Faroles en la noche (cutie)
Parpadeantes en la noche se elevaron por los cielos miles de linternas ardientes. Los deseos dentro se consumieron llenos de anhelos y esperanzas. Incluso la luna se encendió refulgente como si alguien le hubiera susurrado su deseo más desesperado.
Almas vagabundas rondaban en la oscuridad, lejos de las luces de los faroles en esa noche brillante. Viajaban solitarias, viéndose deprimentes y algo hambrientas también.
Deambulaban sin rumbo. Sus movimientos vacilantes y errantes. Silenciosamente extraviadas.
No había calidez para ellas. No había esperanzas ni paz.
El resentimiento, la obsesión o el miedo al más allá las mantenían vagando, alejadas de la humanidad, anhelando cosas que ya no podrían obtener. Algunas parasitan a veces en cuerpos frágiles, absorbiendo toda su vitalidad hasta que la persona se desmoronaba y se arrastraban hacia alguien más.
Sin embargo, no todas eran así.
Un alma errante, etérea y curiosa, se separó de sus pares atraída por un farol que brillaba solitario cerca del río. Aún estaba en manos de una niña pequeña que le susurró un deseo desde el fondo de su corazón y con lágrimas corriendo de sus mejillas envió al cielo su pedido.
Un sentimiento indescriptible se extendió sobre el alma y se movió como si estuviera hipnotizado hacia la linterna que se elevaba lentamente.
La alcanzó a media altura y, sin saber lo que hacía, sintió la necesidad de hacer contacto con ella. Tras un ligero roce oyó el desesperado deseo de la niña. Todo lo que había estado neblinoso y poco claro se despejó como el cielo en una tarde de verano.
En la sombra deslucida de su rostro una expresión pacífica se dibujó antes de encenderse y desvanecerse finalmente en puntos de luz brillantes.
En la distancia la niña vio el juego de lucecitas que rodearon su linterna y con el llanto aún corriendo de sus ojos sonrió.