Esa suave voz resuena en mi cabeza una vez más, esa que susurra mi nombre y despierta un profundo sentimiento de melancolía, haciendo palpitar mi corazón con desenfreno; pero que tristemente, por más que intento recordar de quién es, no consigo hacerlo.
Poco a poco la cuenta regresiva va devolviéndome a la realidad y una vez que abro los ojos me encuentro dentro de la misma habitación de hospital.
—¿Cómo te sientes hoy? ¿Pudiste recordar algo de tu pasado? —niego ligeramente ante la pregunta del psiquiatra sintiéndome derrotado y sin esperanzas al no poder siquiera recordar mi nombre —. Está bien, no te presiones. Iremos poco a poco. No olvides que estuviste casi un mes en coma debido a que sufriste un traumatismo severo en la cabeza. Lo mejor será dejar que los recuerdos vengan por si solos a tu mente.
Él se levantó de la silla dónde estaba sentado y luego tomó la planilla de mi historia clínica que estaba sobre la mesa de noche.
—Doctor, ¿cuánto tiempo más voy a tener que estar en el hospital? —levantó la mirada fugazmente hacia mí para después volver a depositarla en la planilla donde estaba escribiendo.
—Aún no puedo darte el alta. Tengo que esperar a que algún familiar tuyo venga desde América para que te ayude con el traslado; pero no te preocupes porque el ejército ya se está encargado de eso. De seguro en estos días van a estar aquí —golpeó la parte trasera del bolígrafo para guardar la punta y posteriormente la puso dentro del bolsillo de su chaqueta —. Mi trabajo aquí ya está terminado por hoy. Le diré a la enfermera que te suministre un nuevo calmante y vendré a verte mañana de nuevo.
Ese hombre de mediana edad y cabello canoso se dirigió a la puerta sin siquiera voltear a verme y volvió a dejarme completamente solo dentro de aquel cuarto de hospital donde he estado los últimos veinte días desde que desperté del coma.
Según lo que me dijeron los doctores, soy un soldado perteneciente al ejercito de los Estados Unidos de América y estaba cumpliendo servicio activo en Irak donde me encuentro en este momento. Al parecer, durante un operativo de control, mi equipo y yo fuimos emboscados por un grupo de rebeldes que nos atacó con armas de fuego y explosivos. Durante la contienda, una de las detonaciones me alcanzó, provocándome graves heridas en todo mi cuerpo, principalmente en la cabeza. A raíz de eso, tuvieron que operarme de urgencia para extraer las esquirlas del proyectil que habían quedado incrustadas en mi cráneo. Por suerte la recuperación fue bastante rápida y mi cabeza sanó a las pocas semanas. Lo único malo fue que estuve en coma mientras duró todo ese proceso, además me quedó una cicatriz bastante notoria sobre la frente y también... perdí la memoria…
Cuando todo el papeleo para mí traslado estuvo listo, finalmente pude regresar junto a mí padre a mi hogar en Boston. Los meses que siguieron fuí recordando poco a poco etapas de mi vida que había perdido. Fue un proceso lento y doloroso al tener que revivir en mi mente todos esos acontecimientos que me marcaron desde pequeño; pero afortunadamente, mi padre estuvo a mi lado acompañándome en todo momento.
Con el correr de los dias fui volviendo paulatinamente a mi vida habitual, me reincorporé al ejército ayudando a entrenar a los nuevos reclutas y también pude recuperar mi memoria casi al cien por ciento, lo único que aún no recordaba era el último año en el cuál me había unido a la armada.
Un día llegó a casa una caja proveniente de Irak en la cuál estaban mis pertenencias, al abrirla hallé otra pequeña caja de metal en dónde habían muchas notas de amor dirigidas a mí y firmadas por la misma persona, Jade.
Al leer ese nombre, miles de imágenes llegaron a mi mente mientras las lágrimas se deslizaban por mi rostro al recordarlo a él, a mi amor eterno.
Comencé a leer todas y cada una de esas notas y entonces lo recordé todo. Jade y yo nos conocimos en Irak cuando ambos fuimos asignados al mismo pelotón. Recordé que desde el momento en que nos vimos, una especie de magia se creó entre los dos, haciéndonos vivir el amor más hermoso que nunca antes tuve el privilegio de experimentar.
Inmediatamente guardé todas las notas dentro de la caja y fui hacia el cuartel para averiguar alguna cosa sobre él. Allá me dijeron que Jade era de Chicago y que lo habían enviado a casa casi al mismo tiempo que a mí.
Decidido a ir a buscarlo, preparé un bolso con ropa y tomé el primer vuelo hacia la ciudad de Chicago. Tres horas después, ya estaba parado frente a su puerta con un nudo en el estómago y mi corazón acelerado, mientras una gran sonrisa se dibujaba en mí rostro.
Peiné mi cabello hacia atrás y luego toqué el timbre. Tan solo unos minutos después, una mujer abrió la puerta y supuse que se trataba de su madre ya que tenía un cierto parecido con él.
Al explicarle que yo era compañero de su hijo en la armada, ella me hizo pasar a la sala en donde me pidió que me sentara mientras iba a buscar algo al despacho.
Mientras esperaba que esa mujer regresara, me quedé mirando hacia las escaleras con la esperanza de que Jade bajara por ellas y al fin pudiéramos recuperar aquel amor que quedó en suspenso debido a mi accidente.
De pronto su madre se sentó junto a mí mientras sostenía entre sus manos una caja de metal igual a la que yo tenía.
—Imagino que tú eres Jackson —me dijo mientras sus ojos se llenaban de lágrimas —. Ésta caja venía con él, cuando trajeron su cuerpo. Jade murió aquel día mientras trataba de protegerte de la explosión.
Al oír aquellas palabras que salieron de su boca me quedé completamente inmóvil mientras las lágrimas se agolpaban dentro de mis ojos.
El dolor que estaba experimentando en ese momento era tan grande que no me alcanzarían las palabras para poder describirlo. Solo puedo decir, que en ese preciso instante, deseé con todas mis fuerzas haber muerto aquel día junto a él.
Ahora entiendo porque no podía recordar el último año de mi vida, era porque inconscientemente me rehusaba a aceptar que él ya no está conmigo…