Mate alguien.
Soy una asesina.
Una que mató a su Crush.
Tenía las manos manchadas de sangre en cuanto me di cuenta que no tenía el cuchillo en mis manos, sino en el cuerpo inerte de la persona que creía haber amado. Recordaba incluso haber espiado y seguido a esta persona la mayor parte del tiempo, en la escuela, en la biblioteca, incluso podía decir que hasta en su casa.
Todo esto sin que él lo supiera.
Soy una Stalker.
Una chica loca obsesionada por él.
Me había planteado un futuro junto a él, uno con una familia y futuros hijos hermosos que algún día tendría.
Todo esto había sido por él.
Pero ahora era muy difícil seguir pensando así, cuando tenía el cadáver encima de mí. Me aparte de inmediato, y deje el cuerpo en el suelo.
Aún había sangre en mi ropa y en suelo.
Sabía que no iba a pasar mucho cuando las personas se dieran cuenta de lo que estaba pasando aquí, estaba justo en la calle, en un callejón mugriento y pequeño. Claro que no tardarían en descubrirme, sobretodo cuando tenía un sexy vestido rojo y unas zapatillas blancas qué, debo decir no combinaban. Y aunque podía pasar por alto el color del vestido por la sangre de la persona tirada en el suelo, era igual de difícil que imposible salir de aquí como si nada.
El miedo y la angustia me estaban consumiendo, no tendría que haber pasado esto. No debía haber pasado esto si hubiera hecho lo correcto, pero aún así no debía haber aceptado que la persona que estaba tirada ahí se acostara conmigo.
¿Qué demonios podía hacer ahora?
Y cuando creí haber visto un brillo en la oscuridad apareció un chico, uno que parecía haber traspasado la pared de concreto de la calle que cruzaba hacía el callejón.
Era asombrosamente brillante, casi perfecto, solo que transparente. Nadie lo veía excepto yo, y las personas que pasaban justo enfrente de mí también dejaron de verme, solo al cuerpo y nada más. Para este entonces ya me hubieran descubierto y llamado a la policía de inmediato, hubiera terminado en una celda o peor.
—Ya sé lo que dirás.—dijo el chico cuando me encontró más cerca, junto al cuerpo de la persona que maté.—; fue un accidente y no quisiste hacerlo...
La forma en como lo decía era como si hubiera tenido que escuchar esa frase a bocas de otras personas, quejándose y suplicando lo contrario a como los hubiera encontrado. Yo en cambio me acostumbre a su repentina aparición, obligándome a no saltar del susto. Sin embargo me distrajo su apariencia, o era un fantasma o era un ángel, incluso podía pasar por un demonio fácilmente.
Pero, ¿lo era?
—No tengo excusa.—había dicho firmemente y continue.—; lo maté, y realmente no siento culpa por ello.
«La única culpa que sentía ahora era no haberlo matado antes.» quise decir para sonar más fuerte y creíble.
Y era mentira.
En cambio, lo que en realidad quería decir era que no quería matarlo, pero estaba lo suficientemente enojada con él, qué simplemente lo hice. Tenía entendido que no lo había hecho por placer después de todo, solo quería que parara de golpearme.
En ese momento solo pensaba en que hubiera deseado no haberlo conocido y tenido que pasar por esto.
Porque en este caso, era él o yo
O eso creía.
—No soy el adecuado para decirte esto, no te juzgo.—comenzó a decir el chico fantasmal, no parecía muy sorprendido con la horrible escena delante de él. Eso solo hizo que lo mirase con más preocupación, me estaba volviendo loca.—; Pero no tenemos tiempo para lamentos.
¿Qué? ¿Cómo podía decir eso?
Él se dió cuenta de mi expresión y volvió hablar, acercándose más a mí, inspeccionándome en el transcurso.
—¿O prefieres estar entre rejas?—todo eso cuando le echaba un vistazo a los oficiales qué, con mucho esmero trataban de entender lo que había pasado con mi paradero. Tragué fuerte, ¿tenía otra opción qué escucharlo? ¿A donde más podría huir?
Se separó y me miró de nuevo, esta vez con más atención.
—Puedo darte la oportunidad de regresar el tiempo.—y justo cuando iba hablar interrumpió, levantando el dedo índice.—; no preguntes cómo, solo dime fecha y hora exacta.
Baje mis hombros y pensé en su petición. No podía creer que estaba pensando en hacer un trato, “quizás”, con el demonio, pero él tenía razón en algo; ¿qué otra cosa podría perder? Estaba segura que me imaginaba en el hospital mental o desmayada y detrás de una celda.
¡Qué es un sueño! Incluso, pero esto parecía demasiado real.
Después de minutos pensando le respondí, y él pareció sorprendido por mi respuesta.
—¿Segura?—me preguntó una vez que comencé a prepararme mentalmente.
Le miré y sin darme cuenta sentí como mis mejillas se humedecieron por las lágrimas que salían de mis ojos.
—Completamente segura.—traté de decir al borde del llanto.
Él tomó mi mano y de inmediato vi todas las escenas y etapas de mi vida retrocediendo. Y mientras veía mi vida retroceder solo pensaba en las peleas callejeras, los químicos qué, claramente me hacían daño y el acoso que viví siempre.
Entonces comprendí; ¿Por qué pensé que retroceder el tiempo a mi niñez me haría entender qué era una nueva yo?
¿Cuando siempre podía haber cambiado las cosas ahora?