— Mi pequeña Eldi, te contaré de una leyenda que me contaron y yo a tu madre — habló la anciana a su nieta — los animales de este mundo son sabios, amables y leales con quienes se lo merecen, estos les hacen buena compañía toda su vida, en el caso de que ellos mueran antes que nosotros, reencarnarán en otros animales para seguir acompañándonos a pesar de que no nos demos cuenta, no nos abandonarán.
— ¿Eso es verdad, abuela? — preguntó la pequeña niña.
La anciana le alcanzó una pequeña caja que tenía en su regazo a la niña, era algo pesada — Mi querida Elda, creo que ya tienes edad para hacerte cargo — sonrió — y sobre la leyenda, no tienes que comprobar si es verdad, solo creer.
Elda asintió sonriente y abrió la caja, de ella salió tímidamente un cachorrito marrón, ella chilló de felicidad al verlo, le encantaban los perritos.
— ¡Le voy a poner Joaquín! — exclamó Elda y la anciana sonrió nuevamente.
La niña alzó al animal y se fue corriendo hacia sus padres para mostrárselo, ellos con gusto lo recibieron. Al día siguiente, fue a decirles a sus dos amigas, Mirana y Amanda, sobre Joaquín y la leyenda, la cuál prometieron no olvidar nunca y siempre creerla; se encontró con la sorpresa que ambas niña habían recibido una mascota, Mirana había adoptado a una gatita a la cuál nombró Charola, y Amanda, una cachorra blanca nombrada Milena por ella.
Junto a sus mascotas, las niñas compartieron momentos encantadores y felices mientras crecían, ellas la pasaban muy bien al igual que sus mascotas - quienes convivían juntas sin peleas -; fueron sus compañeros de vida.
Un día, cuando Elda, Mirana y Amanda ya fueron mayores, salieron una noche de luna creciente a caminar y admirarla, cuando regresaron encontraron a sus compañeros juntos casi sin vida en la sala; ya eran bastante viejos, había llegado su hora. Ellas con lágrimas en sus ojos sin poder parar, se despidieron de ellos mientras les agradecían por todo lo que les dieron, sus pechos dejando de moverse fue lo último que vieron antes de estallar en llanto.
Días después, en una tarde primaveral, Elda y sus amigas se encontraban tomando el té en el gran jardín de la misma, todo era muy tranquilo, nada las molestaba, a excepción de unas tres mariposas que revoloteaban alrededor de cada una.
— Estás mariposas no dejan de molestar a pesar de que haga movimientos bruscos — se quejó Amanda agitando su mano frente a la mariposa rosada — ¡Están agotando mi paciencia!
— Ami, cielo, cálmate, son solo mariposas — dijo Mirana, mientras una mariposa celeste revoloteaba alrededor de su cabello. Elda río al verla renegar.
— ¿Recuerdan que a Joaquín, Melina y Charola les encantaba perseguirlas? jugaban cada vez que las veían — dijo Elda mientras una mariposa rosada con terminaciones violetas revoloteaba a su alrededor, las otras sonrieron con nostalgia — hubo una vez que terminaron todos embarrados, me sorprendió que Charola no halla escapado del agua, era una perrita más — río, las otras la imitaron.
— Aunque tenía un pésimo humor cuando no la alimentaba — comentó entre risas Mirana.
— Es verdad, recuerdo la vez, hace unos años, en la que te tardaste diez minutos porque te habías quedado dormida después de nuestra pijamada y te tiró su agua en tu cara — río a carcajadas Amanda.
— Despertaste con un susto — agregó con gracia Elda.
Las tres no paraban de reír, tenían incontables recuerdos y momentos con sus compañeros que jamás iban a olvidar; pero habían olvidado algo que prometieron no olvidar, y es de lo que Elda recordará en un momento.
— No olvido cuando lo recibí, en una caja de parte de mi abuela, la extraño y a él también — habló Elda recuperando el aire — era tan pequeño, nunca olvidaré ese momento, de cómo comenzó nuestra divertida historia, después de que mi abuela contara esa leyenda.
— Es verdad, ¿Qué leyenda era? — preguntó Amanda.
— "los animales de este mundo son sabios, amables y leales con quienes se lo merecen, estos les hacen buena compañía toda su vida, en el caso de que ellos mueran antes que nosotros, reencarnarán en otros animales para seguir acompañándonos a pesar de que no nos demos cuenta, no nos abandonarán"...
Pensaron y analizaron esas palabras prestándole atención a lo que decía, se miraron con sorpresa al entender las palabras. Elda recordó lo que su abuela le había dicho "no tienes que comprobar si es verdad, solo creer". Levantó su mano con su dedo índice estirado y alejado de lo otros, la mariposa que revoloteaba a su alrededor se posó en su dedo en seguida.
— ¿Joaquín? — preguntó con los ojos vidriosos.
Todo lo bueno en algún momento debe terminar, nada es eterno, lo importante es disfrutar mientras dure el tiempo.