A lo lejos escuchó su grito, era desgarrador y doloroso, no sabía lo que realmente pasaba con él pero si sabía que estaba muriendo de forma horrible y que era culpa suya, quizás exageró un poco, quizás debía haberlo pensado mejor pero ya no había oportunidad de salvarlo, así que no miró atrás y simplemente salió de ese lugar.
Veinte minutos después ya estaba en la carretera, condujo a casa, tomó un baño y se fué a dormir.
Muchas veces había escuchado hablar de aquel lugar, aquel pequeño bosque no tan retirado de la ciudad pero con muchos horrores que esconder.
Algunos le decían el bosque de las viudas, pero otros le decían el bosque del pecador.
Según la leyenda, en aquel lugar habitaban espíritus oscuros y malignos, sombras macabras y horribles que destrozaban y comían a sus víctimas poco a poco hasta que sólo quedaran sus entrañas que luego pasaban a ser parte del bosque.
- Lo único es llevar al pecador ese y decir en qué te falló y dejarlo ahí, eso sí, no puedes arrepentirte y mucho menos retractarse-, le dijo su amiga unos años atrás cuando él la traicionó por primera vez, en esta ocasión esas palabras llegaron a su mente y corazón heridos con más fuerza y convicción.
Camila tomó el teléfono de su esposo aquella mañana, una llamada despertó su curiosidad, decía supervisor llamando, no alcanzó a decir hola cuando la mujer del otro lado se excuso por llamar tan temprano pero quería desearle el mejor de los cumpleaños y recordarle que esa noche tenían una candente celebración y colgó; hasta el momento la información que tenía Camila era que su esposo aquella noche debía trabajar hasta muy tarde.
Algunos años atrás Camila había perdonado una infidelidad de su esposo, era joven y estaba muy enamorada, creyó en sus palabras y lo perdonó, ahora estaba en la misma situación pero en esta ocasión el amor ya estaba desvaneciéndose y no le importaba estar sola, pero no iba a dejar que siguiera su vida como si nada.
Lo espero despierta hasta que llegó a casa, al rededor de la una de la mañana, su sonrisa y buen humor fueron suficientes para convencerla de que merecía el castigo.
Le ofreció un vaso de agua con algunas gotas para dormir y fueron demasiado efectivas, media hora después lo tenía medio dormido y en el asiento de atrás de su carro rumbo al bosque del pecado; llevaba a demás sus cuatro velas negras y la convicción de que estaba haciendo justicia, de él se lo merecía.
Llegó hasta hasta el letrero de precaución y giro a la derecha, se entró diez metros y paró justo unos metros antes del árbol más grande y extraño que estaba en aquel bosque, estaba oscuro y los escalofríos no paraba pero ya que estaba allí no podía arrepentirse.
Llevó a su esposo hasta el centro de las velas negras y lo dejó allí, salió del círculo y lo culpo:
Te culpo a tí, Frederick Thomson por serme infiel y faltarme al respeto por todo este tiempo, te entrego a los guardianes de la justicia y que sean ellos quien te juzguen.
Un soplo de viento fuerte llegó desde el árbol, apago las velas y luego se encendieron por sí mismas, era hora de irse y no voltear y arrepentirse ni querer salvarlo, ahora el destino de su esposo estaba en manos de aquellos espíritus, y por los gritos que pudo escuchar cuando salía de allí, pudo saber que nunca más volvería a verlo.