Esa noches la cara de Melisa lo decía todo. Mateo, su marido, no lo podía creer. Nunca había visto tal expresión.
Melisa no parecía sorprendida de haber encontrado a su marido con otra mujer.
La relación entre ambos ya hacía un tiempo no esta bien. El tiempo, y la rutina habían acabado con lo que fue un gran amor.
Hacía bastante que Melisa no era feliz, no se sentía amada ni acompañada. El hombre que había elegido para pasar toda su vida se convirtió lentamente en un extraño ante sus ojos. Una relación en la que se había perdido el interés mutuo.
Pero qué podía hacer Melisa? Ella había decidido poner en primer lugar su rol como madre. No quería que su hijo sufriera lo que ella sufrió cuando su padre la abandonó. Estaba decidida a soportar la indiferencia y frialdad de su marido. Estaba decidida a dejar a un lado su felicidad por el bien de su hijo.
Ya hacía un tiempo que Melisa sospechaba de las infidelidadades de su marido. Pero decidió no buscar para no encontrar lo que no iba a poder soportar. Prefirió la duda a la fría y cruel realidad.
Cada vez más distante, cada vez más frío. Mateo caía más tarde por las noches, pasaban días sin dirigirse palabras. Frases cada vez más cortas.
Cuánto iba a poder resistirlo? Se estaba volviendo loca al ver que su amigo de la infancia, su primer y único novio, la persona que más había amado y con quién decidió compartirlo todo ya no estaba ahí.
Esa tarde salió del trabajo temprano rumbo a su departamento. Allí los encontró, en su cama. La misma en la que ella dormía cada noche. En pocos segundos la realidad la golpeó con fuerza.
Esto era demaciado, ya no podía soportarlo. Ella valía más que eso.
Esa expresión lo decía todo. Melisa se había liberado. Esa expresión era de una mujer fuerte y decidida
En esos pocos segundos tomó la decisión de buscar su felicidad junto a su hijo.
Melisa salió de ese apartamento dejando atrás el dolor y busco un nuevo comienzo junto a su más grande amor, su pequeño niño quien solo podría darle la fuerza para seguir adelante