En un bosque había un loro llamado Rundo, que era el hijo del jefe de los loros. Un día, Rundo se encontró con un colibrí que estaba chupando el néctar de unas flores, y cuando vio lo pequeño que era, le causó tanta gracia que comenzó a burlarse de él.
¡Oye, enano! ¿Por qué eres tan chiquitito? Eres casi del tamaño de un saltamontes —le decía Rundo burlándose.
El colibrí no le hizo caso, actuó como si no le escuchara. Terminó de chupar el néctar de la flor y se marchó.
Al día siguiente Rundo volvió a ver al colibrí y de nuevo le dijo:
¡Oye, enano! ¿Por qué eres tan chiquitito? Pareces una hormiga.
Pero esta vez el colibrí se le acercó y le preguntó:
Y tú, ¿por qué eres grande? Porque los loros somos grandes —contestó Rundo orgulloso. ¿Y por qué el halcón es más grande que el loro? —Preguntó el colibrí. Creo que… porque nació así —dijo Rundo, un poco confundido. ¿Y por qué el águila es más grande que el halcón? —Preguntó el colibrí de nuevo. No lo sé —dijo Rundo—, creo que simplemente nació así. ¿Es mejor un halcón que un loro? —Preguntó el colibrí. ¡Claro que no! —Respondió Rundo. Entonces, ¿es mejor un loro que un colibrí? —Preguntó el colibrí.
Rundo no contestó palabra, se sentía un poco avergonzado por sentirse mejor que el pequeño colibrí. En realidad, había otros pájaros más grandes y fuertes que los loros.
Al llegar a su casa, Rundo le preguntó a su padre quién era el jefe de los loros:
Padre, ¿los halcones son mejores que los loros? No hijo, ningún pájaro es mejor que otro —le dijo su padre. Pero los loros somos más fuertes y rápidos que otros pájaros y podemos decirles algunas palabras a los humanos —dijo Rundo. Es verdad, pero los otros pájaros también tienen cosas que los hacen especiales —le dijo el padre. Los colibríes no tienen nada de especial, ellos son solo pequeños pájaros y son muy débiles, ni siquiera pueden comer semillas de girasol —dijo Rundo.
El padre miró a Rundo y le preguntó:
¿Sabías que el colibrí es el pájaro que bate sus alas más rápido en todo el mundo? ¿En todo el mundo? —Preguntó Rundo asombrado. Sí, y, además, es el único pájaro que puede volar hacia atrás —le dijo el padre. ¿Hacia atrás? —Preguntó Rundo sorprendido. Debemos respetar a todos los pájaros —dijo el padre—, aunque seamos diferentes todos tenemos cosas que nos hacen especiales.
Rundo estaba muy sorprendido, en realidad ningún pájaro es mejor que el otro. Así que, al día siguiente, fue a buscar al colibrí y cuando lo encontró se disculpó con él por haberse burlado de su tamaño. El colibrí se contentó mucho y llegaron a ser amigos.
Rundo entendió que todos somos diferentes y tenemos cosas que nos hacen especiales, por eso, debemos respetarnos unos a otros.