—Enserio, lo lamento…
Esas fueron las últimas palabras que escuché al abrir la puerta y encontrarme a mi hermano en ella, ahora estoy cayendo en un pozo infinito, sin salida, sin explicación. Todo esta tan oscuro, los sentimientos se arremolinan en mí, siento que la cabeza está por explotarme y ya no escucho los llamados desesperados de Andrea.
Ya no escucho nada, no pienso nada, ya no soy nada.
Algo cambia en mí como si las piezas estuvieran acomodándose, regresando a su sitio después de tantos años permaneciendo arrumbadas en alguna parte que desconozco, pero esas piezas son mis pensamientos, no, mas bien, son mis recuerdos, mis verdaderos recuerdos.
Me siento tan confundido, ¿enserio he pasado por todo esto? La pregunta es tonta y lógica a la vez, veo tantos escenarios, tantas historias pasando frente a mis ojos, por la oscuridad que me atrapa; lo único que en verdad sé es que estoy inconsciente y todo ha sido culpa de la mirada de Rick, de esa extraña mirada. Ahí es donde empiezan a aparecer las respuestas.
«Rick manipuló mi mente y ahora me ha liberado»
El odio crece en mí, es tan inexplicable, un veneno corrosivo me invade, me susurra incansablemente que me levante, que despierte y asesine al que me ha causado sentir el dolor de la confusión, de vivir en una maldita mentira.
Puedo ver mi vida en Washington, mi infancia, el servicio en el ejército, mis errores… el caos, a mi padre con el pecho de su uniforme lleno de medallas mientras me indica con el índice que guarde silencio, me mareo, cierro los ojos, ahora estoy en un cuartel lleno de soldados saludándome, los vuelvo a cerrar, veo a Arthur enseñándome un reporte de laboratorio, parpadeo otra vez, un poco más fuerte que antes… los abro y tengo un arma en las manos, no, no es solo es eso… también hay sangre… «Mierda»
—¡Silvestre! —grito Andrea
Veo a Phil en el suelo, ese antiguo camarada de la SSMH que ya había olvidado, sangrando, a su esposa llorando junto a él y al pequeño Henry observándome mientras me llaman «¡asesino!» me alejo de ellos para chocarme con una pila de cuerpos más, unos mas putrefactos que otros, el olor me marea y yo solo puedo pensar en despertar «¡Abre los ojos!» me grito pero las palabras no salen de mis labios, ni de mi conciencia. Sigo caminando por los pasillos de mi mente, hay un camino infinito lleno de puertas abiertas, de sucesos que ahora recuerdo y de las verdaderas razones por las que abandoné mi país.