Todo lo que nunca le dije
No recuerdo donde lo leí la frase “Todos fuimos el primer amor de alguien, tú y tú también, durante ese tiempo fuimos un niño o una niña enamorado”. Creo que aplica.
Sabes, fui una niña enamorada tanto tiempo, creo que antes de ti sólo jugaba a me gusta.
Caí sin darme cuenta con el chico que jamás quise tener, mi único problema era “la etiqueta de amiga”, esa maldita Friendzone que nunca me dejó.
Siempre fue tan sencillo hablarte de todo y de nada. Mucho tiempo fuiste mi compañía de las tardes, mi motivo para salir al mundo, en ese tiempo fuiste de las mejores cosas que me pasaron. Tú quizás lo sabías y jamás lo dijiste.
Eras mi mundo pequeño en el cual yo era alguien más que está solitaria persona que siempre he sido. Me gustaba oírte hablar aunque me mintieras, vaya que me mentías.
Siempre estuviste un paso delante de mi, sabías lo que iba a pasar, jugaste a tu antojo con mi vida y mis sentimientos en un estira y afloje, un día me querías y al otro me alejabas de tu vida. Nunca fuiste justo conmigo.
Cuando salimos, nunca te dije “te amo” porque a pesar de todo, mi orgullo y el miedo a perder me aporreaban, además que tú tampoco ayudaba con tus palabras entre líneas. Sabía que si no era correspondida te alejarías del juego y yo en ese tiempo quería seguir jugando contigo, te quería demasiado.
Siempre fuimos un par de estudiantes pobres que hicieron de los parques y plazuela su lugar fuera de este mundo, con tantas personas alrededor siempre estuvimos absortos en nosotros mismos, eso éramos ¿Lo recuerdas? Ahora creo que no es así.
La primera vez que me arrepentí fue sobre un autobús. Tú sentado a mi lado después de pasar todo el día juntos. Era mi parada y preguntaste en tono de suplica ¿Puedes ir conmigo hasta donde tengo que bajar? Luego de mal pensar unos segundos, solamente pude decir “No, debo llegar a casa antes de la cena”, sin considerar que esa fue tu primera confesión sin decirlo abiertamente o eso creí después de meditarlo. Sí, fui muy tonta y debí ir contigo.
Me hice tan dependiente de ti, de esas tardes contigo, que esos pocos días y esas cuantas horas me bastaban para ser feliz. No me importaba si me querías. Sentí que podía querer por los dos.
Ahora me doy cuenta de que tal vez era tan poco lo que te quería que no fue suficiente para seguir a tu lado.
La segunda vez que me arrepentí, fue cuando pediste mi consejo. Me preguntaste cómo o qué deberías hacer para salvar el año escolar. Te dije “Haz lo que debas hacer, cómo te pidan hacerlo. Sólo cuestiona cuando tu duda sea más grande que tus ganas de perder lo que has ganado”. Lo hiciste tan bien; tanto que lo primero que sacrificaste fue a mí y nuestros días, que se quedaron sin ti.
La primera vez que te fuiste, todo en mi mundo pequeño cayó en pedazos, no estabas mas para mí, y el dolor llegó muy profundo “he ahí mi primera herida hecha por amor”, mi herida sigue visible para todos, menos para ti.
Con los meses de separación, a veces dudaba si te conocí, si debía seguir de pie frente a ti con esa flor amarilla de la que habló Cortázar o marcharme de una buena vez. Quería seguir esperándote, pero a veces era tan difícil mantenerme en pie sin vacilar.
La primera vez que volviste, ya no te esperaba, mi fe en ti se había esfumado tiempo atrás. Dijiste “te quiero mirar”, luego de acordar lugar y hora, nos encontramos para esa aventura inocente, por primera vez agregamos en la ecuación algo más que la compañía “Licor”.
El tequila es un mal consejero, pero tú eras el peor. Me llevaste a beber a un lugar público, frente a una estación de policía ¿Qué cosa podría salir mal?
Bebimos tanto, silbabas una canción “todo cambió/Camila” pero nunca me dijiste la letra que era lo importante. Ese día, de nuevo hablamos de todo y nada, cómo siempre tan normal y nada era lo que realmente me querías contar.
