Nunca creí en el amor, desde pequeño siempre pensé que eso era de débiles. En mis primeros años de vida me limité a sobrevivir en un mundo hostil y perverso donde prevalecía la ley del más fuerte y unicamente odio y desprecio me daban quienes me rodeaban, ya sean adultos o de mi misma edad. Recuerdo cómo intentaba hacer amigos sin éxito alguno ya que todos huían cada vez que me veían gritandome "monstruo".
El dolor que albergaba en mi corazón era tan intenso que se volvía insoportable. ¿Por qué me sucedia esto? ¿Por qué huían cada vez que me veían los demás chicos? ¿Por qué me miraban todos de esa manera? Preguntas como esa invadían mi mente aunque no tenia respuesta alguna.
Solía vivir con mi tío ya que mi padre y mis dos hermanos mayores vivían en otra casa a la cual tenía prohibido ir.
Pero aquel que creí que.me queria, mi tío, quien me hablaba del amor diciendome que eso era lo que curaba los dolores del alma, resultó ser uno de los tantos que querían matarme.
Si, en esa época vivía con miedo continuo a ser asesinado ya que mi propio padre, el Kasekage de la aldea, habia ordenado mi muerte. Pero yo confiaba en mi tío, el hermano de mi madre, en verdad lo quería y estaba convencido de que él también me queria pero...estaba equivocado y pronto pagaría caro mi error.
Cuando aquel ninja encapuchado me atacó la arena inmediatamente formó un escudo protector anulando así dicho ataque.
Como siempre, nadie podia lastimarme físicamente por eso quizás se empecinaban en lastimar mi alma continuamente ya que carecía de protección para ese tipo de ataques. Como decía, aquel ninja encapuchado intentó matarme pero no lo logró.
Instintivamente me defendí y mandé mi arena para que envolviese su cuerpo y lo desintegre. Cuando me habia serciorado de que estaba moribundo y no podría volver a atacarme me acerqué a él y grande fue mi sorpresa al quitarle la capucha y descubrir su identidad. Se trataba de mi tío, aquel que supuestamente me quería y a quien yo tanto amaba y respetaba.
Sus hirientes palabras de odio y desprecio más la angustiante confesión de su parte al decirme que en realidad mi madre, su hermana querida, nunca me amó sino que me odió y despreció por arrebatarle la vida al nacer yo fue la gota que colmó mi vaso por decirlo así. Él murió instantes después y con él se fue mi luz quedando solo oscuridad.
Rugí como el monstruo que llevo en mi interior quien me eligió al nacer para formar parte de mi. Grité de dolor y fue cuando ese tatuaje rojo apareció en un sector de mi frente.
Esa noche grité y lloré, sentí por primera vez cómo el odio iba tomando forma en dentro de mí posesionandose de mi alma. Las imágenes de mi padre y mis hermanos aparecieron en mi mente solo para hacerme enfurecer aún más. Por primera vez sentí la ira fundirse con Shukaku, el bijuu de la arena, llamándolo. A travez de mi ser él apareció para despedazar parte de la aldea bajo la pálida luz de la luna.
Nada, absolutamente nada, me dió mayor placer. Veía las caras de terror de los aldeanos, la impotencia de los ninjas que por mas que lo intentaban no conseguían frenarme. Yo estaba decidido a matarlos a todos ya que si me odiaban pues que lo hicieran con razón. Miré a mi padre a travez de los amarillos ojos de Shukaku y pude notar el miedo, esto me hizo reir. Así descubrí que solo me sentía vivo cuando mataba y veía en sus rostros el terror. Tenía ocho años.
El tiempo pasó y la oscuridad fue fortaleciendose en mi. Era el arma de la aldea, un arma defectuosa e imperfecta que si bien todos querian deshacerse de mí lo cierto era que nadie podía lograrlo. Por tal razón debían lidiar conmigo. Algunos se habían arrepentido de tratarme tan mal y despreciarme tanto en el pasado, cuando yo quería con desesperación ser amado por alguien.
