Desde hace unos meses, mantenemos nuestro noviazgo a escondidas. Por ahora tiene que ser así, porque sus padres jamas me van a aceptar. Si es que soy un pobretón, y ella, ella es, como dice la canción:
<< La cándida niña de la sociedad>>
Pero bueno, no se manda en los sentimientos, y nosotros nos fuimos enamorando, sin darnos cuenta, en la medida que nos íbamos conociendo. No es que fue a primera vista, o un amor que nos hechizó y que ya nunca más dejamos de pensar el uno en el otro. No, no fue asi, creo que fue más por la costumbre de estar todo el tiempo juntos en la facultad, y cuando no, pues entonces hablábamos por teléfono, o nota de voz a través de WhatsApp. Lo cierto es que de una u otra manera estábamos cual llave y candado. Así mismo era, y quizás no nos dábamos cuenta de lo que sentíamos.
Hasta que un día, me vió en una animada conversación con una linda chica en la fiesta de un compañero. Bueno pues, entró en cólera, y dejando a todos con la boca abierta me abofeteó, así, sin son, ni ton.
Me dijo unas cuantas cosas, la verdad yo no entendí nada, solo sentí mucha vergüenza, ya que todos se reían y burlaban de mi.
Sin embargo, no le di gusto ni a ella, ni a nadie, y aunque por dentro estaba furioso, hice como que si no me importara, le di la espalda y seguí conversando con la chica como si nada.
Esa noche, no pude dormir, pensando porqué Nubia había actuado así, y de repente comprendí que estaba celosa, pero celosa ¿de que, o qué? Sería por la amistad, porque por otra cosa no creo. Ella, bella, hermosa, fina y elegante no se fijaría en mí como hombre, y menos como novio, eso jamás yo lo había siquiera considerado.
De todas maneras hablaré mañana con ella, que me aclare su actitud, porque todavía tengo mucha furia por lo sucedido.
Al día siguiente, llegó enojada y ofendida. ¡Definitivamente esto es el colmo! O sea, según la señorita, yo la ofendí.
¡Que cara dura!
Finalmente no me aclaro nada, solo tuvo el atrevimiento de amenazarme, que si me volvía a ver con la chica que sea, no dudaría en abofetearme.
¿Quuuééé, con que esas tenemos? me dije.
Pues la sujeté por la cintura, y sin más ni menos besé sus labios, pero no es que fue un besito y ya, ¡No!... Fue como debe ser... ¡Un gran beso!
Así que, es el l comienzo de éstos amores, que sabiamos muy bien serían nuestra condena, ya que nunca podrían ser aceptados.
El tiempo fue transcurriendo, y ya casi terminaba el semestre. Una mañana cuando voy llegando a la facultad, un hombre de mediana edad, y elegantemente vestido, se atraviesa en mi camino, me toma del brazo, y de una vez me dice:
¡Oye pobretón, aléjate de mi hija, o no respondo!
Le miró a los ojos y solo le digo
Haga lo que le dé su real gana, no le tengo miedo, lo único que usted tiene de más que yo es el dinero, porque si se trata de cojones los tengo y bien puesto, así que sus amenazas no me intimidan.
Y a la mujer que amo, no la voy a dejar porque otros quieran, y si la envía a la luna, pues allá mismo iré por ella.
¡Apártese que no puedo perder más tiempo!
Consciente estaba que ésta conversación traería consecuencias. Y así fue, no había transcurrido un mes, cuando me llegó una notificación de la universidad, diciendo que mi beca había sido suspendida, y por tal motivo no podía continuar mis estudios.
Por supuesto que no podía continuar, la universidad era muy costosa, y ésta beca cubría en su totalidad mis estudios. Así que resultó un golpe bajo por parte del padre de mi adorada, que usando su poder e influencias logró desestabilizarme emocionalmente.
Creo que nunca me había sentido tan mal, lloré como un niño. ¡No! ni siquiera así, solo se que lloré como nunca lo había hecho.
Me sentía impotente, frustrado, desgraciado, no sabía que hacer, sin embargo pensar en ella me reanimaba, y me daba fuerza y un coraje desconocido para mi hasta entonces, y bajo éstas emociones, hice lo único que podía hacer en ese momento.
Entré a un gran edificio con instalaciones muy modernas, luego de dejar mis datos en recepción, me dieron un pase de cortesía, y me hicieron pasar e indicaron el piso y la oficina a dónde supuestamente me dirigía. Claro que había mentido.
Con el corazón acelerado, entré a una amplia y elegante oficina, una chica muy bien vestida me atiende:
Buenos días...¿En que puedo ayudarle?
Quiero hablar con el Licenciado Quintana.
Pero usted no tiene cita
Así es Señorita, no tengo cita, es una visita personal, pero con carácter de urgencia.
La chica me observa de arriba abajo, y se levanta de su asiento y me dice:
Espere un momento, por favor su nombre
Jorge Enrique Fernández.
Pasado unos minutos, me hace seguirla
Al estar frente al padre de Nubia, y verlo tras su escritorio como si fuese el rey del mundo, disponiendo de la vida de todos, le dije suave pero
fuerte:
¿Y usted qué se ha creído "mi estimado"?