Ese día, lo recuerdo muy bien, tu pelo tenía un olor a uva intenso, podía olerlo contigo a mi lado, con tu cabeza sobre mis piernas. Mi corazón contigo.
Cuando me llevaste de la mano hasta el lavabo, al salir encontrarte frente a la puerta esperando por mí, me dio un vuelco al corazón. Por cómo me veías, porque tú estabas cuidando de mi. En un torpe trastabilleo caí en tus brazos y me acunaste sonriendo, eso me hinchó el corazón, me sentí como en las nubes.
Una pregunta cambió todo entre nosotros de nuevo. Con tanto alcohol en el cuerpo la distancia entre los dos terminó. ¿Te puedo besar? Dijiste y asentí de inmediato tomaste mi primer beso. Fue un beso desesperado y esperado, la tensión sexual entre ambos era demasiada que fuimos sacándola poco a poco. Pasamos horas desquitando nuestras ganas.
Oscurecía cuando decidimos volver a casa, tú estabas ebrio, casi sin reacción. Tome tu mano para llevarte a casa, sin saber que no te volvería a ver en mucho tiempo.
La segunda vez que me dejaste fue esta, sin explicaciones, todavía con un el sabor de tus labios en los míos. Casi no había consuelo, me hiciste caer de un golpe y en mi mente una oración resonaba “él no volverá”.
En ese tiempo, dejé tantas notas para ti, tal vez te enfadé demasiado. Cada vez me inventaba más excusas para tu ausencia, decirte “estoy bien”, “estoy aquí”, “vuelve cuando sea tiempo” todo esto entreverado en las historias de todo lo que hacía y te contaba. Me preguntaba todos el tiempo “¿Estás bien? ¿En verdad algún día volverás? Sin tener respuestas.
Me solían llegar siempre tus respuestas vagas, siempre sonaban más a excusas. La única respuesta sincera pero tan lejana que entristece fue “te recuerdo”.
“Al lugar en el que has sido feliz no debieras tratar de volver” dijo Sabina en la canción. No soy obediente sabes, volví tantas veces a donde te extrañaba, cada parque nuestro era mi consuelo, tenía la esperanza de que quizá estuvieras ahí y verte de lejos. Pero nunca estuviste.
Esperé otro año completo, me ignoraste, me evitaste y no podía hacer nada. Mis amigos preguntaban por ti y no pude decir ni cómo estás. Era amargo.
Yo te amaba, todos mis amigos lo sabían, tus amigos lo sabían y tú lo sabías.
Una mañana me armé de valor para ir a buscarte, atravesé la ciudad sólo para verte. Y con lo que me encontré me rompió el corazón en pedazos, nada era ni volvería a ser igual “tú de la mano de alguien más, sonriendo feliz” y yo cómo una tonta lejos y triste, esperando una simple palabra de ti. Nunca lo supiste, volviste a herirme y mucho.
Te miré varios meses después en nuestra plaza, esa noche mi cantante favorito tocaba y a lo lejos estabas tú. Me miraste e ignoraste. Por no decir que casi huiste sin saludar siquiera. Sentí que tantos años de amistad no habían servido de nada, dentro de mí sentí coraje, rabia por ser tan tonta y contra ti por ser tan cobarde.
Decidí que era tiempo de dejarte.
Me di por vencida contigo. Rompiste la única promesa que me hiciste, esa de “siempre habrá tiempo para ti”, ya no lo hubo para estar conmigo, ni para verme siquiera, sin contar con todo lo que había visto y el daño que me hice.
Ya no sabía si era real o un sueño lo que viví contigo y dejé pasar el tiempo. No volví a buscarte y me enfoqué en mi misma, si volvías encontrarías la mejor versión de mi. Pero ya no era para ti.
Disfruté cada día del último año de escuela, tenía noticias de ti por amigos en común. Mis amigos para ayudar a salir de esa “relación” me llevaron de fiesta, me presentaron chicos e hicieron que me olvidara un poco de ti.
