- Hace tiempo ya que sé que me engaña. Los primeros indicios fueron pequeñas ausencias, silencios al otro lado de la línea de teléfono y un aumento inexplicable en los gastos de la tarjeta.
Si interlocutora se acomodó mejor en el asiento.
- ¿Por qué no dijo nada hasta ahora?
La mujer lo pensó un momento.
- En primer lugar me negué a aceptarlo. No podía creer que el hombre que me había jurado fidelidad eterna frente a Dios y a los hombres nos estuviera haciendo eso.
- ¿Dijo “nos”?
- ¿Quién más está implicado?
- Si. Dije “nos”.
- Tenemos una niña de seis años llamada Mía. Es la luz de nuestros ojos. O al menos eso es lo que creía hasta ahora.
- Me retuve de tomar acciones pensando en que ella sería la que pagara todos los platos rotos. Intenté aguantar para que ella no perdiera la inocencia.
- Entiendo
- Pero nunca me esperé que él la involucraría en sus sucias maquinaciones.
La abogada escuchaba a Melissa al tiempo que tomaba notas en una pequeña libreta. Si nombre era Martha Kosser y se especializada en divorcios conflictivos. Se decía que no había perdido ningún caso hasta el momento, lo que la convertía en la mejor de su rubro.
Muchas personas buscaban su representación, pero ella era muy selectiva con su clientela. De hecho, Melissa se sorprendió muchísimo cuando acepto entrevistarla.
- Dígame, Señora Melissa. ¿A qué se refiere con que él involucró a la niña en sus sucias maquinaciones?
La aludida suspiró profundamente. Recordar esa noche hacer tres días atrás le rompía el corazón una y otra vez.
- El martes por la tarde Viktor salió a dar un paseo con la niña. Eso ya de por sí es extraño, porque él no suele ocuparse de Mía, excepto por sus necesidades económicas.
- Volvieron tarde en la noche. Viktor irradiaba felicidad, pero Mía tenía una expresión rara en el rostro. Le pregunté si se sentía bien y me dijo que solo estaba cansada.
- Les consulté si habían cenado y mi esposo respondió que sí, que habían ido a un restaurante.
- Llevé a mi hija al baño y, en cuando abrí la canilla para que se llenara la bañera, vi como las lágrimas corrían por el rostro de la pequeña. Asustada la abracé y les pregunté qué le sucedía.
- ¿Por qué tengo que tener otra mamá?, me preguntó.
- En ese momento sentí que el piso se abría debajo de mí y que toda mi vida se derrumbaba.
- ¿Cómo es eso de que tienes otra mamá?, le pregunté preocupada.
- No puedo decirte. Papá me ordenó que no te contara. Dijo que te pondrías celosa y llorarías si lo supieras. ¡Y yo no quiero que llores!
- Se me hizo un nudo en el pecho. Quería llorar a mares y matar a ese bastardo. Pero eso solo haría que Mía se angustiara más y no me contara nada.
- Respiré hondo y dibujé la sonrisa más grande que pude en mi rostro.
- No sé por qué papá pensó que me pondría triste.
- Pero si papá te pidió que no me dijeras nada, debes obedecerlo.
- Hagamos esto: Yo te digo lo que pasó y tú me dices si es así o no. De esa manera no desobedecerías a papá ya que soy yo la que adivinó. ¿Te parece bien de esa manera?
Mía lo pensó un momento y asintió muy seria.
- Hoy salieron con tu papá y fueron a la plaza…
- Mía asintió.
- Allí se encontraron con una mujer…
- Mía volvió a asentir.
- Después fueron juntos a algún lado.
- La niña volvió a asentir y dijo” a la heladería”
- Luego fueron a pasear y a comer algo. ¿Fueron a un restaurante?
- Mía negó con la cabeza.
- ¿Fueron a su casa?
- Si.
- ¿Y ahí fue cuando tu papá te dijo que ella sería tu mamá?
- No. Fue antes. Cuando nos encontramos con ella.
