En un lago hermoso y tranquilo vivía una familia de grandes hipopótamos. El más pequeño de ellos se llamaba Tamba.
Todos los días Tamba observaba que algunos pájaros pequeños se posaban sobre los hipopótamos y se comían a los insectos que los molestaban.
Un día, cuando Tamba estaba solo, uno de los pájaros se acercó y le dijo:
Buenos días, mi nombre es Trinco. Vengo a pedir tu permiso para comer de los insectos que se posan sobre tu lomo. ¿Mi permiso? —Preguntó Tamba un poco desconcertado. Sí, ningún pájaro debe posarse sobre un hipopótamo sin antes pedir su permiso —dijo Trinco. Por favor, vuelve mañana —dijo Tamba—, debo preguntarle a mi madre. ¿Por qué tienes que preguntarle a tu madre? —Preguntó Trinco— ¿Es que no puedes decidirlo tú mismo? No, debo preguntar primero a mi madre —dijo Tamba. Seguro que has visto que todos los hipopótamos dejan que los pájaros les limpien sus lomos, ¿verdad? —Preguntó Trinco. Sí, lo he visto —dijo Tamba. Entonces no necesitas pedir permiso a tu madre para que yo limpie tu lomo —dijo Trinco. Pues… no sé —dijo Tamba dudando. Anda, déjame limpiar tu lomo, tienes unos insectos ahí que se ven muy ricos —le dijo Trinco— además, ¿no te molestan? La verdad es que no me molestan todavía —dijo Tamba— aunque, ahora que lo dices, empiezo a sentir que me molestan un poquito. ¿Lo ves? ¡Hay que sacártelos de inmediato! Si no lo haces pueden hacerte daño. Ese es nuestro trabajo, limpiar los lomos de los hipopótamos —dijo Trinco—. Me vas a dar permiso, ¿verdad? Pues… no lo sé… mejor vuelve mañana y te diré lo que me dijo mi madre —dijo Tamba.
Trinco se fue un poco molesto ya que todos los hipopótamos dejaban que los pájaros los limpiaran. Tamba, sin embargo, no quería dejarse limpiar el lomo. ¡Y tenía unos insectos tan grandes y gordos!
Más tarde, Tamba fue hasta donde estaba su madre y le dijo:
Mamá, si un pájaro se me acerca y me pide permiso para limpiar mi lomo, ¿puedo decirle que sí? ¿Algún pájaro te pidió permiso? —Preguntó la madre. Sí, pero le dije que volviera mañana, porque primero yo debía preguntarte a ti —le dijo Tamba a su madre. ¿Y qué te dijo el pájaro? —Preguntó la madre de nuevo. Se fue un poco molesto, porque él insistía en que todos los hipopótamos se dejan limpiar el lomo. Hiciste muy bien hijo —le contestó la madre—, es verdad que todos los hipopótamos adultos nos dejamos limpiar el lomo por algunos pájaros, pero tú aún tienes la piel muy delicada, y si un pájaro te limpia el lomo te hará daño con su pico. No lo sabía y creo que el pájaro tampoco lo sabe —dijo Tamba. Lo importante es que hiciste lo correcto y viniste a preguntarme, eres un hipopótamo muy inteligente —dijo la madre.
Nunca debemos hacer las cosas solo porque todos las hagan, siempre debemos preguntar a nuestros padres para saber si es bueno o malo para nosotros.