Me considero una persona muy creativa, social y amistosa; a pesar de que estoy sola en este mundo trato de darle una gran sonrisa a la vida. Me encantan los animales, son como mi familia.
Un día muy lluvioso encontré un gato herido de una pata, se abrigaba con un periódico por el frio y usaba de techo una pequeña caja de cartón. Como es de esperarse lo traje a mi casa, era definitivamente un gato hermoso. Curé su herida y lo mantuve calentito con una manta.
Al día siguiente se notaba que estaba mucho mejor, me saludó enrollándose en mi manta. Le di de comer y lo tuve por una semana, no podía adoptarlo porque mis ingresos no eran suficientes, así que decidí llevarlo a una fundación de mascotas, donde podría encontrar una familia.
Todo siguió normal en mi vida; trabajo y estudio. Al mes llegó un nuevo vecíno, fue muy amable al presentarse, pero no dijo mucho de su vida. Sus ojos se parecían mucho a los del gato... Era inexplicable, pero se sentía muy familiar.
Me visitaba con frecuencia asi que nos hicimos muy buenos amigos. Era increíble lo compatibles que eramos, aunque tuviéramos gustos diferentes disfrutábamos de los gustos del otro.
Se sentia extraño no estar sola en este mundo, sentir que tenía el apoyo y la comprensión de una persona. Lo más extraño de la situación es que siempre aparecía de repente y a ocasionalmente se quedaba viendo atardeceres mucho tiempo, sin decir ni una sola palabra...
Hoy se porqué. El me lo confeso todo; ¡Era mi gato!, el mismo al que salve de la lluvia, el mismo que tuve por una semana, al que quise mucho, como gato y... Como vecino.