Salí de casa con apenas 13 años porque deseaba superarme a mi misma y con ello ayudar a mis padres, quienes daban lo que no tenía para que yo no pasara ninguna necesidad.
Al ser tan joven mi madre se negó rotundamente a dejar ir. Por el contrario, mi padre siempre fue trabajador y cuando le expliqué que ya había tomado mis exámenes para el internado en otra ciudad solo le preguntó si era lo que en verdad quería y me apoyó en mi decisión.
Yo era la chica nueva en el lugar, no conocía nada ni a nadie, pueden imaginar lo solitario que fue el proceso de adaptación, pero no me rendí porque mi meta era clara y esperaba por mí al final del camino.
Les hablaré claro, lloré incluso el primer día que me dejaron en el lugar, era la primera vez que me separaba de mis padres y hermanos. Pero eso no me detuvo, me dió más fuerza para continuar.
Conocí a buenas y malas personas, recibí comentarios despectivos, muchos insinuando que no lo lograría, que me rindiera e incluso, algunos profesores se pusieron en mi contra por ser alguien tranquila y asequible o en palabras de mi mejor amiga: – "la mejor para ser molestada y no decir nada al respecto".
Claro que fue difícil, quise rendirme muchas veces, pero yo soy una luchadora y con una meta clara no retrocederé a mi palabra. Me gradué tres años después.
Espero que mi historia los inspire a seguir adelante con sus proyectos y a no rendirse incluso cuando tienen el mundo en contra, porque eso solo significa que estás más cerca de lograrlo.