La ira me invadió. Quería matar a ese par. Pero seguí fingiendo calma por mi hija.
- ¿Viste como no me puse triste? Pero igual no le diremos nada a tu papi. Este será nuestro secreto.
- Mi hija sonrió y me abrazó con ternura.
- Está bien, mami. No diremos nada.
- Continúe bañando a la pequeña mientras pensaba en qué haría a continuación.
- Después de eso decidí contactarla. No tengo ni idea cómo continuar, pero no puedo dejar que las cosas sigan de esta manera.
La abogada miró a la mujer: Era joven aún y muy bella.
- Necesito saber qué es lo que desea hacer para ver cómo continuamos.
- Quiero divorciarme.
La profesional asintió y lo pensó un momento.
- He decidido aceptar su caso, pero creo que debemos dejar claras algunas cosas.
- Por ejemplo: Cuando su esposo se entere va a haber litigio.
- Lo sé. De hecho, cuando sepa que le quité los derechos sobre mis acciones de la compañía va a arder Troya.
Martha le dio a firmar unos folios a su clienta y los acomodó en una carpeta.
- Hay algo más que quiero discutir con usted:
- Lo que ha hecho su esposo de obligar a su hija a guardar un secreto tan grave puede dañar su salud mental. Quisiera que realicemos una evaluación psicológica.
- No es solo por el caso, sino para asegurarnos de que la niña está bien.
Las dos mujeres se pusieron de acuerdo también sobre este punto.
- Señora Melissa, la sorpresa es decisiva en este caso.
- Le recuerdo que, por más herida o furiosa que se encuentre, no debe dejar que su esposo sospeche nada.
Melissa miró a su abogada con una firme determinación en sus ojos.
- No sé preocupe.
- Le he dado a ese bastardo mi amor, mi virginidad, una hija, el control sobre las acciones de mi empresa. Me quedé en casa para lavarle la ropa y prepararle la comida. Me postergue cómo mujer para ser su esposa…
- Y lo único que he obtenido a cambio es una traición.
- No tema, abogada: No tendré piedad.
Las dos mujeres se dieron la mano y Melissa se retiró a su casa.
Varios días habían transcurrido desde la reunión con la abogada.
Melissa estaba estresada porque el trabajo de fingirse una esposa abnegada y enamorada la cansada sobremanera.
- Amor: Llevaré a Mía a la plaza a jugar.
Viktor sonrió amablemente a su esposa. Melissa sonrió poniendo una expresión compungida.
- Lo siento, vida. Está en clases de pintura ahora.
El hombre la miró extrañado.
- La has inscrito en muchas actividades extracurriculares últimamente.
- Lo que pasa es que ella se aburre en casa. Por eso la inscribí en todas las actividades que me pidió para que probara a ver cuáles son las que más le interesan.
Viktor suspiró sonoramente.
- Comprendo.
- Pero estará sobrecargada. No me gustaría que se agote.
Melissa desestimo el asunto.
- Solo estará así un par de meses, hasta que se decida.
- Por ahora es feliz con todas sus clases. Pero estoy segura de que pronto se aburrirá de algunas actividades y ahí aprovecharé para reducir su carga horaria.
En realidad todo era un truco de la mujer para evitar que si esposo coloque a la niña nuevamente a la situación de tener que encontrarse con su amante y, encima, llamarla mamá.
- De acuerdo. Entonces aprovecharé la tarde para terminar algunas cosas en la oficina.
Vitor tomó las llaves de su coche y le dio un suave beso en los labios a su esposa.
Melissa tuvo que hacer un esfuerzo ciclópeo para reprimir la arcada que le provocó el contacto de los labios del hombre.
- Hasta luego, Amor.
- Ten cuidado al conducir.
Pasó todo un mes de tortura para Melissa. Haber tenido que fingir ser una esposa amorosa frente a ese desgraciado todo ese tiempo, hizo que su estómago se revolviera constantemente por la repulsión. Menos mal que no había intentado tener intimidad con ella, pues no creía poder soportarlo.
