Melisa nunca se imaginó en tal situación, había amado a ese hombre desde muy joven, ahora la realidad le hacía topar con pared tan cruelmente.
Él le prometió lo mejor del mundo y ahora encontraba esa promesa tan vana que ni siquiera quería recordarla.
Luego de enfrentarse cara a cara, el cínicamente sonrió antes de decirle “ya no eres tan atractiva como antes, tengo que buscar lo que no tengo en casa”.
A Melisa le dolía demasiado, se sentía destrozada luego de esas palabras ¿Dónde habían quedado las promesas de amor que le hizo antes de casarse? Luego de cuatro años de noviazgo y siete de matrimonio se habían convertido en nada de repente.
Se llevó la mano izquierda al pecho mientras miraba su reflejo en el espejo del cuarto de baño. ¿En qué momento se volvió tan poco atractiva según lo describió su todavía marido? ¿Fue cuando tuvo que quedarse en casa a cuidar de su hijo que su belleza se esfumó?
Tenía tantas preguntas en su cabeza, la más crucial era ¿Por qué con ella?... ¿Por qué se enredó mejor amiga?
Nunca notó nada extraño entre ellos dos, él llegaba a casa temprano, no tenía aparentemente ningún cambio con excepción de las veces en que parecía tan distante a pesar de estar sobre la misma cama.
En su amiga jamás encontró una actitud distinta en ella, salían de vez en cuando a tomar un café y mientras ella le contaba los últimos pormenores sobre su matrimonio, ella callaba sin un rastro de remordimiento.
No sabía que hacer, esto la había dejado desolada sin saber que hacer. No era capaz de enfrentarse a un divorcio, hacía años que dejó de trabajar por ser ama de casa, su hijo apenas tenía seis años ¿Cómo podría dejarlo sufrir la ausencia de su papá?
Luego de pasar por todas las etapas de su duelo, su madre le dijo algo que nunca creyó escuchar de ella siendo tan conservadora “La primera vez que te engañe la culpa es suya, la segunda vez es tuya” Si él ya lo hizo una vez, lo volverá a hacer. Necesitas pensar en qué es mejor que esto termine antes que se convierta en una herida profunda que no pueda sanar. No estás sola, todos los que te queremos estamos contigo”.
A pesar del dolor, debía admitir que era mejor separarse que volverse extraños que viven juntos.
Melisa se armó de valor, contactó con un abogado que su mamá le recomendó y comenzó ver sus opciones para afectar lo menos posible a su hijo.
Dos semanas después, tomó sus maletas y se fue a casa de su madre, ya había conseguido un empleo a tiempo parcial en una tienda de conveniencia, esa era sólo una opción temporal antes de actualizarse en su carrera y buscar algo acorde con eso.
Una vez hecho esto, ella presentó la demanda de divorcio.
Aunque él se puso un tanto renuente al principio, luego de que ella le presentará las fotografías y conversaciones entre él y su amiga, a regañadientes aceptó. No estaba dispuesto a perder si llevaba esto a juicio.
Melisa continuó con su vida al lado de su pequeño, no pudo negar que fue difícil adaptarse a todo ese cambio, su hijo al principio preguntaba por su papá, pero al tener horarios de fin de semana no era tan diferente a lo que normalmente interactuaban.
Con los meses, comenzó una relación con un chico que conoció en su trabajo, aunque estuvo un poco temerosa pudo superar poco a poco ese miedo a la traición.
Joan su novio, era agradable y siempre estaba pendiente de madre e hijo, al grado que el niño preguntaba más por él que por su padre. Melisa no complicó las cosas trató de recordarle siempre que su papá lo amaba y lo veía cada que él lo visitaba o lo llevaba de paseo.
Melisa tomó las riendas de su vida y ahora vivía feliz y tranquila. En cuanto al ex infiel y su mala amiga, habían terminado la relación que empezaron al divorciarse. Ella conoció otro hombre mucho más joven, con el cual le puso el cuerno y finalmente lo botó.
Cuando en una relación, la otra parte te ignora, te engaña y te sobaja culpándote de ello… Es momento de decir adiós, es una relación que por más que intentes no puede sanar. Dolerá, claro que sí, pero tu salud mental te lo agradecerá.