Dos manos bien proporcionadas y excelentemente bien cuidadas. Diez dedos finos y largos se movían presionando teclas blancas suavemente mientras le arrancaban agónicos gemidos al piano.
Sentado en la butaca, manteniendo una postura erguida y recta, increíblemente elegante y sobrio mientras sus manos deambulaban de un lado a otro con un ritmo acelerado, Gao parecía capaz de poder hipnotizar al juzgado más célebre. Sin embargo, allí no había nadie que pudiera sorprenderse por las características de su juego veloz de dedos que golpeaban ágilmente para desenredar una melodía creciente y una pieza tan magistral.
A su lado, y cubriendo el escenario maravillosamente mientras se movía, acompañando aquellas notas trémulas que se elevaban hacia el cielo como llamas furiosas, LuoJi se balanceó con la música como si estuviera en trance. Su figura grácil y estilizada se deslizaba enérgicamente al son de la música.
Sus pies nunca parecían detenerse en el suelo por demasiado tiempo. Etéreo y ligero, tenía la apariencia de alguien flotando entre nubes. Su belleza era incomparable. Tan hermoso y hábil que Gao no podía apartar la mirada de él con el corazón cogido fuertemente en un puño.
Sus manos se movían como por inercia casi como si no fueran suyas y sin detenerse siquiera un segundo.
Lo contempló en silencio con la mirada ardiente y ansiosa, y la cuerda en su corazón se tensó más y más, hasta sentir que ya no podía soportarlo. La melodía se mantenía in crescendo mientras lo observaba con una reverencia casi temerosa.
Los movimientos de LuoJi alcanzaron un pico estremecedor reflejando la desesperación, la locura absoluta en aquellas notas rabiosas como el estallido de llamas furibundas o como las chispas finales de una vela a punto de consumirse. Y, solo así, la música se detuvo sosteniéndose brevemente con una última nota temblorosa. LuoJi se desplomó como una marioneta con las cuerdas rotas, expresando una tristeza dolorosa. Un final trágico. Elevó una mano al cielo. Las luces del escenario lo cegaron por un instante pero se sentía como si con aquel último movimiento quisiera tocar la luz.