Me enamoré de Néstor cuando tenía doce años y el tenía veintitres. Por supuesto que ese era un amor imposible, yo casi terminaba la primaria y él estaba por terminar la universidad.
De todas maneras, sentía que lo quería demasiado, aún sabiendo que nunca se fijaría en mi, ya que solo me veía como la compañera de estudios de su hermanita.
Pasaron los años y yo seguía aún más enamorada de Néstor, quién ya era un reconocido arquitecto, y junto a su mejor amigo habían creado su propia empresa.
A lo largo de éstos años había presenciado muy de cerca todos sus progresos, así como todos los amoríos, y que por supuesto ninguna de esas chicas me caía bien. Eran poca cosa para él.
El día que cumplí veintiún años, hicimos una pequeña celebración, obviamente el primer invitado fue Néstor, quién para mí desilusión llegó en compañía de una exuberante chica, y también de su socio y amigo.
Quedé impactada cuando vi a éste hombre tan buenmozo, y más aún al momento en estrechar mi mano cuando Néstor nos presentó, un chispazo muy fuerte sentí recorrer mi cuerpo, y de inmediato me gustó éste príncipe, sobretodo cuando con su voz tan varonil me dice:
<>
¿Quuuééé -- me dijo princesa? -- pensé emocionada,
y muy nerviosa solo pude responder:
--Encantada -- Karina. Rápidamente solté su mano.
A partir de ese día comenzamos una muy linda amistad que a los meses se convirtió en noviazgo.
Al principio mis padres no veían con buenos ojos nuestro romance por los once años de diferencia que me llevaba, pero después, y viendo que nos queríamos, lo aceptaron.
Por cierto, finalmente comprendí que, lo que supuestamente había sentido durante tanto tiempo por Néstor, tan solo fue una linda ilusión de niña, quizás admiración, pero ahora que conozco lo que es el amor verdadero, me doy cuenta que nunca existió tal sentimiento.
Pero lo que si es cierto, es que gracias a Néstor conocí a Frank. Conocí...
<>.