Eras lo único que conocía como cálido.
Sin familia, ambos crecimos en el mismo orfanato. Pero al menos nos teníamos el uno al otro me repetías cada noche antes de dormir acurrucados, protegiéndonos del frío.
Aprendí a sobrevivir gracias a ti.
Nunca nos separamos desde que decidiste que yo era digno de ser cuidado. Decidí darte esta vida a ti, estoy muy agradecido.
Pensé que no nos deparaba nada diferente, a lo mucho escapar juntos de allí, y que nos dejaran en paz.
Cuando te hiciste mayor querías quedarte pero sólo te lo permitieron hasta los 20, entonces te marchaste prometiendo volver por mí en cuanto te asentaras. Odié nuestros 7 años de diferencia.
Esperé, soportando estar solo y peleando con cualquiera que quisiera adoptarme. Y con los otros niños. Debía sobrevivir allí hasta que volvieras.
Me hice mayor y pensé que habías muerto, nadie tenía información sobre ti.
Trabajé en cosas cuestionables. Conocí a mucha gente y esperé verte cada vez, yo empezaba a dudar de lo que sentía por ti.
No parecía sano.
Conocí a un muchacho más joven que yo, tenía una familia, y era muy molesto cuando se sentaba a hablar conmigo en el parque a contarme lo maravillosa que era su vida. Lo ignoraba, pero seguía insistiendo. Tal vez no tiene amigos. Como yo.
El reencuentro fue peor que la despedida. Deseé que estuvieras muerto, no tan vivo y feliz. Sin mí.
La culpa llenó tus ojos en cuanto me reconociste y te acercaste. Tus amigos me miraban con esos ojos llenos de juicio. Cómo se atreven. Puede que no vistiera bien, pero ¿qué derecho tienen de menospreciarme?
Quise marcharme, pero me detuviste y pediste hablar. Les dijiste adiós, y se fueron renuentes.
Ya, luego te criticarán por estar con el que vende drogas en el parque.
Mejor vete, te digo.
Me sonríes como disculpándote; y explicas, que conseguiste varios trabajos, y en uno de ellos casi te arrestan. Que el dueño se apiadó de ti, y como se sentía abandonado por sus hijos, te pidió que cuidaras de su tienda y de él mientras viviera, a cambio pagaría tus estudios y tendrías una vivienda fija.
Dices que planeaste regresar por mí en cuanto el señor te permitiera mantenerme. Qué suerte, ¿no?
Lo sientes, me dices, que sientes no haber venido antes, que cuando volviste yo ya no estaba.
Me había ido 9 meses antes…Conmigo no fueron tan permisivos, por los problemas que causé no me dejaron quedarme más tiempo.
No importa, haré algo por ti, me digo.
Vete, ya tienes una vida hecha. Insistes en que me quede contigo en la casa del señor que te acogió, quien había aceptado mantenerme hace 2 años cuando regresaste por mí.
De repente me vienen a la mente las palabras de aquel mocoso.
"Mi mamá me dijo que si una persona te importa en verdad, quieres entenderla, ¿qué piensas?" Una madre, qué afortunado. Me reí de tal cursilería, ese adolescente era un ñoño y un tonto...
Le respondí que nadie lo amaba realmente, y que por eso molestaba a un extraño en el parque. Se puso a llorar como un bebé, y lo dejé allí. Despreciando su debilidad.
Ahora pienso, que nadie me enseñó sobre eso, ni siquiera tú. Ni a consolar ni a comprender.
Pensé que lo que me dijeron muchos conocidos en el trabajo era verdad, lo que me ataba a ti no sólo eran el pasado compartido y el agradecimiento. También eran una insana codependencia y obsesión de mi parte.
Me asusta lo que te haré si me quedo, el placer que sentiré al verte hundirte en la miseria por dejarme.
Entonces antes de que me toques para seguir insistiendo, te doy una bofetada y te digo que no recuerdo que me prometieras nada.
Que yo, ya no necesito nada de ti.
Te veo ahogarte en la angustia. Esto no es amor, pero es lo más cercano que alguna vez sentiré. Pienso.
Te dejo ahí, ambos somos hipócritas.
No lastimé tus piernas al empujarte, ¿por qué no te levantas y te vas, o me llevas contigo? Haz algo.
No eres quien me deja atrás esta vez. Soy yo. Yo, voy a dejarte ir aquí. Y ahora.
E intentar sacarme adelante de forma diferente.
Tal vez la suerte me sonría esta vez. Tal vez deba disculparme con el niño (adolescente), si lo vuelvo a ver. Nunca regresó después de que lo hiciera llorar.
Tiro lo que queda de mercancía en un basurero mientras me voy sin voltear a verte. Ya no era necesaria.
Ahorré lo suficiente para irme.
No para quedarme.