- Melissa: ¿Cómo has estado?
- Muy bien, Martha. ¿Y tú?
- Muy bien también, gracias.
Ambas mujeres se sentaron a cada lado del escritorio. La abogada tomó un bibliorato y se lo paso a la mujer frente a ella.
- Estas son las pruebas de la infidelidad de tu marido.
- Hay fotos. Se te van a revolver las tripas, pero durante el juicio tendrás que verlas de todos modos, así que mejor que las observes ahora sí no te alterarán allí. Eso podría ser contraproducente.
Melissa abrió la carpeta y leyó, en primer lugar, los informes del detective que seguía a su marido. Luego pasó a la sección de fotos y comprobó que la abogada había tenido razón: eran repulsivas.
Se veía a su esposo acaramelado con una mujer joven, de grandes pechos y cintura pequeña. Estaban juntos en un restaurante, entrando a un departamento, de la mano por la calle…
La jurista habló en ese momento.
- Ninguna de esas fotos serviría como prueba por qué son muy ambiguas. Pero las últimas tres son las que le darán el golpe de gracia. Prepara tu estómago para verlas.
Melissa avanzó foto por foto hasta que llegó a las últimas. En ella se veía a la pareja teniendo sexo en un automóvil. Las imágenes no dejaban lugar a dudas sobre la actividad que estaba realizando ese dúo. Y lo mejor de todo era que sus rostros se veían perfectamente en las fotos.
- Esas imágenes sin fotogramas de un vídeo que tomó el detective.
- Tu esposo es un verdadero idiota. Está tan convencido de tu ignorancia, que ni cuidado ha tenido.
- ¿El vídeo también se presentara en el juicio?
- Solo si es estrictamente necesario.
- Debería verlo, también.
- ¿Estás segura de eso?
- Si. Es mejor vomitar ahora que en pleno proceso.
- De acuerdo.
La jurista dio vuelta el monitor de su computadora para que la mujer pudiera verlo y le dio clic al botón de inicio de la reproducción.
Cuando el vídeo termino, Melissa estaba lívida en su asiento.
- ¿Estás bien?
Martha le ofreció un vaso de agua a la mujer y le dio un momento para responder. Melissa tomó un trago del vaso y se recompuso en un instante.
- ¿Cómo pude ser tan idiota de confiar en semejante basura?
- No te culpes.
- El amor implica confianza. No es responsabilidad tuya, sino de él haber traicionado es confianza.
- ¿Cuál es el siguiente paso?
- En unos días tendremos el informe del psicólogo respecto a Mía. También tendremos la información proporcionada por economista respecto a la malversación de fondos de la empresa.
- No solo obtendrás el divorcio, sino que recuperarás el control de tu empresa y podrás mandar a tu ex marido a la cárcel.
- A menos que…
- ¿Cuál es la pena máxima que puede llegar a tener?
- Ocho a diez años.
- Trabajemos para que lleguen a diez. Ni un día menos.
- De acuerdo. Pero recuerda que no debes alertarlo aún.
- No creo poder aguantar un minuto más fingiendo ser una esposa perfecta.
- ¿Tienes algún lugar fuera del la ciudad adónde ir con alguna excusa?
- Mi abuela vive en Ciudad del Norte.
- Podrías decir que está enferma y que fuiste a visitarla.
Melissa lo pensó un momento.
- Eso estaría bien: Mi abuela no tiene teléfono, por lo que él no podrá comprobarlo.
- Haremos eso, entonces.
- Fingiremos que saliste de la ciudad hasta que le llegue la demanda.
- Voy a casa por un par de maletas antes de que él vuelva.
- Lo llamaré más tarde y le contaré que me contactaron con urgencia desde el hospital para decirme que mi abuela se había descompensado.
- Le diré también que estoy muy preocupada, que iré a visitarla y me llevaré a Mía para no recargarlo a él con mas trabajo.