Puede sonar a revancha pero comencé a salir con alguien más, no me sentía bien porque en mi obsesión por ti no podía disfrutar plenamente, de algún modo me sentía siendo infiel. Él me enseñó a besar, que el contacto físico en pareja no está mal, menos cuando ya eres un adulto. No logré enamorarme de él y terminamos, sin embargo le agradezco haber estado en mi vida. Todavía lo está, pasó a ser un buen amigo después de todo.
Sabes, disfrute mucho ese mi último año escolar sin ti, ya no me hacías falta. Me gradué y todo estaba en paz, pero te volviste a cruzar en mi camino con la misma vieja técnica “tu, el alcohol y yo, en otro lugar que no debíamos”.
En ese momento, lo último que quería era repetir la escena anterior, no lo esperaba. Beber hasta casi perdernos y cuando menos pensé, ya estábamos besándonos sin parar.
El calor aumentó cuando me jalaste para que me sentara sobre tus piernas frente a frente, todo sin tocarnos más allá del beso. Tu respiración se aceleró y subiste las manos a la altura de mis pechos pero te de tuviste en seco, no entendía que pasaba, ¿tan indeseable era?
Fue cómo volver a la realidad, es algo de lo que nunca volveríamos a hablar.
Nos encontramos otras veces entre amigos, pero jamás se volvió a tocar lo pasado.
Te volviste a ir, era la tercera vez, entendí que tu nunca ibas a dar un paso adelante, si no tenías ni siquiera el valor de decirme que me querías, era porque no lo sentías.
Te dejé ir, quizá algún día regresaría, quizás no. No podía hacer más, aunque te quisiera y extrañará no te buscaría de nuevo. No necesitaba lastimarme otra vez.
Continué con mi vida, trabajé mucho, me mudé un tiempo de ciudad, hice amigos, salí a muchas fiestas y con otros chicos sin que te enteraras.
Inconscientemente te esperaba, no podía aceptar el amor de nadie porque presentía que tú me amabas a pesar de todo.
Lo sé, fui una tonta total, ingenua. No dabas razón de vida y yo viéndote hasta en donde no estabas.
Cada vez empecé a dejarte ir más y más, ya no te echaba de menos como antes así que cuando quisiste tener contacto de nuevo conmigo ya no me emocionaba ¿Pará qué? No sabía en qué momento te irías de nuevo sin despedirte, me resigné y le di la oportunidad a alguien más. Alguien que no era cómo tú.
Me dijiste que te irías de nuevo por tres años, lo acepté y lo asumí como el final de la historia, sumar la distancia a esta “amistad disfuncional” iba a empeorar todo.
Recuerdas, el día en que te fuiste te hice una nota donde dije que te quería y que siempre sería tu amiga porque era todo lo que tú podías ofrecer. A pesar de todo quería seguir teniendo noticias de ti, para estar tranquila siempre que fueras feliz. Me moría por que me dijeras algo más, pero no tuve respuesta.
Te vi dos años después y nada era igual, te notabas incómodo a mi lado, no forcé a nada. Eres mi amigo y me dio gusto verte. En ese tiempo, algo ya se había roto entre nosotros. Luego de eso, te dejé mensaje, te llamé y jamás respondiste, me dolió porque supe que ni de amigos quedamos.
Le di tiempo al tiempo sin ir detrás de ti.
A los días todo se hizo obvio, tú tenías a alguien más. Una chica más joven y acorde a tu profesión ¿Era esa la incomodidad que tenías cuando nos vimos?
Somos amigos, a esas alturas ya no iba a doler. Mi corazón ya estaba blindado.
Por primera vez en mi vida, fui quien se alejó, te traté como tú lo hacías. Con palabras a medias, con evasivas o ignorándote.
Seguí con mi vida como si no hubieses existido, se que fue algo que me rogaste no hacer, pero lo hice. Viví mi vida como me dio la gana, salí, me divertí y besé a quien me dio la gana.
Sólo te hablaba en tus cumpleaños para felicitarte.
Mi vida profesional dio un giro de 180° y cuando te enteraste me pediste que te visitará en tu nueva ciudad. ¿Qué diablos iba a hacer ahí? Sería incómodo para tu novia y para mí, así lo dejamos, no necesitaba torturarme más.
