Era oscuro y no podía pensar en otra cosa que salir de allí. Pero eso ya era imposible. Nos habían traído a la academia a la fuerza, encadenadas y descalzas. Al llegar, la directora nos obligó a quitarnos la poca ropa que teníamos.Asi, sin nada que nos protegiera, fuimos formadas una tras otra. Todas sabíamos que desde ese momento nuestra vida iba cambiar para siempre. Algunas pocas, jóvenes huérfanas o pobres, habían elegido ese destino. Yo no, nunca quise ser "dócil", nunca tuve vocación de servicio y sumisión a los dominem. Yo detestaba a esa clase alta, que obligaba a un grupo selecto de mujeres a servirles.
Fueron pasando los años, muchas compañeras no sobrevivieron a la crueldad de la academia, pero yo si. Quería vivir y el precio a pagar fue perder mi personalidad, mi voluntad. Hoy soy una dócil por completo, trabajo en una gran mansión para una gran familia. Solo queda de mí lo único que no me han podido quitar, mi nombre. Soy Ruth y soy una dócil.
Para más, sigan mi novela "Diario de una dócil" y mi chat "academia para dóciles"