¿Quién no recuerda el primer día en la escuela, así como el rostro de nuestra primera maestra?
Por supuesto que todos. ¿No es así?
Y, aunque los años han transcurrido, y obviamente hemos tenido otros maestros y escuelas, ese recuerdo se ha quedado allí por, y para siempre.
Ese primer día, en que tomado de la mano de mi madre y sumamente nervioso entré al salón de clases... Y la vi, allí estaba, con una bonita sonrisa en su rostro, saludando y recibiendo a todos sus alumnos.
Era una mujer muy simpática, sonrió, y me hizo sentar a su lado, luego me preguntó:
¿Conoces las letras del alfabeto?
Si -- respondí con tímidez.
¿Sabes leer?
Me quedé con los ojos abiertos como platos.
Nuevamente sonrió, y solo me dijo
__No te preocupes, aquí aprenderás.
Recuerdo como si fuera hoy, que me dio una cartilla con figuritas de animales para recortar, indicándome como debía hacerlo exactamente por la línea, para no salirme.
Me enseñó a escribir, a leer, a colorear y otras actividades escolares más.
Aunque no lo parezca, la maestra de primer grado, es la que tiene mayor importancia en nuestra infancia. Su presencia y sus primeras enseñanzas nos marca para toda la vida, haciendo que el solo hecho de evocar esos momentos sean sumamente gratos..
Espero que con éste corto relato, también su mente haya viajado a ese preciso y hermoso momento en que conocieron a la persona que marcaría sus vidas para siempre:
<< Nuestra querida maestra de primer grado>>