El día no podía ser más triste ni la tarde más solitaria, después de amarte y tenerte en mis brazos, el vacío era profundo y el silencio aturdidor.
Había deseado tanto amarte que el hecho de haberte amado locamente y dejarte ir, me resulta más difícil ahora que te ame.
Había soñado con el momento y deseado tanto tenerte a mi lado que sentir en mis manos tu suave piel y recorrer tu espalda hasta perderme entre las nubes de tu agitado cabello, me ha hecho sufrir tu ausencia.
Jamás podre olvidar el sabor de tus labios y la intensidad de tus besos, nunca podré borrar de mi cuerpo las dulces caricias que enloquecieron mi ser, beso a beso me llevaste a tocar el cielo y con cada toque de tus manos a volar lejos de mis temores.
Eres tan hermosa Amelia y tan inocente como un tímido amanecer de diciembre, pude sentir tus cálidos rayos en la suavidad de tus piernas que me ataban como un lazo y me unían a tu ser.
No pude ser más feliz al sentir tu río recorrer mi piel y al sentir mi mar llenar tus profundidades. Me sentí morir al salir de ti y aún más ansioso de sentirte en mis brazos.
Mi amada Amelia, lo que sentí contigo estuvo más allá de mis sueños y fue más hermoso que dibujar en un lienzo tu figura.
Mis pinturas te extrañan y mis pinceles sufren al no dibujarte, pero estoy seguro que no te harían justicia mis manos al tratar de plasmar tu belleza en mis lienzos.
Sería cruel para mi alma poder trazar cada línea de tu cuerpo con mis lápices cuando mis manos sangran añorando recorrer tu cintura.
¿Cómo fui tan débil para hundirme en la verde hierba de tus ojos? ¿Cómo pude perderme en el rojo de tus labios? ¿Cómo siendo un fiel enamorado de los colores y la belleza, me fue difícil negarme a tus encantos?
Cómo negar que tus palabras se volvían miel en tu boca y me hacían sentir hambre de ti.
Mi bella musa, como un tonto me deje flechar por cupido y me negue a escuchar sus advertencias.
No podías quedarte, yo lo sabía, pero aún así te di mi amor, olvide tu partida y me entregué por entero.
Mi locura fue amarte, mi felicidad poseerte y mi cruel castigo verte partir.
Cómo quisiera ahora que estuvieras en mis brazos y poder quitar de tu cuello tu suave cabello y disfrutar del aroma de tu piel y embriagarme hasta la inconsciencia del deseo de amarte.
Amelia, que haré sin ti..
Los días de mi vida se harán cenizas ante mis ojos y las pinturas que un día amé se volverán grises sin ti, si mis palabras llenan el frío de tus huesos, has que mi recuerdo te abrigue cada noche.
Mi amor, mi amada rosa, llévame en tu alma y cuando tus alas se decidan a volar a mis brazos de nuevo, yo estaré aquí esperando no morir de frío sin tu amor.
La soledad será mi amiga y tus recuerdos mi amanecer, eso hará más soportable tu distancia y menos doloroso tu adiós.
Sé que me pediste no enamorarme, pero tú me hiciste imposible no hacerlo, si querías que no te amara, no debiste ser mi mar ni mover tus olas bajo mis caderas y llenar mi ser de intenso calor.
Soy un adicto de tus besos, un mendigo de tu amor, un errante vagabundo que sin ti no encuentra un norte, una estrella solitaria en el firmamento que espera por tu luz, luna hermosa en mi cielo..
Cómo voy a extrañar tus besos, cómo voy a olvidar tu piel, el dulce sabor de amarte y despertar oliendo tu amanecer. Cómo haré para seguir respirando vida si te has llevado contigo en tu maleta mi corazón que agoniza sin su dueño y palpita cada segundo por ti.
Si no querías que sufriera no debiste decirme adiós, sino querías que muriera no debiste hacerme sentir tu sol, tu calor y tu fuego me devoran y tu ausencia hace mella en mi habitación.
Mis sábanas preguntan por ti y el silencio repite tu nombre enloqueciendo mi memoria. Pero cómo no recordarte Amelia si yo vivo desde que te conocí.
Mientras me ahoga la pena, y suplico tu regreso, te pido mi amada Amelia que cuides mi corazón.
Voy a amarte hasta que el día se canse de escuchar mi voz repitiendo tu nombre, voy a amarte hasta que los colores se cansen de existir y todo se vuelva gris, te amaré hasta que me mi memoria se nuble y mis pensamientos dejen de fuir como manantiales hacia ti.
Te amaré hasta mi último suspiro, porque lo quieras o no; me hiciste todo tuyo.
Mientras Amelia iba de regreso a París dónde la esperaban luces y pasarelas leía la carta del pintor enamorado del que había sido mujer por unos meses, ella sabía que debía volver, que su tiempo a su lado tenía fecha de caducidad, y por más que deseaba volver ella no podía renunciar.
Días amargos la esperaban lejos de él, un prometido oculto debía salir a la luz y la sorpresa de su boda saldría en las revistas que sacarían lágrimas de sangre al pobre pintor que le había entregado su corazón.
Al llegar a su casa un gran ramo de rosas la recibía junto a muchos besos que le sabían a hiel, Amelia había dejado más que su piel en las sábanas del guapo pintor.
Pero dependía de aquel hombre para vivir su vida y sus caprichos, ¿qué había sido para ella aquel joven artista, una aventura o un amor inolvidable?
Lo que sintió por él, no podía sentirlo más. El dueño de su futuro había comprado derechos de pertenencia y sin importar lo que ella sintiera un brazalete de diamantes compraba amor aunque fuera una simple palabra sin ninguna emoción.
