Era un chico; un chico alto, morenito y serio, aquel chico que era inalcanzable para mí.
—¿Cómo pasó?
—Pues... solo sucedió.
A veces el destino es tan extraño, pero maravilloso a la vez.
Eres mi mejor amigo, mi mejor compañero que me pudo haber pasado. Mi niño, solo puedo agradecerte por tanto.
Y aún sigo diciendo, aquellos miércoles mágicos fue donde la magia sucedió. Aquellos días que nunca olvidaré y celebraré recordando esos bellos momentos.
—¿Y ahora?
—Ahora... Ahora estoy con él.
Las miradas; las pequeñas caricias; pequeñas carcajadas, risas; desvelos; ayudas; aquellas cosas que hacías conmigo, como el simple hecho de ver una película o simplemente reír de algo. Esas acciones me enamoraron de ti.
Aún recuerdo de ese día de cuando escribía una pequeña historia de nosotros; lo sé, muchas veces soy muy cursi con mis palabras, pero, me gusta, me gusta ser así, porque me encanta demostrarte lo tan preciado que eres para mí: «¿Por qué tan chipil?» aún recuerdo esa frase de ese día, pero me hiciste feliz.
—¿Por qué?
—No sé —rio un poco. —Más bien, porque fue aquella persona quien me hizo reir en aquel momento. El que me acompañó en momentos cruciales. Aunque él no sabía, siempre me levantó el ánimo solo por el simple hecho de hablarme.
Me sonrojabas, y aún me sucede con tus besos y abrazos.
Me encanta abrazarte; escucho tus latidos y noto que eres feliz. Eres la cosita más bella que me sucedió, que con simples miradas me enamoraron.
—¿Y te arrepientes?
—Para nada, solo me siento la chica más afortunada.