Algunos hasta intentaban acercarse a mí con el fin de que los perdonase y poder brindarme aquello que habia dejado de tener sentido para mi. Ellos eran mis hermanos mayores. Pero era tarde, muy tarde. Yo ya no era aquel ingenuo niño débil que lloraba continuamente. Él había muerto.
Te mataré. Los mataré a todos. Esas solian ser mis respuestas a todo aquel que pretendía acercarse a mi. No me importaban ya sus pateticos sentimientos cuando sabía que todo era una vulgar mentira. Los años fueron pasando y fuí creciendo en esa oscura soledad donde nadie más que yo exisitía.
Pero las cosas pasan por algo, suelen decir por ahí. Lo cierto es que una noche estaba, como de costumbre, sentado en el umbral de la puerta de mi casa mirando las estrellas, intentando ahogar esos malditos deseos de llorar que continuamente sentía pero habia momentos en que me desbordaban como aquel.
Tenia 12 años de edad y para ser sincero sentía que había vivido una eternidad. El viento habia cambiado repentinamente volviendose mas cálido hecho que me sorprendió ya que a la noche el frío era característico. Pero ahí estaba yo, mirando el firmamento en busca de algo que logre calmarme, cuando lo ví acercarse a mí con pasos firmes y decidido.
Era un extraño que evidentemente no pertenecía a la aldea por sus rarísimas ropas. Su dorada cabellera llamaba la atención. Se fue acercando a mi hasta detenerse, su celestina mirada me recordaba el cielo durante el día. Tenia marcas en sus mejillas y vestia de naranja y negro. ¿Quién era?
Inmediatamente me puse en alerta ya que seguramente habria venido a matarme, sería otro enviado de mi odioso padre.
El extraño me miraba sonriendo, parecia tener 30 años de edad. No era tan grande pero se veia extraño. Quiso tocarme pero mi arena se interpuso inmediatamente, ésto pareció sorprenderlo al principio. Su estúpida sonrisa no se le quitó del rostro.
Retiró la mano y dijo con voz suave:
-¿Tienes miedo? - pregunta estúpida , pensé para mis adentros pero no le respondí limitandome a verlo. Él quiso tocarme con su mano vendada por segunda vez pero mi arena se lo volvió a impedir. -Ya veo, la arena no me dejará acercarme a tí ¿cierto? No tengas miedo, no voy a lastimarte - Su voz era suave y dulce pero a mi eso no me haría bajar la guardia
- Alejate - le susurré amenazante pero el extraño no se movió de alli - Vete o te mataré
- Esta es la aldea de la arena ¿verdad? - preguntó y asentí con la cabeza - ¿Quién es el Kasekage?
- Mi padre
Ante mi respuesta se sorpendió, eso fue notorio pero no se movió de alli. En cuestión de segundos su sonrisa volvía a dibujarse en sus labios. Y por tercera vez acercó su mano vendada a mí pero mi arena se volvía a interponer.
Lo que me sorprendió fue que no detectaba maldad en él, sin embargo no queria bajar la guardia. No obstante él fue más persistente esta vez y no retiró su mano más bien fue avanzando con paciencia y perseverancia. En verdad era suicida este sujeto. Pero algo en él hizo contenerme y observar hasta dónde era capaz de llegar.
Observé cómo su mano fue traspasando mi arena hasta llegar a mi hombro y acariciarme suavemente. Sentí su calor, su calidez y...sinceridad. En verdad no queria dañarme pero ¿ por qué? ¿Quién era realmente él?
Su calidez solo aumentó mi dolor logrando que las lágrimas humedescan mi rostro y ya no pueda seguir conteniendome. Mi arena regresó a mis calabazas tranquila mientras que él se sentaba a mi lado y simplemente me abrazó.
No sé por qué pero no solo le permití que lo hiciera sino que tambien lo abrazé y lloré. Lloré por todos esos años de dolor y soledad, por saberme odiado y despreciado. Lloré hasta que mis lágrimas se secaron y mis fuerzas se fueron. Él solo me abrazó. Cuando me calmé me preguntó dónde vivía a lo que le señale la puerta que teniamos detrás.
