Aquella noche estuve muy inquieta, miraba a su cama constantemente y buscaba información que pudiera ser útil, pedía un milagro o una muestra de compasión, prefería el milagro pero de ninguna manera quería verla sufrir.
Llevaba ya dos días sin poder levantarse, eran ya dos días en que necesitaba de un pañal a falta de su energía y buena salud para ir al baño, con una toalla mucha fuerza de voluntad y coraje lograba limpiarla y dejarla bien presentada para cuando pasara el doctor.
Aquella mañana se me dificulta un poco más ponerle el pañal, noté su cuerpo más pesado y sus ojos más distantes, me sentía cansada y muy frustrada, empecé a comprender que estábamos perdiendo la batalla contra su enfermedad y era muy doloroso.
Procuré no mostrar mi tristeza y no llorar frente a ella, en un intento por lograr el objetivo de cambiarle el pañal sin ayuda de las enfermeras, le pedí que me ayudara un poco, sé que mi voz sonó suplicante y quizás un poco frustrada, no esperaba tener respuesta pero tampoco lo pensé demaciado, sin embargo y pese a las pocas probabilidades y como una tierna muestra de su amor, levanto las caderas y me facilitó el trabajo, no pude evitar sonreírle victoriosa y darle las gracias.
Eran al rededor de las cinco de la mañana y mi madre ya estaba lista para la ronda del doctor de las 5:30am, momento en el que le ponían de nuevo el medicamento para el dolor, tan fuerte que hacía que su conciencia se ausentará por horas.
Me acerque a ella y le di un beso en su frente, le pregunté si quería comer aprovechando sus veinte minutos de conciencia y lucidez, aunque también de dolor. me miró a los ojos y sólo pidió agua, tomo dos o tres sorbos y luego escuché de nuevo su voz: "me voy a morir", no sé si respondí algo, no sé qué fué, es algo que aún me pregunto, es un momento de mi vida en el que pese a estar despierta es como si lo hubiese soñado y es borroso y tortuoso a la vez.
A las 5:49 llega el doctor y le da el medicamento, nuevamente pierde la conciencia y su mirada es perdida y distante, cierra sus ojos y reviso que aún respire, está bien, sus pulmones aún funcionan.
Algunas personas preguntan por ella, hace tres días la respuesta era que estaba estable y activa, ahora sólo puedo decir que no está bien y soportar la tristeza para no ahogarme en mis lágrimas.
Salgo a tomar algo y desayuno, ignoro por completo las palabras que pronunció mi madre esa mañana y sigo el día pidiendo un milagro, algo que la sane, que la salve y le de una nueva oportunidad a ella y a mí.
Al rededor de las seis de la tarde, abre sus ojos y un suave suspiro sale por su boca, su mirada es cada vez más distante y suplicante, comprendo lo que quiere y mientras el doctor y un par de enfermeros luchan por regresar el pulso de mi madre a su normalidad, yo me acerco a su oído le pido perdón y continúo con una oración que a ella siempre le gustaba escuchar de mi voz, cuando recién empezaron los dolores, decía que le gustaba la forma en la que yo la decía, le daba tranquilidad y paz.
Termino la oración ahogada en llanto y luego no queda más aire en sus pulmones y un último adiós para mi madre es lo que me queda a mí, no más abrazos, no mas miradas, no más cambios de pañales, no más sonrisas, sólo un triste y tortuoso adiós mamá.
Mañana sería su cumpleaños número 61 y lo más que puedo hacer es compartirles mi tristeza.