Lo que fue...
Ya no llevo puesta la remera, hace unos segundos voló por alguna parte de la cocina luego de gritarnos y despotricar por algo que no tiene arreglo. Mi cabeza está apoyada en la alacena suspendida sobre la mesada, aprieto mis ojos cerrados fuertemente mientras respiro entre cortado y jadeo. Mis manos se impulsan sobre sus hombros para erguirme un poco. Soy despojado de mis prendas inferiores velozmente, mientras vuelvo a mi posición original, de nalgas sobre la mesada. Sus manos ahora se pasean por mi torso recorriendo hábil y freneticamente, apretando y pellizcando todo a su paso hasta llegar a mis caderas. Besos húmedos y sonoros se desparraman por mi cuello y clavículas. Ahora mis manos llegan a su cintura, rápidamente desabrocho el botón y bajo el cierre, meto la mano en su prenda interior y tomo su miembro, acercandolo a mi pelvis, mientras era jalado de los glúteos para aproximar mi cuerpo hasta su pelvis. Se undió en mí pasionalmente, su estocada fue dura y profunda. Ahoga su gemido presionando la boca entreabierta en mi cuello, y el mío se pierde entre sus cabellos. Tomé su nuca buscando trabar miradas, sus pupilas luminosas estaban fijas en mi boca. La acerco a la suya y comenzamos una batalla feroz de lenguas trenzadas, mordiscos en los labios y choque de dientes. Todo tan apretado, tan señido y jodidamente lujurioso. El vaivén de su pelvis chocando y alejándose de este cuerpo. Mi mano rodeando su cintura y la otra entrelazada en su pelo ensortijado ahora un poco más largo. Locura por llegar hasta donde no se puede, desenfreno por encubrir el gozo con nuestras bocas ocupadas en besos que callan palabras hirientes. Más ruidos, más sudor, más fuego que emanan de nuestros cuerpos chocando una y otra vez, más rápido, más fuerte, más diligente, completamente desquisiante.
Una explosión de sensaciones que erizan el bello de nuestros cuerpos, el mayor estado de satisfacción, placer y lujuria culminando con una de sus mano deslizándose por mi pene y otra en mi cadera duramente clavada. Sus fluidos bombardeando mi interior y el mío brotando entre su mano y nuestros torsos. Nos abrazamos fuertemente, respiramos con dificultad en los cuellos contrarios y solo reímos suavemente. Lentamente desarmamos ese abrazo. Él se retira dando unos pasos hacia atrás mientras se abrocha el pantalón con la vista en el piso. Me bajo de la mesada, busco mis prendas y me las pongo rápidamente, en silencio. Tomo la mochila de una silla y antes de cerrarla, cargo unos libros, una foto nuestra y mi taza. Está recostado en la pared de la cocina, aún con la vista al piso y ahora sus manos en puño apretado dentro de los bolsillos del pantalón. Separo la llave de mi llavero y la dejo en la mesa junto a la entrada. Solo digo "linda despedida". Saca una mano del bolsillo y la alza en forma de saludo, mientras dejo ese lugar que llamé hogar y él empapando su mejillas de lágrimas se desliza hasta el suelo por aquella pared, para soltar entre sollosos lo que alguna vez fue nuestro amor…