Aquel hilo que no puede ser ver ni tocar, aquel que sin importar la distancia no se rompe por mucho que lo intentes, aunque con un poco de suerte te puedes encontrar con aquella persona, amamos, extrañamos y sentimos un dolor indescriptible ante una separación, pero me pregunto ¿Fuiste mi hilo rojo?
Trato de encontrar quien es esa persona a la que supuestamente estoy destinado, el ser humano se niega a aceptar que uno ya es completo por sí mismo, por lo que crea una fantasía para sí mismo, lo real contra la ficción, una lucha interna entre mí donde no encuentro la paz que tanto ansió.
En la soledad busco a alguien, entre el bullicio trato de esconderme.
Tal amor que ahora soy incapaz de sentir por las flores que se generaron en mi pecho, la incapacidad de sentir tal emoción ahora es un lujo desde mi perspectiva, al final si llegara a reunirme con tal persona ni ella ni yo reaccionaríamos, nos volvimos un caparazón vacío negando quien somos en verdad.
Quien diría que mi primer amor se convertiría en el puñal que arrancaría toda emoción de mí, aún mantengo la cicatriz de aquella cirugía.
Puedo recordar nuestros primeros encuentros, la razón por el cual me enamore y ver como te enamorabas de otra persona era realmente doloroso. Me sentía nervioso, enojado, frustrado ¿Por qué él y no yo? ¿Qué es lo que tenía él?
La angustia crecía sin cesar, en las noches las lágrimas caían ante la tristeza del amor no correspondido, en verdad tenía los ojos hinchados.
No sé cuantos meses pasaron intentando ayudarte y animarte para que llegues a esa persona, poco a poco los primeros capullos en mi pecho florecían sin aviso alguno.
Nuevamente, los días pasaban donde yo me ahogaba en mi propio dolor sin dar un paso hacia delante para que me mires solo a mí, quizás de esa manera dejaría de doler tanto.
Me dije a mi mismo que era estúpido, me maldije muchas noches sin conciliar un sueño donde siquiera me aceptaras, abandone mis emociones y priorice los tuyos para que al final esa persona al que tanto ambas te rechazara, lo odie demasiado.
Meses pasaron en los cuales te alejaste de mí sin razón alguna, no supe hasta tiempo después la verdad, la razón por la cual lloraste ese día no fue porque te rechazaran sino porque él te pidió que dejáramos de ser amigos, no podía creer que tú lo aceptaras. En ese momento las flores crecían sin control, el dolor era aún más intenso, pero tú aún sonreías en la lejanía ¿Debería estar feliz?
Dejaste todo de lado para estar con él, de la misma manera que yo deje todo por ti, qué ironía.
El tiempo pasaba y pocas veces eran mis intentos para acercarme a ti, tu mirada era algo que jamás podre olvidar, ese fue lo que me termino matando.
[…]
Una vez que abrí los ojos, mi familia observándome entre las lágrimas y yo, sin poder sentir tal emoción, aunque sea una pizca de lástima por ellos, no había dolor ni felicidad, solo una vida que dejo de existir.
Pude realizar una vida cotidiana como un adulto que llega y va del trabajo, todo era tan monótono que no molestaba tal estilo de vida. No recuerdo en que momento se hizo conocido tal leyenda del hilo rojo donde todos visitaban a una bruja quien aseguraba poder ver a tu otra mitad, todos curiosos iban mientras otros dudaban.
Mientras caminaba pude visualizar a aquella bruja quien de repente me miro con unos ojos tristes.
“Oh, ya veo”
Me dije a mi mismo al recordar a la misma bruja que en mi infancia unas cortas palabras me dijo, aquellas que en su momento no llegue a comprender.
“Lo siento mucho, no hay otra mitad…“
Y después de tanto tiempo me reí ante tal destino que estaba escrito.
— En verdad, que cruel de su parte
Hable mirando al cielo, yo no podía volver al tiempo atrás y fingir que todo estaba realmente bien, solo acepte tal destino.