- ¿Quieres que entremos? ¿No sientes frío? ¿O prefieres que me vaya? - sus preguntas me asombraron pero me aleje de él para incorporarme.
- Ven conmigo por favor
Diciendo aquello abri la puerta y lo deje entrar sin saber muy bien por qué lo hacia. Pero algo habia en aquel extraño que me impulsaba a confiar. El primer humano que conseguía algo asi de mi. Asombroso en verdad.
Entramos a mi casa y le indiqué dónde estaba el baño ya que se veía en muy mal estado.
-Bañate, estás con tierra y polvo por doquier - le dije con mi acostumbrado tono de voz cortante.
Él se rió y tras agradecerme se fue quitando la ropa, en tanto yo me fui a la cocina a preparar algo. Si bien no era bueno cocinando lo cierto era que podía rebuscarmelas bastante bien. Preparé la mesa para dos sintiendome muy extraño ya que no estaba acostumbrado a hacer tal cosa. En un momento él estaba ahí más limpio y feliz.
¿Acaso nunca dejaria de sonreir? ¿Por qué era tan felíz? Al ver la comida me agradeció como si hubiese preparado el mejor de los manjares sin haber probado nada aún. Cuando a acabamos de cenar él me agradeció sonriendo aún más, en verdad parecia felíz.
- ¿Quién eres? - pregunté entre curioso y temeroso ya que no me gustaría descubrir que en verdad era alguien enviado por mi padre para matarme. -¿Te envió mi padre?
Él me miró en silencio un instante, momento en que en verdad empecé a creer que así era sintiendome un idiota por haber bajado la guardia.
Mi arena empezaba a salir de la calabaza y arremolinarse en mi mano derecha.
- ¿En serio piensas que quiero matarte? - preguntó el extraño - Yo...solo quiero conocerte Gaara, no me envió nadie. Si estoy aqui fue por...porque quise verte
Parecia sincero, suspiré aliviado mientras mi arena regreaba a la calabaza. Pero mil dudas tenia de él ¿por qué queria conocerme?
-Dime la verdad ¿de dónde me conoces? Para querer conocerme es porque oíste hablar de mi ¿cierto?
El extraño miró para otro lado y parecía triste en verdad, apretó los labios con fuerza como conteniendo un repentino impulso. Debo confesarles que con cada segundo que pasaba a su lado la instriga iba en aumento.
Al ver que no obtendria respuestas me retire, era noche cerrada y a diferencia de mí él seguramente tendría sueño. Así preparé una habitación para él y lo llame:
- Debes estar exausto, ven conmigo. Te preparé una habitación.
-¿Eh? Pero no era necesario - empezó a decirme pero sujeté su mano vendada y lo llevé a la fuerza a la habitación ya que se veía muy cansado.
- Solo duerme, estás a punto de caerte del cansancio
Él se rió avergonzado por haber sido pillado en su falsa resistencia. Luego me miró de una forma extraña que no co seguí descifrar para finalizar agradeciendome. Yo me retiré de alli para darle privacidad. Me fuí al balcón de mi habitación donde me senté en el suelo a mirar la noche.
Aquel extraño era diferente a todos los humanos que habia conocido hasta el momento. Me confundía el no detectar intenciones asesinas en él.
Los días fueron pasando y su compañía comenzó a resultarme muy grata, al punto de empezar a disfrutar las charlas con él. Su risa se volvió contagiosa logrando arrancar en mí varias sonrisas.
Durante el día solíamos ir al sector viejo de la aldea donde nadie iba para entrenar. Me resultó asombroso ver cómo podia esquivar todos mis ataques, en verdad mi arena no conseguía herirlo. A su vez me fuí volviendo mucho más fuerte gracias a él quien me iba enseñando diversas tácticas de ataque y defensa útiles para los combates.
