Era un día normal, como cualquier otro.
Me tocaba trabajar hasta muy tarde, le había dicho a mí marido qué no me esperara para cenar, mí intención era despertarlo a medía noche y darle una bella sorpresa.
La relación no venía funcionando muy bien, habíamos discutido en la semana por una mala interpretación mía, un mensaje que le llegó cuando estábamos a punto de ver una película en el cine me detonó.
Claro, como no hacerlo si decía "esta noche te espero mí amor" no había leído quien lo envío. A esta altura todos saben que soy un poco celosa o desconfiada, más cuando se viene de relaciones complicadas.
La cuestión, es que el mensaje era de un amigo que lo había invitado a jugar al fútbol, yo como toda furiosa le hice una escena bastante ridícula en el cine, así que debía disculparme.
Esa noche, normal como todas las de enero quería recompensar mí actitud, a la mañana del mismo día, bien temprano había pasado por el shopping a comprarme un hermoso conjunto de lencería rojo, lo había visto por internet, era precioso, hasta el nombre me gustaba "Kendra". Salí de ahí súper emocionada, no veía la hora de usarlo con él.
Cuando llegue a casa después de mí larga jornada laboral, solo quería pasar tiempo con él, necesitaba sentir su cuerpo, su perfume, estar entre sus brazos y complacerme como al inicio de la relación.
Al entrar al living escuché unos ruidos en el piso de arriba, corrí de inmediato al baño para ponerme el conjunto, solo esperaba que no me haya oído y se le ocurriera bajar a buscarme.
Cuando fui subiendo las escaleras, empecé a oir unos jadeos de excitación, pensé que mí mente ya se estaba adelantando a todo lo que le quería hacer a él. Apresuré mis pasos y lo que vi me dejó impactada.
Estaba Felipe arrodillado frente a la estantería completamente desnudo, lo más curioso es que no había nadie más en la habitación... incluso su celular estaba en la mesita de luz cargándose, no estaba hablando por teléfono, ni con otra mujer.
—¿que estás haciendo?— le dije sorprendida.
con una voz súper temblorosa me contestó —na,na, nada.
Entro corriendo a la cama después de acomodar un libro en la estantería.
Me agarre la cara de la vergüenza —¿acaso estabas viendo una revista para adultos?
No me respondió absolutamente nada. Me acerqué a la estantería y quite el libro que había dejado, lo mire y no era nada erótico. Él empezó a hablar demasiado rápido, me preguntaba que hacía vestida así, como me había ido en el trabajo, si comí, todo junto, una actitud muy rara de su parte.
Le dije, silencio, casi gritando. La habitación quedó completamente muda, no se escuchaba nada. Me acerqué nuevamente a la estantería para dejar el libro, cuando veo un pequeño orificio en la pared que daba a la habitación de la casa del lado...
Cuando me iba acercando, pude escuchar el ruido mucho más claro, una cama golpeando contra nuestra pared. Metí mí cabezota entre los libros y vi a través del agujerito, había dos hombres completamente sudados dándose todo el amor del mundo y mí marido parecía que lo estaba disfrutando muy plácidamente.
Que tonta fui al pensar que me era infiel con una mujer.