¿Cuántas veces más? ¿Cuántas veces más?
¿Cuánto más me seguirán arrancando las alas, pluma por pluma?
¿Cuántos golpes, cuantos empujones?
¿Cuánto más tengo que sangrar?
He visto ángeles caer con más gracia. He visto ángeles pecar sin arrepentimientos.
A ellos los he visto sonreír.
Yo no conozco la felicidad. No sé qué es desear algo para ti.
Porque cuando mi corazón se llenó de anhelo, rápidamente fue cerrado con un látigo.
¿Cuánto tiempo más?
¿Qué más debo conocer del dolor?
Me temo que ya lo he sentido por demasiado tiempo.
Camino por este mundo descalza, con mí vestido blanco manchado de rojo y mis lágrimas corriendo por mis mejillas.
Llena de cicatrices y heridas abiertas.
¿Por cuánto tiempo más?
Yo que siempre he seguido las reglas, siempre he estado vacía.
Yo, quien no puede comprender las risas de los humanos.
Camino con mi espalda sangrante, dejando gotas carmesí por donde piso.
Aquel ángel guardián que no puede sentir nada más.
Aquel ángel guardián que se acaba de rendir, que acaba de renunciar.
¿Cuánto tiempo más?
Sé que hay un lugar para mí, en el descanso eterno, Señor.
Por favor, llévame hasta allá.
¿Cuánto tiempo más tengo que esperar?
Al final del camino veo a un hombre vestido de traje negro, con enormes cuernos y sonrisa macabra.
Sé quién es. Es la imagen del pecado. Sé que debo alejarme, pero estoy tan cansada…
Ya no puedo más, así que caigo de rodillas.
Escucho sus pasos acercarse, sus zapatos negros brillantes son lo único que puedo ver.
No levanto la cabeza, no porque no quiera, sino porque ya no tengo fuerzas.
Él lo hizo por mí. Tomó mi mentón con sus dedos y lo alzó para mirarme a los ojos. Su expresión no era burlona ni arrogante.
Pero no sabría describir como era, porque nunca vi una expresión igual.
Su agarre no era doloroso. Pero para este punto yo no puedo sentir nada.
No siento miedo.
Estiró su mano para que yo la tomara y lo hice sin pensarlo dos veces.
No tuve miedo. No sentí remordimiento.
Él levantó mi cuerpo roto y tembloroso.
No dijo nada. Empezó a caminar.
Yo sabía hacia donde me llevaba. Sabía que no habría vuelta atrás.
Pero por primera vez...
Sentí paz.
Fin.