¿Piensa que por sabotear mis estudios, es suficiente para dejar de amar a su hija? Pues se ve que no me conoce, y nuevamente le repito, que ni usted, ni ningún otro hombre me va a intimidar, ni que tengan veinte cojones o los tengan cuadrados.
¿Me está entendiendo? "Licenciado"
Es verdad, soy pobre, y no me avergüenza admitirlo, al contrario, me siento orgulloso. Yo no poseo riquezas económicas, pero si riqueza de valores, que mis padres han sabido inculcar a sus hijos.
Lastimosamente veo que usted no los tienes, ya que de ser así, no perjudicaría a nadie por el motivo que fuere.
El hombre me observa, y con una sonrisa torcida me dice:
No, yo no me creído nada, solo cuido y protejo a mi hija de un tipo como tú, y no me vengas con tu discurso de resentido social, con tu doble moral, conozco muy bien a los de tu clase, que solo esperan se les de un dedo para agarrar toda la mano.
Pero algo te puedo asegurar, mi hija no es para ti, olvídate de querer escalar posiciones por medio de ella... ¡Ni loco lo consentire!
Todo lo que tengo me ha costado mi esfuerzo, todo lo construí por el bien y la felicidad de mi familia.
Así que no te lo digo más aléjate, sino...
Sino ¿Qué?... ¿Acaso buscara y me enviará matones?
¡Pues no le temo a eso!, pues de algo hay que morir en esta vida, no pierda su tiempo tratando de atemorizarme.
Pero como le digo una cosa, le digo la otra, no crea que yo me fugaré con su hija. No, ni siquiera se lo imagine, soy un caballero, y como tal, actúo, además la amo demasiado como para exponerla a la vergüenza y al escarnio público, eso jamás lo haré.
Pero le aseguro que sea como sea, terminaré mi carrera, y me haré digno de ella, no se preocupe a mi no me interesa su emporio económico.
¡Así que buenas tardes!
El padre de Nubia, se ha quedado desconcertado con la actitud del hombre que dice amar a su hija, le recuerda tanto a el mismo de joven, cuando se enamoró de la que hoy es su esposa, la madre de sus hijos incluyendo a Nubia, su historia es igual, el también era un pobretón que no tenía nada, ni siquiera una familia bien estructurada, su padre un borracho mujeriego y con hijos regados en el mismo pueblo, y su madre una mujer tan sumisa que le había permitido hasta golpes a ese malnacido. Sus dos hermanos mayores, ambos de mala conducta.
Sin embargo, y muy a pesar de todo, al hacerse adulto salió adelante con trabajo, disciplina, lucha, esfuerzo, y coraje. Pero a diferencia de éste hombre, el si se fugó con ella, se la llevó cuando ella daba un paseo con su ama de llaves, aunque la amaba, el si la avergonzó y la sometió al escarnio público a ella y a su familia, en una época donde la moral y las buenas costumbres en una sociedad tan tradicionalista, ese proceder atentaba con la decencia de las señoritas del pueblo.
Pero, sí es cierto que ama como dice a su hija, y por tanto lo menos que quiere es perjudicarla.
Entonces le habrá dado una lección de vida, porque precisamente él hizo lo contrario... ¡Que ironías!
En el fondo ese arrojo, esa valentía y esa férrea voluntad de salir adelante de éste joven le gustaba.
Al llegar a casa, le platico a su esposa lo sucedido, y le planteó su decisión de aceptar la relación de ellos. Por supuesto su esposa estuvo en total acuerdo.
Lo primero que hizo fue que al joven lo readmitieran de nuevo en la facultad. Luego conversó con Nubia sobre la posibilidad de aceptar su noviazgo, le pidió que se reunieran todos, en un lugar neutral donde pudiesen conversar sin interrupciones.
A regañadientes, acepté conversar con los padres de Nubia, solo sea por el amor tan grande que siento por mi adorada.
Asombrado quedé cuando me dijeron que aceptaban nuestro noviazgo, pero con la condición que hasta que no culminemos nuestros estudios no no casaremos. Pues claro que acepté, y le prometí acatar sus deseos. Pero yo también tenía condiciones, y es que no quería ayuda de ningún tipo, quería salir adelante yo solo, como Dios me ayudase, y delante de sus padres, le hice prometer a mi novia si estaba de acuerdo en que comenzaríamos desde cero, también gustosa y llena de dicha aceptó
Pasó el tiempo, y después de tantos años de casados y con dos hijos fruto de nuestro amor, al fin pudimos comprar una casa sumamente hermosa y digna de nuestra familia. Nos costó un poco, no fue fácil, pero lo logramos nosotros dos, con dedicación, perseverancia, lucha, esfuerzo, fe y ante todo mucho amor.
Hoy en día cuando miro al pasado, me convenzo que las cosas en la vida pasan por algo.
Enfrentarme aquella mañana sin ningún tipo de violencia, con el padre de mi adorada, en vez de alejarme, me acercaron a ella. Yo solo hablé con la verdad de mi situación y lo más importante de mis sentimientos. Jamás le demostré debilidad, ni le inspiré lástima y eso marcó la diferencia.
En conclusión, con propiedad feliz y contento puedo decir:
<<¡Gracias a la vida!>>