Me contó cosas interesantes de su persona como ser que en su interior tambien habita un monstruo como en mí, que el suyo se llama Kurama y que le costó bastante controlarlo y hacerse su amigo. Me habló de su infancia y descubrí que él también estuvo solo sin amigos ni padres ni hermanos y fue odiado por todos los aldeanos.
Para mi asombro conocia a Shukaku, el bijuu que habitaba en mí. Hasta me enseñó a controlarlo.
Comprobé que el bijuu de la arena lo aceptó a él y aunque discutía con Kurama parecían ser amigos. Gracias a él pude hablar con Shukaku y ser su amigo. Por mas increíble que parezca había podido controlarlo al punto de poder hablar con él como ese extraño hacia con Kurama.
Lo que nunca pude saber fue su propio nombre ya que fue lo único que no me quiso decir. Habia transcurrido un mes desde su llegada y yo ya me sentía diferente. El dolor de mi corazón habia desaparecido junto a las ganas de llorar tan caracteristicas en mí antes de su llegada. Además me habia acostumbrado a sus besos en la boca que al principio me resultaron extraños y hasta incomodos. Ahora era lo que más me gustaba recibir de él.
Pero todo lo bueno debe acabar y él un día me habló a cerca de su partida. Tenía que regresar al lugar de donde vino. Cuando supe aquello sentí cómo algo en mí se quebraba, despedazando mi alma nuevamente. Me sentí muchisimo peor que cuando supe que mi tío me habia mentido todo el tiempo y en realidad solo quería matarme.
-¿Por qué? - le pregunté con mi mirada fria y amenazante - ¿Me abandonarás como todos? ¿Para qué viniste entonces? - él se desprendió un poco la campera naranja y me mostró un extraño dije con la forma de un reloj de arena hecho de oro engarzado en una cadena dorada
- Mira - dijo - Ésto fue lo que ocasionó que yo haya venido aqui. En realidad vengo del futuro donde tú y yo somos pareja aunque no de la forma en que yo quisiera. ¿Sabes? Tú nunca me permitiste avanzar más en la relación. Aunque ahora no lo parezca, eres tú quien se aleja de mí...siempre.
- Eso no puede ser cierto...yo...nunca me alejaria de tí
- Pero lo haces y...la última vez que estuve en mi época estabamos en mi aldea más concretamente en el laboratorio arqueologico estudiando éste dije que mi gente encontró en una ruinas antigüas. Lo cierto es que acababa de leer el informe que me dieron los cientificos y te vi entrar. Les pedi a todos que nos dejaran solos porque queria hablarte, decirte una vez mas cómo me sentía. Solo queria que me aceptes Gaara, que me ames de la misma manera que te amo yo. Se que te parecerá una locura ahora pero en unos años sabrás que digo la verdad.
-¿Qué te respondí yo?
- Que no - en verdad era un idiota para rechazarlo. Si ahora que estoy por perderlo me siento desvastado ¿en qué clase de estúpido me habia convertido? - Argumentaste que antes que lo nuestro estaba nuestro deber como kages de nuestras aldeas.
- ¡¿Cómo dices?! - ¿Kages de nuestras aldeas? ¿O sea que yo seré el Kasekage? ¿Era una broma?
- Soy el Hokage de Konoha y tú serás el Kasekage de esta aldea por más extraño que resulte. Y tú antepones eso a nuestro amor pero yo...exploté. Me enoje y te dije algo muy cruel... - él parecía dolido y yo estaba impaciente - Me dejé llevar por la frustración y te grité que ojalá nunca te hubiera conocido. Pero no era lo que sentía Gaara, no lo dije en serio porque yo...yo...yo te amo...solo que...no entiendes que antes que ser Hokage estás tú. Yo estoy dispuesto a renunciar al cargo de Hokage con tal de tener una vida a tu lado. Pero tú no estás dispuesto a aceptarme ni a dejar de ser el kasekage. Solo estás dispuesto a matar nuestro amor. Y esa noche en verdad estaba desesperado Gaara. Te empuje pidiendote que te alejaras para siempre si eso era lo que tanto querias, hasta dije que la alianza de nuestras aldeas quedaba anulada. Nada me importaba ya, nada de nada. Quisiste hablarme pero no te escuché y dejandome llevar por la ira golpee la mesa donde estaba ésta joya con mi mano izquierda con tal fuerza que no sé cómo pero se activó su poder secreto. De repente una luz verde salió de ella y me envolvió. Quisiste sujetarme pero desaparecí antes de que lo consiguieras para aparecer aqui en ésta época.
