¡Siempre me ha gustado tocar la trompeta! ¡Sí, entraré en vuestra orquesta!
Desde ese día, aquella orquesta fue la más famosa de toda la pradera y, aunque nuestro grillo siguió sin poder cantar, fue nombrado el mejor trompetista del campo. ¿Qué opináis de esto, amigos?