Aquella mañana al despertarme, me encontraba en un sendero que no sabía, en donde se encontraba.
Me dirijo a salir de mi cama, para pasar al baño, al llegar en el lava manos, abro el grifo y lavo mi cara.
Al terminar me miro y observo mi rostro en ese espejo que se encuentra frente mío. Cuando de repente me quedo pasmada e inversa en esos pensamientos que surgen de la nada en mi mente.
Siento escalofríos, me he sumergido en un profundo sentido de perdición, no pienso, no siento, no huelo, todo lo que se encuentre en mi alrededor, solo estoy en mis pensamientos y todo lo que ocurra dentro de ellos, es como si fuera realmente verdadero.
Una sombra se acerca hacia donde me encuentro, me señala que lo siga, he estado siguiendo a esta pequeña sombra sin decir nada por al menos una hora, del cual es todo el camino solo observo, arboles frondosos, árboles marchitados, una luz tenue que le da brillo al camino, no hay cielo, no hay estrellas, no hay luna, realmente no hay nada sino solo pedumbras.
Estamos llegando a una gran puerta, que al abrirse, sale una brisa de frío y de incertidumbre, pero al mismo tiempo de familiaridad, es cálido, me adentro a esta oscuridad.
Pero lo que yo no tenía idea, es que soy un ángel caído que he ido a la tierra por una misión, el cual cumplí, y en ese momento mi amo del inframundo me ha llamado, por ello esos pensamientos tan concurridos.
He recuperado mi memoria, y a dirijirme hacia el santuario. He llegado mi señor, he terminado la tarea encomendada, gracias por recuperar mi memoria y junto con ella mi oscuridad.