Trabajar en una panadería tiene sus pro y contras... La contra es que siempre uno quiere probar todo, porque se preparan cosas demasiado deliciosas. Los pro son: que el trabajo es variado, entretenido y super físico, además de que las recetas pasan a formar parte de tu libreta mental de cocina.
Soy joven y nunca fuí muy atlético, pero éste trabajo ha hecho maravillas con mi cuerpo, le dió un importante nivel de resistencia y también ayudó a marcar la musculatura. Soy delgado y me gusta la ropa holgada, así que casi nadie conoce lo bien que estoy. Y no es que sea creído, es sólo que aprendí a quererme y gustarme como soy ahora, dejando de lado las miradas y comentarios que solo buscaban desanimarme.
Durante las últimas semanas sumé una rutina de caminata y trote, antes del ingreso al trabajo a las cinco de la mañana. Esto hizo que notara un hombre fornido merodeando los alrededores de la tienda. Disimuladamente comencé a bajar la velocidad de mi trote los últimos días para atender más a esa presencia oscura que parecía esperar el momento justo para un atraco. El lugar en el que esperaba era en la calle trasera del local, por donde se despachan los camiones y descarga la mercadería. Una vez estuve cerca me detuve y pude ver quién era...
—¿Fran, qué haces por acá, vivís cerca?— mientras me acerco lentamente hasta donde una ráfaga de luz de la calle revota en su cuerpo que se adelanta unos centímetros.—¿qué traés ahí?—le señalo la mano que contenía algo así como un cuenco.
—Hola Esteban, no esperaba que me reconocieras—, pone sus manos al frente junto a la maceta que contenía un hermoso y pequeño bonsai.— hace varios días busco coraje donde sea para poder darte ésto–. Dice extendiendo sus manos hasta mi torso y bajando la mirada.
Aún un poco agitado por el ejercicio, tomo el obsequio y bajo un poco mi rostro tratando de encontrar su mirada.
—O-okey... Gracias... y ¿querés pasar? Aún es muy temprano y nadie llega a éstas horas salvo yo— rodeo con uno de mis brazos la maceta y con la otra mano tomo la manga de su chaqueta, para que me siga. —Vení, preparamos unos mates y de paso me contás qué haces a estas horas por acá y cómo me encontraste—.
Una vez pasamos el depósito y la oficina, donde dejé el bonsai, ingresamos a la cocina. Encendí las luces y marché algunos panes y bocadillos que había dejado preparado anteriormente en los hornos. Puse la pava y cargué el mate de yerba mientras era observado minuciosamente.
—De ese adolescente tímido, callado y flacucho ya no queda nada— dijo mientras se apoyaba con ambas palmas de sus manos a los lados de su cuerpo formando una "V" invertida, sobre la isla central de amasado. La temperatura en la cocina era la correcta pensé mientras levanté la vista para ver su rostro cruzando dicha isla. Estaba un poco enrojecido al igual que sus orejas.
—Pensé que iba a ser más fácil ésto, pero estás... diferente—, giro sobre mi propio cuerpo para guardar el yerbero y tomo la bombilla, vuelvo a la isla y cuando estoy a punto de colocar la bombilla...
—Aunque me sé fachero, estás tan firme y empoderado, que no se cómo avanzar. Estoy tratando de ser sensual y persuasivo diciendo ésto, pero mi cuerpo no para de temblar—, exhalando una risa de falsa jactancia.
Me detuve con la bombilla en el aire y elevé nuevamente mi mirada encontrándome con un rostro completamente sonriente, absolutamente sensual y endemoniadamente libidinoso. Dejé caer la bombilla dentro del mate que dejé sobre la mesa y lo aparté con el dorso de mi mano izquierda, luego apoyé la palma de ésta y tomé impulso y me elevé sobre la isla quedando sentado sobre ella, me deslicé velozmente pasando mis piernas entre sus brazos que permanecían en la misma posición, las enrollé en su cintura atrayendo así todo su cuerpo al mío. Acaricié su rostro y seguí camino hasta su nuca pasando mis dedos entre sus cabellos.
