El traqueteo del carruaje era irregular y mantenía a Min Ah aún más tensa, nerviosa e incómoda. Aquel viaje de cinco millas se sentía tan largo y tan corto en su corazón que no sabía cómo asimilar las emociones que la ahogaban.
Ella sabía que simplemente era una carta de cambio entre ambos clanes.
El Clan Ziming era un Clan guerrero muy capaz, pero el líder ya no podía estar al frente y su hijo no era la persona más idónea para hacerse cargo de un lugar tan importante. El hombre sabía que el futuro se veía oscuro con el muchacho al frente, por eso mismo decidió mantener una alianza con el Clan Yao, y su casamiento era el sello oficial de aquel trato.
Min Ah no sabía cómo sería su futuro marido, pero había oído que era tan patético que daba lástima.
Él no era como su hermana. No era como Yunming.
Min Ah había oído que la muchacha había hecho un trato con su propio padre. Él la dejaría aprender sobre los comandos militares y sobre el ejército en general, pero llegada cierta edad no podría soltar siquiera un solo quejido cuando debiera casarse y formar una familia.
Pero, Yunming era una luchadora inagotable, no estaba contenta con la idea de que alguien más gobernara sobre su vida. Así que, cuando llegó el momento, hizo que nadie tuviera el valor suficiente para pedir su mano. Ella era despiadada y valiente, una asesina cruel y sanguinaria, ¿quién la querría como esposa? Quienes estaban bajo sus órdenes la adoraban y temían en partes iguales.
El líder sintió que terminó perdiendo en aquel trato, pero no podía hacer nada.
Además, su segundo hijo era la imagen viva de alguien inepto. Era mejor tener a alguien capacitado al frente de los guerreros y que éstos no escaparan al control del Clan.
Min Ah, sintió que quería ser como aquella mujer. La sensación de ser un objeto estaba tan profundamente impresa en su alma que la enloquecía, casi esperaba que alguien la secuestrara en el camino y la llevara lejos.
De pronto, cuando surgió aquel pensamiento intrusivo, el carruaje se sacudió bruscamente y se detuvo. Escuchó gritos roncos fuera y el sonido inequívoco de la lucha. Su corazón entró en pánico. ¡Era mentira, era mentira!, gritó en su mente, totalmente aterrorizada. El caos fuera se volvió más frenético y ella no era capaz de siquiera abrir un resquicio para mirar fuera. Estaba paralizada del temor.
Luego de un tiempo imposible de estimar, la calma regresó.
El miedo la invadió sin piedad, porque no tenía idea en absoluto de qué había sucedido fuera.
De repente la puerta del carruaje se abrió con brusquedad y ella se sobresaltó. Alguien con armadura se deslizó al interior, pero se sintió sencillamente desconcertada al ver como unos bonitos ojos claros se achicaban ligeramente bajo el encanto de la sonrisa amplia y sincera de aquella persona.
— ¿Está bien señorita? —preguntó, y su amable voz sonó increíblemente dulce y relajada. Aquella persona se quitó el pañuelo oscuro que le cubría la mitad del rostro y Min Ah se sorprendió enormemente. Era una mujer. Aunque sus movimientos eran bruscos, tenían un rastro de gentileza inherente y todo aquello no resultaría tan increíble sino tuviera el rostro manchado de sangre fresca.
Al parecer aquella hermosa mujer había formado parte de la lucha que se había dado en el exterior.
Esta persona no esperó a que Min Ah contestara. La niña estaba demasiado conmocionada y no parecía que pudiera reaccionar inmediatamente. Aunque algo de claridad se precipitó en su mente haciéndola consciente de una cosa. Aquella mujer frente a ella... ¡tenía que ser Yunming!
— Señorita Min Ah, hoy seré su escolta —masculló lento la hermosa muchacha—. Los alrededores son peligrosos y las noticias de su llegada se extendieron más rápido de lo que esperábamos.
No lo dijo, pero era obvio que quien peligraba no era ella sino la dote que transportaba consigo, pero de algún modo no le importó. Min Ah, estúpidamente asintió. Estaba embelesada por la apariencia de aquella muchacha envuelta en un aura de salvajismo, valor y firmeza que no había visto en alguien antes.
Sin su consentimiento su mano se elevó y le limpió la mancha de sangre de su tersa mejilla.