La abogada sonrió complacida.
- Antes de marcharte quiero mostrarte algo.
Tomó de su cajón un sobre de papel madera y se lo entregó a su clienta. Melissa lo abrió y leyó un informe con algunos datos interesantes:
- Nara Oviedo.
- Dieciocho años.
- Modelo de ropa interior femenina.
- Medidas….
- Peso…
- Altura…
- Trabajos anteriores: Acompañantes en un club nocturno.
- Trabajo actual: No registra actividad laboral.
- Domicilio: Calle tres, Departamento quince. La vivienda se halla registrada a nombre de Viktor Mansilla.
- Ese cerdo.
Luego volvió a meter la mano en el sobre y sacó unas fotos de la “novia” de su marido entrando a un motel con tres hombres diferentes.
- Ja, ja, ja, ja.
- ¡Había resultado una gran zorra!
- ¡El idiota lo merece por desgraciado!
La abogada agregó:
- Los tres hombres de las fotos también son conocidos empresarios. Parece que la zorra caza solo hombres de alto nivel adquisitivo.
La sonrisa en el rostro de Melissa se volvió salvaje.
- Sería interesante que estás fotos les llegaran a las esposas de esos tipos.
- Eso se puede arreglar.
- Pero habría que esperar a que inicie el juicio.
- No tengo problemas con esperar.
- Lo haremos así, entonces.
Las mujeres se despidieron y Melissa fue a preparar el equipaje.
Era la hora del almuerzo y Melissa sabía que Vitor estaba en el departamento de su amante.
El teléfono del hombre sonaba insistentemente, pero el estaba muy ocupado como para atenderlo. Melissa cortaba y volvía a llamar. Hizo eso unas veinte veces hasta que consiguió que su esposo le respondiera.
- Amor.
- ¿Qué te pasa?
- Estaba en una junta y mi teléfono había quedado el mi oficina. Te respondí en cuanto vi tus llamadas perdidas.
La voz del hombre sonaba un poco agitada. Melissa sonrió pensando en que había interrumpido la diversión de la pareja.
- Amor…
Su voz sonaba profundamente angustiada.
- Me llamaron del Hospital Central de Ciudad del Norte.
- Mi abuelita se descompensó y cayó internada.
- Estoy abordando el avión ahora.
- Iré a Ciudad del Norte a cuidarla unos días.
- Perdóname, por favor. Estoy muy angustiada.
La voz de la mujer se quebró y a través de la línea se escuchó un sollozo.
- ¿Por qué me pides perdón por hacer lo correcto?
- No te preocupes: Ve y atiéndela como corresponde a una nieta filial.
- ¡Gracias, mi amor!
- ¡Eres un hombre tan comprensivo!
- Traje a Mía conmigo. Sé que estás demasiado ocupado ahora y no quise agregarte la carga de atenderla.
Victor esbozó una sonrisa gigantesca. Se había librado de su mujer y su hija por unos días. Verdaderamente tendría que agradecerle a la vieja.
- Eres muy considerada, amor: Aún en tus momentos de angustia piensas en mi.
- Eres mi esposo. Es lo menos que puedo hacer.
Se despidieron con muchas expresiones de cariño. Cuando cortó la llamada, el hombre se arrojó en brazos de su amante.
- Listo.
- Melissa se fue con la borrega.
- Tendremos unos días libres sin necesidad de escondernos.
Nara sonrió complacida.
- A veces hasta me da pena tu mujer.
- No entiendo cómo puede ser tan idiota.
- Gracias a su idiotez podemos estar juntos.
La mujer se acurrucó coquetamente en brazos del hombre.
- Dime la verdad:
- ¿Quién es mejor amante? ¿Ella o yo?
Viktor se rió divertido.
- Tú, por supuesto.
- Si ella me satisficiera no estaría aquí contigo hoy.
- ¿Por qué no la dejas si es tan aburrida?
- Ya te lo dije: La empresa está a nombre de ella.
- Si me divorcio no podré seguir siendo el presidente.