Hola Amelia, no espere que vinieras hoy a trabajar, pensé que Rich estaría sobre ti día y noche sin dejarte descansar, fue mucho tiempo separados..
Sí lo fue, pero contrario a lo que piensas una vez con él es suficiente..
¿Lo dices por él o por ti?
Claro que por él tonta, no vez que le lleva más de cuarenta años..
A mí no me importaría que me llevarán cien años si un hombre me regalara un anillo como el que llevas en tu mano Amelia..
A ti Victoria no te importaría si fuera ciego o estuviera a punto de morir, lo que quieres es un hombre que pague tus caprichos, pero esa suerte le tocó a la más joven de nosotras, a las más callada de todas..
Tú la defiendes porque fuiste tú la que la trajiste aquí y fuiste tú quien le presentaste a Rich, estoy segura de que tu costoso abrigo fue tu recompensa..
¿Envidia?
Sí, de eso no tengas duda..
Todas seguían comentando sobre la suerte que acompañaba a Amelia, una joven y muy bella modelo que vivía su mejor momento en las pasarelas.
Por varias semanas su dolor se ocultaba en su maquillaje y su sonrisa se perdía entre diamantes y vestidos costosos, debía ser la muñeca de un viejo magnate y el objeto de placer de un hombre que no amaba.
Después de que aquel hombre se quedaba dormido ella se levantaba de la cama y salía muy discreta con una pequeña caja en sus manos, allí guardaba su mayor tesoro. Algo que valía más que todos sus diamantes.
Era el recuerdo de un amor que había marcado más que su piel, había inundado su corazón.
Cada vez que podía leía esa carta, ya la había leído más de mil veces y aún así podía sentir que la leía por primera vez cada vez que habría esa caja.
Cada vez que sus ojos repasaban cada letra su corazón desesperaba por estar con él. Añoraba sus caricias, su piel sufría sin el toque de sus manos y su ser deseaba sentir el mar de su amor recorrer su ser.
¡Cómo te extraño! Cómo quisiera poder huir de esta jaula de oro y volver a ti, sería muy feliz al sentirte en mi otra vez, nunca e sido más feliz que estando contigo y viviendo el amor junto a ti.
El secreto de Amelia debía ser guardado bajo llave en un lugar aún más secreto que su amor por el joven y guapo pintor, nadie debía sospechar nunca que su corazón tenía dueño, ella era la chica de hielo que había conquistado al hombre que todas querían tener.
Amelia había caído en un pozo lleno de plumas de ganzo y frías joyas que compraban sus favores, algo que un día la hizo sentir orgullosa y que ahora la hacía sufrir.
Había descubierto un dulce sabor diferente y más placentero que el éxito y la fama, había descubierto el exquisito sabor del amor y sufría en silencio estar lejos de él. Cada día su tristeza tomaba un poco más de ella y dejaba su corazón más vacío de interés y más lleno de amor.
Una tarde de mucho trabajo, cesiones de fotografías y cambios de vestuarios algo muy interesante le pasó a Amelia, el vestido que había sido diseñado y confeccionado para ella, no cerraba en sus caderas.
Debes decirle a Rich que deje de comprarte chocolates o parecerás una vaca muy pronto..
Una vaca no, ¡una hipopotama!
Jajaja, tienes razón, mira sus caderas..
¡Envidiosas! Esas caderas son la que tienen enloquecido al magnate, en cambio a ustedes no las vuelve a ver nadie por lo intrigantes que son..
Deberían en lugar de criticar a Amelia seguir su ejemplo y comer un poco más, ya parecen enfermas..
¡Nosotros no parecemos enfermas! Somos súper modelos..
¿Super modelos? Lo que ustedes son, es un grupo de envidiosas sin suerte..
¡Déjalas Andreína! ¿Me podrías ayudar con el vestido?
¡Claro linda! Verás como esas caderas harán que los camarógrafos las persigan y mañana hablarán de ellas en los periódicos y las revistas..
La diseñadora tuvo razón, las cámaras amaron la belleza de las caderas de Amelia y muchas fotografías salieron en los periódicos halagando el magnífico desfile de modas y su bellísima estrella Amelia.
Las caderas de Amelia dieron de qué hablar, y Rich disfrutaba de poner sus manos en ellas delante de los hombres de aquella fiesta a la que asistieron después del desfile.
Para cualquiera de sus amigas modelos esa actitud del magnate las haría sentir bien, pero Amelia cada vez que podía las quitaba con disimulo.
Algo del cambio en sus caderas la hacía sospechar .
En un momento libre entre cesiones de fotos y vestidos, Amelia tuvo un par de horas libres, y aprovechando que no era vigilada subió a un taxi y se marchó a la casa, tomó su maleta y su caja de secreto.
Una vez lista le dejo una nota a Rich y se marchó
Nadie supo a dónde ni porque se había marchado, lo único que decía la nota era: Adiós y gracias.
No se llevó nada valioso, ni las joyas, ni los costos vestidos, solo salió con una pequeña maleta dejando todo atrás.
Al llegar a su destino al día siguiente de su huida repentina, tocó tímidamente una puerta.
Hola..
Sorprendido y muy contento la tomó de la mano y la hizo entrar, tomó su maleta y la llevó a su habitación sin decir una palabra, luego estando en la salita junto al diván que muchas veces usó para modelar para él, Amelia preguntó: ¿Me esperabas?
A ti y a nuestro hijo mi amor..
Al escucharlo Amelia rompió en llanto, no podía creer que él estuviera tan seguro de algo que ella tan solo sospechaba, pero en su corazón estaba segura de estar en lo cierto.
Había vuelto al lugar donde había sido tan feliz y dónde el amor había hechado raíces.
Sabía Amelia que mi amor te traería de vuelta, con mi corazón en tus manos y el fruto de mi amor en ti.