Como cada noche, desperté en un bosque cercano a mi casa, con la respiración agitada y la inconfundible sensación de ser perseguido y acechado por alguna entidad demoníaca pero ¿Cómo podría saberlo si jamás había visto alguna?
Corría entonces por distintos senderos marcados entre los infinitos árboles que apenas permitían penetrar algunos rayos de luz de la luna.
Subí entonces a un árbol, increíble rápido, y descansé allí unos segundos, sólo hasta que pude darme cuenta que en frente de mí había otro árbol, el cual alojaba aquello a quien tanto temía, sin poder verle, tan sólo sentirle en frente de mí era suficiente para saltar del árbol y correr por mi vida. Corrí entonces en dirección a mi casa, sin mirar atrás, ni siquiera cuando pude llegar. Sólo entré y me senté en mi cama, finalmente estaba a salvo. Respire lenta y profundamente, aquella sensación de tranquilidad era justo lo que necesitaba en aquel momento, me eché hacia atrás y, como de costumbre, comencé a contar las tablas que conformaban el techo de mi habitación. 76 tablas alcancé a contar cuando me percaté de que no podía mover mi cuerpo, aunque utilizará toda mi fuerza me encontraba totalmente paralizado. Comencé a sentir aquel miedo que sentía en el bosque, el sonido de una respiración dolorosa, irregular, y afligida. Comencé entonces a utilizar mi fuerza en mis brazos y piernas de manera intermitente, si es que algo me mantiene quiero, seguramente fallará si cambio de brazo o de pierna al moverme. De pronto pude mover mi pierna derecha y reafirmé lo que pensaba. Seguí intentando entonces hasta que finalmente pude sentarme sobre mi cama; era libre, pero sin saber si todo aquello había sido una horrible pesadilla o realmente me había sucedido.