La voz lejana.
Sentado en la sombra de un árbol frondoso, y con viento soplando suave por las colinas y el valle.
Nubes de tormenta se arremolinan por lo bajo del valle, y el río cristalino serpenteando en la ladera norte del pequeño monte donde se alza el árbol, yo pienso y sueño despierto, con las historias de batallas de antaño.
Buscando estrellas brillantes, y atardeceres de colores nobles, más hermosos que la sangre azul de príncipes y princesas.
Diamantes cuál espejos mágicos, reflejan su color en prismas y bailes al ritmo de fogatas llamativas.
Tercetos de príncipes valientes, poemas de formas y amores, de diversos colores y amores. Todos bailando al ritmo de las estrellas.
Hermosas nubes blancas que flotan en el aire dorado de tardes azules, y montañas púrpuras, arenas lejanas de desiertos majestuosos.
Olores de especias y sabores deliciosos, llenos todos los platillos de amor, para el bien amado de tu corazón.
Pero, al caer la noche, con hermosas estrellas y fulgores de galaxias lejanas, llegan las sombras, grandes e imponentes.
Tan altas como el infinito, y tan anchas como de horizonte a horizonte, cruzando por encima de las cabezas de nuestros antepasados.
De todo esto y más, he visto y he escrito. Soñador despierto, dormido sin dormir en la ladera de un monte, bajo el abrigo de un árbol hermoso, que ningún hacha ni mano humana a tocado jamás.
Memoria...
Alexander Vesurger.