Tuve una relación tóxica , lo quise, pero no tan intenso como a ti. Poco a poco me di cuenta del daño que este sujeto me hacía, me lastimaba emocionalmente y yo no podía contártelo, tenía vergüenza por mi mala elección y de la piltrafa humana en la que me estaba convirtiendo.
Recuerdo la noche en que hablamos cuando yo regresaba de una fiesta. Platicamos mucho y te lo conté, te dije que lo quería o que creía quererlo y lo mucho que dolía el terminarlo, pero era todo, ya no podía más.
Tú todavía estabas bebiendo y comenzaste a reclamarme todo lo que no dijiste antes.
-¿Por qué me DEJASTE? -reprochaste enojado.
A lo que respondí –Tú me dejaste primero, cuatro veces ¿Lo recuerdas?
De repente dijiste lo que siempre quise escuchar antes –Pero yo te amo, siempre te amé. Pero me dejaste.
Y sin pensarlo te dije –Yo también te amo, pero qué podía hacer, tú me dejaste tantas veces hecha mierda y tuve que seguir con mi vida. -Fue mucho drama para una noche común.
Por unos minutos salimos de la Friendzone donde siempre estuvimos pero, de vuelta a la realidad, fue un parteaguas que nunca volvimos a mencionar.
Mis heridas viejas acumuladas pasaron factura, caí en una tremenda depresión, no estabas cerca, no podía preocuparte. Me alejé completamente, no respondí, no llamé, sin redes sociales. Dejé todo es standby.
En cuestión de dos meses mi vida se fue al caño. Sin poder componerla no quise que me vieras así. Todo me dolía, pero no te podía hacer sufrir, yo te quería demasiado.
Una noche, en medio de la peor crisis de mi vida en la que deseaba más que nunca morir. Ya tenía planeado dejarme ir, me llamaste en justo en el momento y evitaste que cometiera una locura, me hablaste de todo y nada como siempre. Y pensé por esta noche no voy a morir ¿Cómo voy a morir si tú aún estás aquí? Me dije. Sin saberlo, salvaste mi vida.
Luego de ésto, busqué ayuda profesional, traté mi problema y entendí que pasaba. Fue un proceso largo y difícil, estaba sola y por verte algún día es que tenía que estar bien.
Dejé a todas esas personas que me hacían daño, pero una vez más me retiré del juego. Si quería luchar para estar contigo, tenía que estar sana. Sin embargo, ese tiempo fuera hizo que tú me olvidaras y dejaras de amarme.
Cuando regresé a tu vida, todo iba mejor, te conté todo lo que había vivido, pero siento que te enojaste conmigo por darte el lugar de salvador y por no confiar en ti.
La quinta y última vez que me dejaste, fue cuando regresé a mi vida normal, entre tanto silencio tuyo sabía que algo pasaba. En redes sociales lo miré “ te casaste” un año atrás y no me lo contaste. Me enojé en vano, preferí no saber más de ti, me dolía pero ¿qué podía hacer? Absolutamente nada, había perdido el juego completamente. Ni siquiera como amigos podíamos quedar luego de esto.
Nunca me dijiste, tuve que enterarme de la manera más fría y cruel, jamás me has hablado sobre eso cuando nos encontramos por casualidad. ¿Qué diablos pasa por tu CABEZA? No me voy a morir si me lo cuentas, se supone somos amigos de años, yo no te cuestionaré, ni te haré ningún reproche. Pero hasta aquí a quedó la confianza entre nosotros, diez años tirados a la basura.
Tu vida está bien, la amas, lo sé y ella a ti. Fue el momento de poner el punto final a mi historia de desamor.
Como dijo Sabina “Lo peor del amor es cuando acaba, cuando al punto final de los finales, no le siguen dos puntos suspensivos”.
La vida es corta, voy a seguir viviendo a pesar de todo y de ti. Espero nunca me llames cuando estés ebrio, igualmente cambié mi numero de teléfono. Espero no quieras tratarme como tonta cuando nos encontremos por casualidad, sé todo lo que te cargas. Sé que lo que tú llamaste amor, era nada.
No puedo odiarte, yo misma me ilusioné con lo que nunca fue, yo me inventé la historia. Puedo agradecerte haberme hecho madurar, el salvar mi vida en ese momento. Pero si de algo estoy convencida es que no quiero verte nunca más.