Muy en su interior Melissa sabía que un esposo tan considerado como el suyo era demasiado bueno para ser verdad.
Sí, lo vió con otra. Siempre galante y sonriente, le abrió la puerta del auto, le ayudó a descender y la besó, acarició su rostro y gritó -yo también-, cuando ella se despidió cruzando sus dedos en señal decte amo.
¡Sucedió tan rápido! Él ni siquiera notó su presencia dos autos atrás, mientras conducía al colegio a recoger a su amado hijo .
Tuvo que orillarse y esperar a qué sus manos dejaran de temblar, un sudor frío le recorría el cuerpo.
-¿Qué he hecho mal?- se preguntaba.
- Esa mujer no es más guapa que yo, quizá más joven, nunca he descuidado mi apariencia, muchos me calculan menos edad...
Su mente, por una parte no daba crédito y por otra le decía, tarde o temprano te iba a suceder, no se puede ser tan confiado.
La costumbre había matado al amor, al deseo del inicio del matrimonio, del noviazgo, ni hablar, y la rutina en la que vivían era tal, que parecía imposible que su esposo tuviera siquiera tiempo para serie infiel.
¿Qué debía hacer? ¿Confrontarlo? ¿Seguir con su vida como si no lo hubiera visto? ¿Separarse? Ninguna de estas alternativas le parecía lo más correcto.
Se sentía tan agobiada que ni llorar podía, sentía solo frío, y una gran decepción; sabía muy en su interior que era algo que le sucedería tarde o temprano, todos los hombres que había conocido, incluyendo a su padre habían sido infieles. La mayoría de los novios y esposos de sus amigas lo habían sido, su instinto le dijo desde que contrajo matrimonio que su esposo no sería la excepción, ¿o sí?
Quiso creer que sí ella ponía todo de su parte no ocurriría, al menos no tan pronto, ¿será porque se acercaba el séptimo aniversario? Ahora comprendía porque dicen que el séptimo es uno de los años más difíciles del matrimonio, es cuando la infidelidad se hace presente, porque estás confiada, porque vives una rutina.
¿Qué voy a hacer? - se preguntaba, y la única respuesta que le daba su mente fue ¡piensa! ¡Piensa en ti, en tu hijo, en qué sería lo mejor para todos!
¡Piénsalo! Limpió su nariz, respiró tres veces profundamente y encendió su auto para ir por su hijo, no quería que su hijo notara su desasosiego.
¡Maldito cabrón mentiroso! El coraje, sustituyó a la incredulidad, pero ya verá, caro le va a costar el haberme engañado.
Tengo que pensar, ya habrá tiempo para llorar, qué estúpida he sido sabiendo que esto tarde o temprano iba a ocurrió, ¿cómo no lo vi venir? ¿Ignoré las señales?
Llegó al colegio, su hijo le dedicó una gran sonrisa mientras sabía al auto.
- Mami, qué bueno que llegaste, ¿había tránsito?
- Sí, un poco.
- ¿Cómo te fue cariño, qué tal tu día?
- Genial, hoy no tengo tarea de escribir, solo leer y colorear, lo que me gusta. ¿Papá vendrá a comer con nosotros?, hace tiempo no lo hace.
- Es por el tráfico cariño, a veces Papá necesita volver rápido al trabajo y..
-... y hay tráfico y no le da tiempo. Sí, él me lo ha dicho, pero antes le daba tiempo, lo veía más cuando iba en Prepri...
Las palabras de su hijo le cayeron cual balde de agua fría.
Era cierto, tenía casi desde que el pequeño entró al colegio que su esposo había dejado de ir a casa a comer con ellos.
-Bueno, corazón, tendremos que pedirle a papá que coma con nosotros más seguido.