La amante era astuta. No haría una escena de celos pues solo le interesaba el dinero del hombre. Pero quería hacerle creer que se sentía dolida por tener que ocultar su amor.
- Entonces…
- ¿Siempre seré solo tu amante?
Viktor la miró, enternecido por su aparente angustia.
- No, mi amor. Estoy orquestando todo para quedarme con sus acciones.
- Cuando eso pase, la desecharé cómo el desperdicio que es y entonces me casaré contigo. Solo te pido un poco de paciencia.
La mujer lanzó un sonoro suspiro.
- Está bien.
- Lo entiendo.
- Has trabajado duro por esa empresa. No sería justo que ahora lo perdieras todo por una mujer que no vale nada.
Viktor abrazó a su amante y comenzó a besarla apasionadamente. Ella entre beso y beso agregó:
- Ya sabes que el dinero no me importa.
- Pero te esperaré el tiempo que sea necesario.
- Incluso si para siempre debo ser solo tu amante, lo comprenderé.
El hombre estaba emocionado por la declaración de la muchacha. Eso elevó su pasión al máximo. Con voz entrecortada respondió:
- Eso no pasará. Pronto serás mi mujer también en los papeles.
Nara sonrió satisfecha mientras se entregaba a las caricias apasionadas de su amante.
Pasó una semana en que la pareja se paseaba sin tapujos por la ciudad. Cada encuentro era debidamente registrado y fotografiado por el detective contratado por la abogada.
Viktor se sentía seguro, pues todas las tardes hablaba con Melissa por teléfono y se aseguraba de que se quedara unos días más en Ciudad del Norte.
Por eso su sorpresa fue grande cuando fue llamado a una junta de emergencia y se encontró a su esposa sentada a la cabecera del directorio.
- Amor…
- ¿Cuándo volviste?
- Me hubieras avisado, así las iba a buscar al aeropuerto.
Viktor esbozó una gran sonrisa, pero por dentro había entrado en pánico. ¿Qué había si mujer en una junta de directorio?
Melissa esbozó una tierna mueca.
- Presidente Mansilla.
- Tome asiento, por favor.
- De esa manera podremos comenzar con el orden del día.
El consternado Viktor se sentó al tiempo que miraba intrigado a los otros miembros del directorio. Esos habían sido aleccionados previamente por Melissa, por lo que miraban al hombre con expresiones pétreas.
La mujer se puso de pie.
Se había vestido con un conjunto sastre color durazno que la había ver elegantemente profesional. Los tacones de diez centímetros resaltaban sus largas piernas, mientras que el maquillaje tenue que ser había aplicado la hacía ver joven pero madura.
Las luces del recinto se atenuaron y, Sobre una pantalla colocada al detrás de la mujer, se proyectaron una serie de gráficos y números.
Con mucha profesionalidad, la mujer expuso los robos y desfalcos cometidos por su esposo.
Termino la alocución solicitando una votación a la junta.
- Por todo lo anteriormente expuesto recojo la destitución de Viktor Mansilla como presidente de Kornell Group y la presentación de una denuncia legal contra él por los desfalcos cometidos.
- Pero… Amor…
- ¿Qué estás diciendo?
- ¡Toda esa información es falsa!
- Alguien te está engañando.
Sin siquiera dedicarle una mirada, Melissa habló al directorio.
- Todos los que estén a favor de la moción, levanten la mano.
Excepto Viktor, todos levantaron la mano.
- Ahora, todos los que estén en contra de la moción, que levanten su mano también.
En esta ocasión solo la mano de Víktor fue levantada.
- Entonces, por la votación de 10 a 1, se decide la destitución de Víktor Mansilla como presidente de esta empresa.
- La resolución figurará en las actas de la reunión, sería irrevocable y de aplicación inmediata.
Dicho eso tocó el botón de llamada de su intercomunicador y habló con la secretaria.
- Señorita Fuentes, por favor llame a seguridad para que acompañe al señor Mansilla hasta la salida.
