Sus labios, su respiración, sus manos. Apenas nos habíamos separado del beso para respirar y evitar caer por las escaleras de camino a mi habitación. Le saqué la camisa a tirones hasta dejarla tirada en el piso. Sentí su sonrisa contra mis labios, pero no le presté demasiada atención, llevaba fantaseando con esto los últimos meses. Sabía que él también, su desesperación me lo advertía. Deslizó las manos por debajo de mi camiseta hasta lograr quitarla. Me empujó a la cama y se puso sobre mí, nos miramos unos instantes sonriéndonos. Llevé mis manos a sus mejillas y las acaricié antes de atraerlo para darle un corto beso en los labios. De repente, la adrenalina se había disipado ligeramente para darle paso al nerviosismo. Parecía que Chris me leía la mente cuando me susurró que me relajara, que todo iba a ir bien. Volvió a besarme desesperado, lo deseaba tanto como yo. Crucé mis brazos por su cuello intentando pegarlo a mi cuerpo. El resto de nuestra ropa, un estorbo a estas alturas, desapareció en cuestión de segundos. Chris se posicionó dejando mis piernas a cada lado de su cuerpo y las manos en mis caderas. Susurró que me relajara, pero la puntada de dolor que siguió a sus palabras lo hizo imposible. Me besó mientras pasaba su mano por mi entrepierna logrando que poco a poco me distrajera del dolor. Nuestras voces llenaron la habitación. Pensé, cómo único pensamiento lúcido, que me alegraba que mis padres no estuvieran en casa ahora mismo, no podría contenerme y nuestro acto quedaría al descubierto. Sus labios se unieron a los míos en un beso tan corto que no había sido más que un roce. Sus movimientos estaban haciendo que enloqueciera lentamente. No hubiera imaginado que se sentía así entregarme por completo. Llegar a un punto cúlmine no se sentía para nada igual cuando Chris era quién me llevaba a este. Su cuerpo pegado al mío, sus manos paseándose a su antojo por cada centímetro de mi piel. Su boca adueñándose de mi cuello. Su voz susurrando mi nombre de vez en vez. Era perfecto. Chris lo hacía perfecto. El fluido de la vida me llenó por completo. Se apartó de mí, pero solo lo suficiente para poder acostarse a mi lado y abrazarme más fuerte de lo que lo había hecho nunca. Susurré contra su hombro que lo amaba, recibí un beso en la cabeza como respuesta. Era más que suficiente, no necesitaba nada más para saber que él también lo hacía.