El olor a licor era imparable esa noche, los amantes casuales eran una combinación muy especializada.
Todos estaban pendientes por mi próximo movimiento a uno de los hombres más importantes de ese lugar, el Señor Carter. Un hombre muy nombrado en el circulo social de la nobleza.
Por supuesto, no iba a perder la oportunidad de llevarlo a la cama, el plan era simple, invitar a ese gran Alfa a tomar unos tragos y luego, sexo. No quería una relación formal, solo quería pasar una buena noche con el hombre más importante del país y alardear por ello.
No me esperaba que el día después de nuestra salida de una noche, ese Alfa se encontrara parado en la puerta de mi casa, con un ramo de flores y una caja de chocolates, pidiéndome ser su amante ocacional. En el primer intento lo mande a la verga, la segunda vez que apareció frente mío le pegué una trompada en la cara, y así siguió unas cinco veces más, hasta que en un momento, acepté.
Esa noche solo buscaba tragos y sexo en un Alfa, lo que no esperaba encontrar era un esposo maravilloso, un lindo Alfa y un excelente padre.