- Sí señora.
Viktor entendió en ese momento en que lo que estaba ocurriendo era real. Estaba siendo despedido y arrojado de si empresa.
- Melissa…
- ¿Qué estás haciendo?
La mujer lo ignoró y volvió a dirigirse al directorio.
- Apenas el Ex Presidente Mansilla sea retirado, votaremos otra moción para elegir al nuevo presidente de la empresa.
Viktor empezó a gritar enfurecido.
- ¿QUÉ HACES, PERRA FRIGIDA?
- ¿QUIERES QUEDARTE CON MI EMPRESA?
- ¡EN TUS SUEÑOS!
Se dirigió habrá la mujer con intenciones de golpearla, pero justo en ese momento entró el personal de seguridad y lo detuvo.
Viktor se retorcía tratando de liberarse al tiempo que gritaba su enojo.
- ¡ME LAS PAGARÁS!
- ¡YA VERÁS!
- ESTO NO TERMINA AQUÍ.
Melissa continuó ignorándolo mientras era sacado de la habitación.
Fue arrastrado hasta la puerta de la empresa por los guardias. Pero antes de alcanzar la salida fue interceptado por un funcionario del juzgado.
- Señor Mansilla.
- Cumplo con mi deber como empleado de la corte civil de entregarle la demanda de divorcio presentara contra usted por la señora Melissa Sastre.
- La fecha y la hora se hallan en la notificación.
Viktor se quedó mudo por la impresión. No esperaba que Melissa actuara tan rápido. Pensó en aprovechar que la mujer estaría ocupada con el directorio e ir al banco a retirar todos los fondos de la cuenta de su esposa, aprovechando que todavía era su marido. También iría a la guardería y retiraría a su hija. Usaría a la niña para chantajearla.
Pero la abogada contratada por la mujer se había adelantado a todas las acciones posibles del malvado hombre.
- Señor Mansilla.
- Cumplo con mi deber como funcionario del tribunal de menores de entregarle la orden de restricción sobre la menor Mía Mansilla Sastre.
- No podrá acercarse a ella ni contactarla hasta que el juzgado resuelva la demanda por maltrato psicológico presentara contra usted
Víktor estaba fuera de sí. Una a una iba perdiendo sus cartas ganadoras.
Pensó entonces en ir hasta eso casa y tomar las horas de Melissa que estaban en la caja fuerte.
Satisfecho con la decisión tomada, sonrió con malicia. En cuanto los guardias lo soltaran iría a la casa y luego a buscar a Nara. Juntos huirían del país y empezarían una nueva vida en el extranjero.
- Señor Mansilla.
- Soy funcionario del juzgado penal.
- Se ha presentado una demanda contra su persona por estafa, desfalco y varios delitos más.
- Deberá acompañarnos.
- Si lo hace en forma pacífica, el juez determinará una fianza para que pueda permanecer libre hasta el juicio.
- Pero si se resiste al arresto no habrá fianza posible.
El hombre, pálido por la impresión, comenzó a gritarle al funcionario.
- ¿ACASO NO SABE QUIÉN SOY YO?
- SOY VICTOR MANSILLA.
- ¿CÓMO SE ATREVE A INTENTAR ARRESTARME?
El funcionario hizo una seña y varios agentes de policía rodean a Víktor en un instante. Éste intentó resistirse pero fue reducido y esposado inmediatamente.
Fuera del edificio las cámaras de los periodistas registraban la escena sin perder detalle. Pronto el caso saltó a los titulares de todos los informativos del país.
Seis meses después, un prisionero fue llevado a la sala de visitas. Dentro lo esperaba una hermosa mujer sentada elegantemente en una de las sillas del lugar. Desentonaba ostensiblemente con el ambiente, pues era hermosa y recatada. Parecía una delicada flor dentro de un florero de lata.
Miró la entrada del prisionero con una tenue sonrisa dibujada en los labios.
- Señor Mansilla.
