Continuación de "Oscura Tormenta".
Todoroki
La noche se cerraba sobre mí, iba acercándose a mí persona lentamente pero constante. Ya me resultaba imposible escapar de su voráz asecho, sudaba por cada poro de mi piel. Mi corazón latía tan fuerte que parecía querer explotar.
No podía permitir que me descubra en plena noche ya que si eso ocurría... descubriría mí secreto. Nadie tenía que verme, nadie ni siquiera él o estaría perdido.
Los dolores comenzaban a invadirme indicándome que la transformación había dado inicio. Comenzaba a agitarme más de lo usual, sin embargo continuaba corriendo sin detenerme hasta que pude entrar en el bosque.
El atardecer iniciaba el proceso y mí maldita apariencia nocturna debía permanecer oculta entre las sombras o...sería mí fin.
Me quedé sin aliento y mí pecho estuvo a punto de reventar. Me oculté tras unos arbustos donde ni la luz de la luna podría alcanzarme.
- ¿Dónde estás? ¡Todoroki! ¡Contesta por favor! ¡Shoto! - su voz reflejaba la preocupación y la angustia que estaba sintiendo debido a mí ausencia.
"Lo siento Denki, pero no puedo permitir que me veas asi".
Me alejé de allí sin que se diera cuenta pero al segundo caí exausto al suelo. Mis huesos parecían separarse y extenderse de tamaño, el dolor fue insoportable pero cerré mis labios obligándome a no lanzar aquel desgarrador grito que parecía estar a punto de salir de mi garganta.
La oscuridad llegó pronto y con ella mí horrenda apariencia.
Dos metros de altura, todo mí cuerpo estaba cubierto de piel negra, mis ojos se tornaron rojos y mí rostro tenía la forma de un monstruo infernal. Mis uñas se transformaron en garras; cuando el proceso finalizó sentí la fría brisa acariciar mí peludo rostro. Me incorporé quitándome la ropa echa jirones.
-¿Shoto? ¿Eres tú? - su desesperada voz sonaba tan cerca que no pude resistirlo más. Salí de mí escondite para abrazarlo pero él solo vió mí horrenda apariencia - ¡AAAAAHHHH! ¡UN MONSTRUO! ¡TODOROKI AYUDARME!
Quise sujetarlo, hacerle entender que era yo, Shoto, y que no tenía nada que temer. Pero mis afiladas garras desgarraron sus delicados brazos. Con el forcejeo él cayó al suelo golpeándose la nuca con una dura piedra. Murió al instante.
Lancé un desgarrador grito al vacío, presa del dolor, la furia y la impotencia. Pero no salió mí voz sino un rugido animal similar al de una bestia salvaje.
¿Por qué? Denki. A mí mente regresó la imagen de aquel que me hechizo, el causante de esa muerte y de mí desgracia. Izuku. Maldito hechicero, sus palabras invadieron mí mente como cuchillas.
- Si no eres mío, no serás de nadie.
Sostenía el cuerpo sin vida de mi amado rubio entre mis brazos, no se cuánto tiempo pasé a su lado. Pero si fui consciente de la nueva determinación que se gestó en mí.
Izuku me dijo que sólo el verdadero amor podría destruir el hechizo. Pensé que Denki lo había conseguido pero estaba equivocado. Ese rubio, al igual que Izuku, solo vió mí aspecto exterior.
Ninguno de los dos fue capaz de amarme de verdad. Por lo visto el amor era tan solo una mera ilusión, una gran mentira.
En ese caso los mataría a todos. Mataría a todos los jóvenes bellos y seductores, por falsos e hipócritas. Todos, absolutamente todos eran iguales, fríos y superficiales. Desgarre el bello y delicado cuello de Denki y lo dejé allí como advertencia.
Desde aquel momento me convertí en la Bestia Del Bosque y llevo más de 500 víctimas en mí oscuro y solitario camino. Mí corazón estaba destruido. Todos eran Denki e Izuku.
Todos eran huecos, superficiales, vanidosos e increíblemente hermosos. Todos tenían que morir. Jovenes y donceles por igual morirían.
Sin embargo mí alma sigue sangrando por más increíble que parezca. Y peor aún, Izuku continua asechandome y burlándose de mí desgracia.
Pero no me rendiré, seguiré destruyendo vidas sin sentido alguno.
En estos precisos instantes veo a otra belleza superficial. Son las seis de la tarde y aún conservo mí apariencia humana. Aún soy un muchacho de aparentemente 18 años de edad cuyo aspecto físico cautiva a las falsas bellezas.
Una siniestra sonrisa se dibuja en mí rostro mientras me acerco a mi nueva víctima que al verme se ruboriza avergonzandose. Es tímido, perfecto.
Mis garras comienzan a aparecer, mientras le permitió que se encandile con mí hermoso rostro. Para cuando se da cuenta de la realidad es tarde, demasiado tarde.
Un alarido de otro joven doncel desgarra el aire....
FIN