Tosco era un oso que vivía en un hermoso bosque de pinos. Siempre que encontraba un panal de miel, cogía toda la miel para sí y le llevaba un poco a su madre. Pero cuando llegaba a su cueva con la miel tenía muchas picaduras de abeja, y una noche casi no podía dormir por la hinchazón.
Aquella noche Tosco le dijo a su madre:
No es justo, las abejas me pican demasiado, por la noche no puedo dormir. ¿Recuerdas que te dije lo que debemos hacer para saber si algo es justo o no? —Preguntó la madre. Sí, es algo que se llama… ¿cómo se llamaba? —Preguntó Tosco. Empatía —dijo la madre— ¿Recuerdas lo que significa? Sí, significa ponerse en el lugar de la otra persona. —Dijo Tosco. Pues ahora tú debes ponerte en el lugar de las abejas. Pero yo no soy una abeja —Contestó Tosco desconcertado. Por eso mismo debes usar tu imaginación para tener empatía con las abejas. Por ejemplo, ¿dejas algo de miel en el panal cuando la coges? No, no dejo nada, me la como casi toda y lo demás te lo traigo a ti, mami. Gracias por traerme un poco de miel, a mí también me gusta mucho, pero, ¿sabes por qué las abejas fabrican miel? ¿Para comérsela? —Preguntó Tosco con gran curiosidad. Sí, y también para alimentar a las abejas recién nacidas. —Contestó su madre. ¡Pero yo también necesito la miel! Si tú fueses una abeja y viniera un oso grande y peludo a quitarte toda la miel, ¿no le picarías muy duro hasta que se fuera?
Tosco pensó en las palabras de su madre y se dio cuenta de que nunca había visto aquella situación desde el punto de vista de las abejas.
Tienes razón, mamá, es verdad. ¡Con razón las abejas se ponen tan enfadadas cuando les quito toda la miel! Pues ahora que has usado la empatía y te has puesto en el lugar de las abejas, toma solo una parte de la miel cuando vayas a cogerla —dijo la madre—, las abejas tratarán de picarte, pero tú te irás enseguida y así podrás comer miel y dormir bien por la noche.
Al día siguiente, Tosco fue a un árbol en el que había un panal de abejas. Se acercó, cogió solo una parte de la miel y se marchó, dejando más para que las abejas pudiesen comer. Ese día Tosco comió su rica miel, le llevó algo a su madre y pudo dormir bien por la noche.
Tosco había obrado con empatía, y las abejas le premiaron su actitud dejándole ir sin una sola picadura.