Viktor la miró con sus ojos vacíos de expresión. Se sentó en la silla frente a ella sin decir palabra.
Ambos se miraron en silencio durante un tiempo hasta que el hombre habló primero.
- Melissa…
- ¿Cómo has estado?
La mujer no modificó la expresión levemente sarcástica de su rostro.
- Muy bien, si tenemos en cuenta de que soy cornuda, divorciada, ex esposa de un estafador convicto…
- Ya veo.
- Has venido a regodearte con mi situación.
Melissa ahora sí sonrió ampliamente.
- No te equivoques.
- No eres tan importante.
- Sólo vine a traerte esto.
Con eso le entrego un sobre de papel madera grande y se puso de pie. Caminó unos pasos hacia la salida pero se detuvo y le habló al hombre sin míralo:
- Por el amor que alguna vez te tuve, no te perseguiré cuando salgas.
- Pero si alguna vez te acercas nuevamente a mí o a mi hija no tendré piedad.
- Mía es mi hija también.
- Eso debiste pensarlo antes de hacerle daño.
- Ya estás advertido.
La mujer continuó caminando y pronto despareció por la salida.
Viktor se quedó un momento pensando en cómo hacia cambiado la mujer. De una esposa sumisa se transformó en una fiera vengativa que lo había destruido con un solo golpe.
Miró el sobre que ella le había entregado. Dentro había un informe de un detective en el que se detallaban las actividades de Nara. Había también un sobre menor con un grueso fajo de fotos. En ella se podía ver a la chica con diversos acompañantes, incluso en varias se la veía teniendo relaciones con ellos.
Suspiró profundamente dolido. Ya no le quedaba nada.
Martha y Melissa cenaban en un lujoso restaurante de la ciudad.
Eran dos mujeres bellas que atraían la atención de todos los presentes pero que, a su vez no prestaban atención a nadie.
Martha tomó su copia y bebió un sorbo de vino con elegancia.
- Ahora eres la mujer más rica de Ciudad Central.
- Tu empresa ha alcanzado la cima desde que tú tomaste el control.
Melissa sonrió tenuemente. Esos logros le habían costado noches sin dormir y días de agotamiento extremo.
- Gracias por tus halagos.
- No son halagos. Son una declaración del los hechos.
Ambas rieron alegremente.
Desde el divorcio habían formado una fuerte amistad.
Trabajaron juntas en varios proyectos dedicados a ayudar a mujeres divorciada a empezar de nuevo. Eso había dado como resultado que se conocieran mejor y se respetaran aún más. La consecuencia lógica de esos sentimientos fue la amistad.
- Melissa.
- Siempre quise hacerte una pregunta.
La empresaria miro a la abogada intrigada.
- Adelante, pregunta.
- Una vez dijiste que no querías que ella aprenda.
- No supe en ese momento de qué hablabas.
La expresión de Melissa cambio y se puso sería.
- Me refería a mi hija.
- Mientras trataba de aguantar los engaños de su parte creía que estaba haciendo lo correcto.
- Pero viendo cómo se desarrollaron las cosas después, me di cuenta de que no era así.
- No solo no la estaba ayudando, sino que la estaba perjudicando.
Martha estaba muy interesada en lo que decía si amiga.
- ¿De qué manera la perjudicarías?
- Yo creía que ella no se estaba al tanto de lo que pasaba por ser una niña.
- Pero cuando me contó lo que estaba haciendo si parte me di cuenta de que estaba absorbiendo el conflicto como una esponja.
- Lo que yo hiciera el respecto iba a ser el modelo de vida que ella tomaría.
- Si yo me callaba y fingía que no pasaba nada, ella aprendería que estaba bien que tú esposo te haga daño. Que debías cállate y sufrir en silencio.
- Entonces supe que no era el tipo de mujer que yo quería criar.
- Por eso dije que no quería que ella aprenda.
Martha reflexionó un momento en las palabras de Melissa.
- Melissa Sastre: ¡Eres la mejor!