Algo se rompía dentro de ella. La confianza, la fidelidad y su alegría se partía en pequeños trozos irreparables. ¡Y con razón! Acababa de descubrir que su marido le era infiel. Tan solo permanecía una pequeña llama de felicidad, su pequeño hijo de 6 años.
¿Que iba a hacer? ¿Divorciarse o perdonar a ese infeliz? No
Melissa no era tan estúpida como para cometer el mismo error dos veces, ahora solo pensaba en su pequeño.
Ésta gran mamá tuvo el valor y presentó la demanda de divorcio contra su esposo. Demanda que fue concedida por un juez al saber que ese mal alma había cometido un acto de infidelidad. ¡Y por cuántos años! Ese gran canalla se podía quedar con su amante para el resto de la vida.
Pero... ¿Y su pequeño? Todavía tenían un hijo en común, su mamá no podía negarle ver al niño.
¿Qué hacer? Su papá no le enseñaría valores como es el respeto, al fin y al cabo ese gran cobarde no lo había tenido con ella... ¿¡Y si su pequeño acaba siendo igual de infiel que su padre!?
Melissa no podía permitir que el niño se acercara a su padre.
Por su cabeza solo paso una idea "escapar". Melissa pronto preparó el viaje, la casa donde viviría con su pequeño y busco un trabajo cerca del barrio. Su niño crecería sin ver a su padre, es cierto, pero tampoco necesitaba conocerlo.
Y pasó el tiempo, Melissa se desvivió por su criatura, le dio amor, comodidades y consiguió que fuera a cualquier universidad por muy costosa que fuera. El niño nunca preguntó por su padre, al fin y al cabo, el ya sabía lo que su papá había hecho. ¿Para que sacar el tema? Además, el padre nunca los buscó, nunca presento una demanda por su desaparición... Nunca les importó.
Melissa perdió las esperanzas en el amor, y nunca más volvió a sentir nada parecido por nadie, no le hacía falta, le bastaba con ver a su pequeño feliz.
Lo mejor para ella fue ser MAMA.