Aquello era toda una experiencia subrealista que me resultaba extraña. No lograba comprender cómo podria ser tan terco y sacrificar a quien tanto amaba por...ésta miserable gente. No me lo podia creer pero él parecía sincero. Sabía que no mentía.
-¿Y ahora? ¿Pudiste activar esa cosa de nuevo?
-Si, me llevó tiempo saber cómo funciona pero sí. -él mi miró con infinita tristeza - Gaara no me quiero ir pero sé que ésta no es mi época. Que más quisiera yo que quedarme aquí contigo ya que en ésta época tú si estas dispuesto a estár a mi lado pero no sería lo correcto. Debo volver.
Lo abrazé tan fuerte que empece a llorar, yo tampoco queria que se vaya ya que volviería a sumergirme en la mas absoluta soledad siendo atrapado por la oscuridad una vez mas. Él me besó por última vez antes de activar esa joya y abrir el portal.
- Gaara si me amas dimelo cuando nos conozcamos y por favor...no me rechases. No me importa qué edad tengas o que seas el Kasekage o un genin, no me interesa el puesto de Hokage si debo alejarme de tí. Soy capaz de renunciar a todo con tal de tener una vida a tu lado. Recuerdalo.
- Descuida...no te dejaré ir esta vez. Pero ¿cómo sabré que eres tú? Dime tu nombre
- Me reconocerás, es una certeza.
Cuando él desapareció en el portal volvi a quedame solo. El dolor pronto hizo presa de mi y aunque ahora contaba con la compañia y la amistad de Shukaku fuí devorado una vez mas por la intensa oscuridad. No dejé que nadie se me acercara. Me volví mas peligroso que antes. Asi transcurrió un año y llegó el momento en que a mis hermanos y a mí nos encomendasen la misión de atacar Konoha fingiendo asistir a los examenes Chuunin.
Alli sucedieron muchas cosas y sí, al principio no lo reconoci debido a la oscuridad que literalmente me controlaba. Pero no fue hasta casi acabar con nuestra batalla cuando supe quién era él. Shukaku me lo confirmó al decirme que Kurama yacia en su interior.
Él entendia lo que es estar solo, ser odiado. Él fue capaz de ir mas allá de sus propios limites por sus amigos. Él nunca luchaba por si mismo sino por los demás, por eso era tan fuerte. Su rostro regreso a mi mente estando exausto sin poder mover un músculo, volteé para verlo mientras se arrastraba con sus escasa fuerzas hacia mi en un último intento por detener mi locura.
Con que era él, ese es su nombre.
- Uzumaki Naruto - murmuré al tiempo que mis hermanos llegaban junto con Sasuke, su amigo.
Me vas a reconocer había dicho él y tenia razón. Lo reconocí. Volví a mirarlo, ésta vez estaba desmayado. Mi hermano me sujetó y los tres nos alejamos del lugar. Con que eras tú...Naruto. Sonreí al saber que te había encontrado. Esta vez no te dejaría ir, no pensaba rechazarte.
"Naruto...yo también te amo".
"Gaara...hasta que por fin lo entendiste mi amor".
Su voz resonó en mi mente con total nitidez.
- Kankou, Temari...lo siento - susurré aceptandolos como hermanos.
- No te disculpes - me dijo mi hermano, sabía que ambos estaban asombrados y no entendían nada pero no importaba. Despues de todo los sentimientos no necesitan explicación.
La oscuridad que me aprisionaba habia sido desintegrada gracias a Naruto...mi gran amor.