Inmediatamente se dio cuenta de su osada y precipitada acción, y retrocedió con timidez. Sus propias mejillas estaban profundamente arreboladas de carmín y su corazón palpitó dentro de su pecho con una ferocidad desgarradora.
— Lo siento —murmuró asustada por las propias reacciones de su cuerpo y bajó la mirada. Fue incapaz de levantar los ojos nuevamente y si lo hubiera hecho habría visto como la mirada de Yunming se volvía tan compleja y tan poco familiar que asustaría a sus propios súbditos.
Esta hermosa mujer, sumida profundamente en la matanza y la sangre de sus enemigos, jamás había sido movida por las palabras o las acciones de nadie antes, pero ahora mismo su corazón se estremeció violentamente por un roce sutil de unos dedos pequeños y delicados; y, aterrada, no sabía cómo encasillar todas las emociones que la embargaron por un breve momento.
El sentimiento complejo duró mucho tiempo, y no solo en ella sino en Min Ah también, pero solo se sonrieron con torpeza.
Mientras el largo viaje continuaba, aquel sentimiento extraño se acrecentó. Ambas compartieron momentos pequeños que lentamente se convirtieron en algo más importante para las dos. Se acumularon detalles, miradas largas, suspiros reprimidos hasta que no parecían capaces de poder dominarlo.
Yunming sentía profundamente que no podía permitir que su hermano desperdiciara a aquella bonita niña. Aunque no sabía qué hacer.
Sumida en sus pensamientos dio una orden.
A pesar de que estaban tan cerca del Clan, decidieron hacer una última parada en el camino y acamparon. Yunming sabía que no era lo más prudente, pero una vez que ingresaran a la capital ya no le deberían quedar rastros de aquellos sentimientos complejos en su interior. Tenía que deshacerse de todo lo que la niña le hacía sentir. Sin embargo, quería mantenerse cerca de ella una noche más. Quería verla sonreír un poco más. Quería darle una libertad que no volvería a encontrar una vez que se convirtiera en la esposa de su hermano.
Levantó la vista a la luna. Esa noche era especialmente oscura, apenas podía verse un cuarto y su luz era demasiado pálida y deslucida, casi sin brillo.
La niña se sentó a su lado y Yunming se sobresaltó, pero nada fue visible en su expresión.
Se quedaron silenciosamente juntas observando el cielo oscuro y gris. Nadie se atrevió a molestarlas. La vista de ellas dos mirando el cielo cargadas ambas de pensamientos infinitamente similares y una mirada de renuencia al futuro incierto los dejó aturdidos y con una sensación de sentirse fuera de lugar tan grande, que se marcharon dejándolas completamente solas.
— Todo cambiará mañana, ¿verdad? —exclamó en voz alta Min Ah.
Tenía la cara vuelta al cielo y no vio el dolor que pasó fugaz en los ojos de Yunming. La chica quería asentir, pero sentía una dificultad enorme y ni siquiera sentía deseos de mover su cabeza.
Ciertamente todo cambiaría. Y aún no estaba preparada para ello.
Había descubierto sentimientos que no creía que podían existir en su interior, y se sentía renuente a dejarla ir. Mucho menos para verla convertirse en solo un juguete en manos de su incompetente hermano.
— Usted me gusta —le confesó en un susurro bajo la niña. Era completamente ajena a sus pensamientos y sus palabras tardaron un momento en llegar al cerebro de Yunming, demasiado aturdida como para asimilarlas.
— Tal vez no debería haberlo dicho, pero sentí que las palabras podrían explotar dentro de mí si no las decía.
Yunming buscó los ojos de Min Ah pero la joven estaba demasiado avergonzada. Aunque finalmente Yunming le levantó el rostro y la niña ya no pudo huir. No quiso tampoco. La hermosa muchacha de ojos claros se inclinó ligeramente y le dejó un suave beso en sus labios.
Decidida a no dejarla ir.
Tomaron una decisión precipitada y espontánea. En ese mismo momento recogieron algunas cosas y escaparon juntas. Sin saber que aquella acción terminaría con ambos clanes enfrentados a muerte, creyendo que el contrario había raptado a su doncella. Sin tener la mínima idea que la verdad fuera, en realidad, que habían huido juntas a causa de su amor prohibido.