Ella era tan perfecta, linda, misteriosa y cariñosa. Nunca peleábamos, nunca nos gritamos o insultamos y muchos decían que seamos la pareja perfecta pero ¿Cómo decirle que era su hermana quién me gustaba? Ella no sabía nada de mí, yo sabía todo sobre ella incluso sabía diferenciarla de su gemela.
Pasó mucho tiempo cuando al fin me decidí a confesarle sobre mis sentimientos por su hermana, lo nuestro no podía ser ni llegaría a nada, y yo sabía que su hermana sentía lo mismo por mí, cuando terminé de hablar, ella me miró y me volvió a sonreír como siempre.
—No me importa si te gusta mi hermana mientras sigas estando para mí, yo soy feliz. —cabizbaja me habló con mucha tranquilidad, pensé que reaccionaria de mala manera y guarde silencio a esperar que siguiera hablando. Ella levantó la cabeza y me miró a los ojos.
—Gracias por entender. —le dije. Parecía que no diría más nada y opté por marcharme del lugar, estando a tres calles de distancia ella me gritó algo que no puede comprender con exactitud por el ruido de los carros que pasaban.
Un año de noviazgo y todo parecía perfecto. Ya teníamos diesisiete mi novia me miraba a menudo con tristeza y es que ella decía tener miedo a que nuestra felicidad se acabase, para consolarle, la abrazaba y le decía que jamás la abandonaría le prometí que nos casariamos si nos llegamos a graduar, ella estaba feliz por eso y esa promesa se mantuvo hasta aquel fatídico día, ella estaba con otro y, besándose.
A sólo medio año para graduarnos, ella estaba con otro ¿Qué había pasado? ¿Por qué lo había echo? Estaba muy alterado y me sentí engañado. Pero no debía preocuparme, lo hablaría con ella y me lo explicaría, de no haber explicación entonces terminaríamos.
No hubo explicación, ella no decía nada e insistía en que ya no sentía nada por mi, eso me había atravesado el corazón y había sido lo más doloroso que pude haber experimentado. Ella se marchó y me dejó ahí, solo y bajo la lluvia, me marché a casa, no quería saber nada de nadie a los pocos días recibí una visita inesperada, era ella, mi mejor amiga de la vida. No quería que me viera como alguien débil pero no podía soportarlo más y ella me consoló, nos volvimos más unidos que antes y cuando le dije lo que había pasado con su hermana, ella me dijo que me lo había advertido.
Eso me sorprendió, nunca me había dicho nada. Nunca me dijo na... ¿Acaso había sido lo que no había logrado escuchar aquella vez en el parque? ¿Pero qué me había dicho exactamente? Ella me abrazó y me dijo que no me preocupara por lo demás y, por un instante me tranquilizó su voz. Me quedé dormido. No supe que más había pasado.
Cuando desperté, estaba vestido con un traje negro muy elegante y de pié frente a un espejo ¿Qué estaba pasando? ¿Cuánto había pasado? Me miré con detenimiento, me veía más mayor, como de unos veinte años. Luego llegó mi mamá a decir que todos estaban esperando, que debía apresurarme a llegar antes que la novia, no entendía nada, le pedí una explicación de todo, ella no respondió y sólo se limitó a repetir el mismo diálogo. Al llegar a dónde el sacerdote, comenzó a sonar la típica canción de boda pero en su versión violín. Me di la vuelta y ahí estaba mi ex, caminando por la alfombra de seda, se le veía feliz pero yo seguía sin entender nada. Me froté los ojos volviendo la mirada a la novia ahí me di cuenta, no era mi ex, estaba por casarme con mi mejor amiga de toda la vida, me sentía aliviado y tranquilo. Ella llegó hasta conmigo y el sacerdote, la ceremonia comenzó, hasta que llegó el momento en el que el sacerdote preguntó:
—Si hay alguien que sepa de algún impedimento por la que éste matrimonio no deba realizarse, que hable ahora o que calle para siempre...
Hubo un minuto de silencio y mi futura esposa estaba alterada.
—Padre, continúe con la ceremonia —habló ella.
—¡Yo me opongo! —se escuchó la voz de una mujer, todos voltearon a la entrada de la iglesia y ahí vimos a la gemela de mi futura esposa, mi futura cuñada— yo me opongo a este matrimonio.
—¿De qué habla, señorita? —preguntó incredo el sacerdote.
—¡No te puedes casar con ella! —ella se acercó hasta donde mí y con ojos llorosos me miró, tomó mis manos— tú lo prometiste, prometiste casarte conmigo luego de la graduación y, ¿Te quieres casar con ella?...
—…Esto, Yo —intenté hablar pero las palabras no salían, estaba confundido ni siquiera sabía cómo reaccionar.
—¿Qué haces aquí? —preguntó mi futura esposa— ¿¡Cómo te atreves a interrumpir mi boda!?
—¡Ésta debería ser mi boda! —respondió su hermana— ¡Jamás debí confiar en ti!
—No... ¡¿Qué está pasando?! —grité. No aguantaba más, ¿A qué se supone que juegan ellas?