¿Cómo se había convertido el paraíso en un campo de batalla? ¿Cuándo sucedió? ¿Fue antes o después de la primera vez que tuvo que guardar silencio para no alterar a Elliot? ¿Cuando soportó el silencio de su amargura o cuando las burlas fueron peor que los insultos?
No lo sabía. No podía recordarlo.
La degeneración de lo que existió entre ellos fue lenta y amarga, bañada en la dependencia del más joven hacia él, mientras la manipulación emocional se convertía en la droga que lo mantenía vivo. Frank se convenció de necesitarlo tanto que sacrificó todo lo que realmente le hacía feliz por él.
La ceguera de Elliot nunca fue un impedimento para amarse, más la forma en que ahora era la razón por las cuales sus peleas se inctementaron, la hacían un obstáculo para avanzar. Frank estaban ensimismado en asistirlo, ayudarlo, hacer todo por él. Mientras tanto, Elliot, lo rechazaba alegando que no era un lisiado.
Empeñado en que no había un «antes» de Elliot, y que nunca habría un después porque estarían siempre juntos, Frank se convenció de que haría lo que sea por mantenerlo a su lado. Así fue que pasó desapercibido la decadencia que consumió lo que vagamente tuvo posibilidad de existir y destruyó completamente a Frank.
Elliot había perforado tan profundamente su mismísima existencia que ya no era él el que protagonizaba su vida. Sentía que era la vaga coestrella de Elliot y no le importaba serlo.
—¿Cómo sabes que te gusto si no puedes verme? —Frank recostó su cabeza sobre las piernas del mayor, inhalando el particular olor que dejaba la lluvia cayendo en la tierra seca.
—Porque puedo oír tu voz, disfruto de tu agradable aroma, me gusta la textura de tu cabello —metió su mano en la melena rubia para masajear el cuero cabelludo —, tu piel es tersa y siempre eres interesante de escuchar. Lo último que necesito es la vista para saber que eres hermoso.
Mientras una lluvia torrencial hacia estragos en toda la ciudad, ellos pasaron horas mimándose bajo las sabanas, envueltos en su propio mundo.
El sexo era la clave de su extraña relación y ambos lo sabían.
Aquello era increíble, no era frenético y descabellado. Correspondía a la lentitud, la dulzura y la sutileza con tintes tenues de pasión. Eran los dedos de Elliot recorriendo la espalda del rubio con una lentitud letal mientras Frank lo cabalgaba con paciencia en movimientos suaves, llenando la habitación de gemidos roncos.
El sexo era más que sexo, se hallaba en Frank descubriendo los lunares en el pecho de Elliot con sus labios, en cortos besos precisos. Era dejar que Elliot libara cada maldita partícula del rubio, enviciándose con todo lo que él representaba.
El sexo era todo lo que estaba bien hecho en el plano terrenal, significando más que la vaga penetración ansiosa por llegar al clímax, como si ambos disfrutaran mucho más del camino que del destino.
... porque después venían los arrepentimientos.
Abrazado al otro, con su mano extendiéndose por el pecho ajeno y manteniendo la respiración calmosa, la vida se le arremolinaba violentamente, haciendo nacer a la culpa desde sus entrañas retorcidas.
La culpa de perdonarlo y recompensarlo con sexo justo después que Elliot le estampara los puños en la cara y lo pateara hasta la inconsciencia. ¿Era su culpa? Él se lo decía siempre, debía ser verdad, ¿no?
×
Para reflexionar: este relato está basado en el dolor de ser testigo de una relación de este tipo. Yo no apoyo la violencia de ninguna manera.
Quien te golpea de ninguna manera te ama. Si tú u otra persona que conoces está con alguien violento que agrede a su pareja, por favor pide ayuda. Nunca será tu culpa que alguien en quien confías te golpee o te maltrate con sus palabras. Pide ayuda.