Era una noche de tormenta cuando María llegó al aeropuerto de Nueva York. Había viajado desde México a Estados Unidos para visitar a su hermano mayor, quien había emigrado allí hacía varios años. A pesar de que la idea de ver a su hermano la emocionaba, no podía evitar sentirse un poco inquieta. Nunca había viajado sola antes y estaba en un país nuevo con un idioma diferente.
Mientras esperaba su equipaje, se dio cuenta de que había perdido su teléfono celular. Había estado revisando mensajes de texto durante todo el vuelo y no sabía cuándo lo había perdido. De repente, se sintió sola y vulnerable. ¿Cómo se iba a comunicar con su hermano sin su teléfono?
Mientras buscaba en su bolso desesperadamente, notó a un hombre parado cerca de ella. Él la miraba fijamente, lo que la hizo sentir incómoda. María intentó ignorarlo y continuar buscando su teléfono, pero él se acercó más y comenzó a hablar con ella.
El hombre era alto y delgado, con una mirada fría en sus ojos. María se dio cuenta de que era un hombre peligroso, pero no podía escapar. Él comenzó a hacerle preguntas personales, como su nombre y su edad, lo que la hizo sentir aún más asustada. Entonces, la tomó del brazo y comenzó a arrastrarla hacia una puerta lateral del aeropuerto.
María intentó resistirse, pero el hombre era fuerte y ella era pequeña. No sabía qué hacer y comenzó a llorar de miedo. Fue entonces cuando apareció un hombre que la salvó. Se presentó como un agente del FBI y detuvo al hombre peligroso antes de que pudiera hacerle daño a María.
Después de esa experiencia aterradora, María se dio cuenta de que siempre debía estar alerta y consciente de su entorno. Pero también se sintió agradecida de que todavía hubiera personas buenas en el mundo que estuvieran dispuestas a ayudar a los demás en momentos de necesidad.
El agente del FBI se ofreció a llevar a María a casa de su hermano y asegurarse de que estuviera a salvo. Durante el viaje, ella le contó lo que había sucedido y le agradeció por haberla salvado. El agente le dijo que era su trabajo proteger a las personas y que estaba feliz de poder ayudar.
Cuando finalmente llegaron a la casa de su hermano, María se sintió segura y aliviada. Su hermano la abrazó y le dijo que siempre estaría allí para protegerla. A pesar de lo que había pasado, María decidió que no dejaría que ese hombre peligroso le quitara su alegría por estar en un nuevo país y visitar a su hermano.
El agente del FBI se despidió de ella con una sonrisa y le deseó buena suerte en su aventura. María sabía que nunca olvidaría la noche en que conoció a un hombre peligroso, pero también sabía que siempre recordaría al hombre que la salvó y le mostró que aún había esperanza en el mundo.