—¡No saldrás y punto!
—Pero mamá — habías dicho que si.
—Ahora digo que no, y cuando digo no, ¡es no!
—No lo puedo entender, que rabia tengo —
—Ah si —¿Tienes rabia? Pues ve a tu habitación para que se te pase. Tienes rabia, pero
—¿Porqué no averiguas que me hizo cambiar de opinión? — Te crees que soy tonta.
—Yo no entiendo nada, voy a llamar a mi papá, el si me entiende, y me trata con amor porque me ama y me quiere. No como tú, que pareces que no soy tu hija y me odias.
—Anda, corre llámalo, claro, para él es muy fácil opinar, y solo por llevarme la contraria trata de desautorizarme, pero está muy equivocado, aquí mando yo, y él que lo haga en su casa y con sus hijos que tiene.
— ¿Qué se ha creído? ni siquiera colabora con tus gastos, pero si quiere venir a opinar. Así cualquiera es padre, y no me importa nada, pero
—Me vas a obedecer, mientras yo viva.
Fue lo último qué le escuché decir a mi madre.
Entre a mi habitación, estaba muy brava, llorando y despotricando.
En la mañana, vi que ella no despertaba, me pareció extraño, así que corrí a su habitación pensando que se había quedado dormida, pero al acercarme a su cama, la encontré con los ojos abiertos y sin vida. ¡Mi madre había muerto!
Qué triste me siento, sobretodo cuando recuerdo sus últimas palabras:
««Me vas a obedecer, mientras yo viva"»»
Ya no te tengo... No tengo a quién obedecer.