De la manera menos sutil y más apabullante, devoré esa boca que esperaba abierta, con una lengua totalmente expectante a la llegada de la mía, donde entre fuertes inhalaciones y varios jadeos se trenzaron en una ferviente batalla. Abandonó su postura de manos e ingresó por debajo de mi remera, acariciando mi espalda baja con tal presión que instantáneamente hizo palpitar mi ereccion contra su abdomen. Como si no hubiera un mañana, recorrió con su lengua y labios humedecidos mi cuello y el comienzo de mi clavícula. Despegando un poco las palmas de mi piel levantando mi remera, la quitó de mi cuerpo y la arrojó a un lado, afirmó su mano derecha en mi nuca para hacer ladear mi cabeza y regresó su boca a la mía, llevó la otra mano a mi abdomen haciendo camino sobre la ropa hasta mi pelvis. Ajusté mis piernas varias veces para provocar el bamboleo de su cuerpo, luego las dejé caer un poco sin soltarlo y mis manos se movieron con total descaro a la parte trasera de su pantalón, apricionando esas nalgas calidas y mullidas. Aún conservaba toda su ropa, pero la realidad es que con sólo desabrochar el cinturón, el botón de sus jeans y bajar la cremallera, podía fácilmente acceder a todo lo que necesitaba y quería en éste momento. Conservaba esos encantos que siempre tuvo y varias veces surcaron mis sueños. Hoy estaban frente a mí, de carne y hueso, entregándome el placer más acaparador y sublime .
La verdad es que todo lo que ocurría me tomaba por sorpresa. Fran siempre fue distante y más bien frío. Compartíamos muchas horas juntos pero, mantenía una distancia respetuosa, diría casi ortodoxa. Nuestras conversaciones no iban más allá de lo habitual en el entorno estudiantil, salvo algún que otro comentario sobre gustos musicales o hobbies, nunca habían pasado a mayores. Por eso me costaba creer estos sentimientos que repentinamente me confesaba. Me dejó atónito que me encontrara y se apareciera por acá, tan suelto y con regalo en mano, después del par de años que habían pasado.
Me tenía desnudo y a su merced. La superficie fría donde yacía contrastaba con la calidez del ambiente y los bochornos provocados por la exitación. Asíamos nuestros penes, sin dejar de besarnos y apretujábamos todo lo que se encontraba al alcance de las manos libres. Soltó rápidamente mi falo y empapó de saliva sus dedos índice y mayor, para rozar y penetrar lentamente mi entrada con mucha sabiduría. Era tan bueno en ésto que eyaculé en cuanto comenzó aquellos movimientos circulares dentro de mí. Con la otra mano ahora libre sacó de inmediato un preservativo del bolsillo interno de su chaqueta, se lo colocó y antes que pudiera soltar el final de mi descarga, entró profundo de una sola estocada haciendo que mi espalda se contraiga e inmediatamente se curve hacia atrás.
Nuestros estruendosos gemidos fueron apagados por los labios opuestos mientras su vaivén de impetuosas y extasiantes estocadas me destrozaban. Allí dentro se puso extremadamente caliente y lo aprisioné por completo, lo tomé de la nuca con una mano, lo miré juntando nuestras frentes absolutamente agitado. Abrí amplio los ojos, relamí mis labios y asentí con la cabeza, la recliné levemente y cerré mis ojos. Besó mi nuez de Adán y mi cuerpo se estremeció, vibró de tal forma que Fran acabó duro y contundente, llenando de un inmenso fuego hasta el rincón más recóndito de mí. Volví mi cabeza al frente, mirándolo y riendo amplio mientras tomaba grandes bocanadas de aire al igual que él. Su cara era un poema...
—Me alegra haber sido un cobarde éste tiempo,— respiró fuertemente un par de veces más y sonrió de lado— ahora puedo decir que moriría si no estoy con vos— acercó su boca y mordiendo su labio inferior con lujuria remató— Voy a volver a hacerte mío en cuanto termines con eso—. Señalando con un movimiento de cabeza uno de los hornos que pitaba lejano, avisando el final de la cocción.
Cuando volví la vista, todo había cambiado. Pestañé varias veces y automáticamente apagué la alarma del despertador que marcaba las cuatro de la mañana, viéndome en la cama, empapado en sudor, aturdido y jadeante, con una de mis manos dentro de mi bóxer repleta de fluidos. Suspiré fuerte, sacudí mi cabeza y como pude me levanté, tomé un toallon y emprendí camino a la ducha para despavilar aquel delirio descarado que había osado soñar...