En una sabana. Donde, un gran grupo de animales herbívoros vivía en una lucha encarnizada por un estanque; y los recursos que contenía el mismo. Un sabio ratón se levantó entre el tumulto, y propuso un tratado; en el que promovia la alianza y la protección entre los que se sumarán a este. En consecuencia, todos tendrían la misma ración y reinaria, la igualdad. Los líderes de cada manada accedieron, pero no por seguir el mandato de un pequeño animal, sino porque eran conscientes de que las bajas de su grupo eran fuertes y muy consecuentes, si seguían de este modo cabía la posibilidad de que no sobrevivirian a los problemas futuros.
Varias décadas y generaciones pasaron tras aquel suceso. Todo prosperaba de maravilla. Y como el líder ratón fue quien propuso el tratado, se dejó de encargo a sus futuras generaciones, para que velasen por el cumplimiento de dichos acuerdos.
En una mañana de esas en las que el cielo, trae consigo malas señales. Se comenzó a brotar un leve olor a azufre.
Se dio aviso a los rotanes; que un grupo de leones jóvenes estába rondando el estanque y que pedían que los dejaran quedarse en aquel lugar. Se convocó a todos los líderes, de cada especie. Mientras que mantenían a los leones alejados.
Todos estaban en desacuerdo de dejarlos quedarse. A excepción de uno solo, el líder ratón de esa generación. Quien por alrededor de una hora dio argumentos del como «se había fundado en primer lugar la congregación, y de que nada malo podría venir si se le tiende la mano a un necetido, además de que este mundo necesita más igualdad» y un monton de cosas sobre la moral y la ética que eran innerentes en el tema.
Al final, terminó por convencer a la mayoría y los leones se integraron agradecidos. Esto duró hasta que una noche, los leones comenzaron a acabar indiscriminadamente, con todos los animales que allí habitaban. Lograron reducir el grupo (desorientado por la noche), a la mitad, todos corrían despaboridos sin saber a donde.
El primero en perecer aquella noche funesta ante esas desgarradoras garras, fue el ratón que en sus últimos momentos no le quedó más que arrepentirse de su ingenua igualdad.